Continuación…
Pero en algún tiempo me avergoncé de mi casa, me avergoncé de ver a mi papá en la mesa con el martillo y clavos reparando zapatos de mi mamá, de nosotros, con las manos con grasa, sudando con aquel calor en tiempo de verano, pues ni un abanico teníamos. En tiempo de frió ni el sol nos calentaba, teníamos que poner a calentar en la lumbre ladrillos y poner los pies para que no te salieran sabañones pues se abrían los pies del frió. Que absurdo, avergonzarme de muchas cosas de las cuales ahora estoy orgulloso y que daría un brazo por poder decirle a mi papá “perdóname por haberme avergonzado de ti”. De avergonzarme porque me aplaudiera por ejemplo: cuando iba llegando a la casa salía mi papá y me aplaudía y hacia una fiesta y todo mundo se daba cuenta que llegaba su hijo Ricardo, “Ahí viene mi hijo” y me aplaudía con fuerza. Imagínate cuando venía con compañeros de la escuela, ellos me preguntaban, ¿y ese señor que esta aplaudiendo? No sé, siempre que llego lo hace, y pensaba dentro de mi “No me aplaudas papá, por favor”. Y ahora no sé lo que daría para que me aplaudiera otra vez. El me decía, “que no le de vergüenza mijo”, y si le dicen algo pues les aplaudimos también a ellos. Y yo le decía no papá por favor.
Fue una vida muy bonita, y si me dijeran que si la viviría nuevamente, diría que sí. Si me preguntaran “¿Le cambiarias algo?”, diría que no cambiaría nada. Fue una vida que nos dieron nuestros padres, alegre, divertida, enriquecedora, formativa, fue una mezcla que nos dieron en su justo equilibrio y que se ha horneado para dar el mejor guiso de la vida, que vale la pena saborear. Nos hace falta en la vida contar lo que traes de corazón... hacer una recapitulación de tu vida y tener conciencia que has venido para servir, tener una percepción de las cosas, yo creo que la percepción que cada quien tiene de su propia vida, nos ayuda a reenfocar la nuestra. Creo que cada etapa en la vida son estadíos de madurez, de niño. Qué cosas, como: Pues me gustan los chocolates, los dulces, las papitas, comida muy vistosa. Los niños no saben que tiene que balancear sus alimentos, los carbohidratos. Un adulto si, ellos tal vez ya no comen tantos carbohidratos, no tiene que ser tan vistosa la comida, pero es más nutritiva, entonces en la vida tal vez en las experiencias que nos da Dios nos regala uno que otro chocolate como regalo espiritual para que lo disfrutemos como niños, esos niños que se acercan a Dios precisamente pues de ellos es el reino de los cielos. Hasta el día que partieron mis padres, fue un día de fiesta, en fechas diferentes cada uno, recuerdo, cuando partió Papá, en la funeraria fue una velada en la que se reunieron sus amigos, la gente que compartimos con él la alegría de vivir, se cantó, se platicó, se vivió una fiesta verdadera en presencia de él. En los últimos días de mi madre, recuerdo que llego Germán un día al hospital y nos pusimos a orar por ella, y luego con esa dulce voz chispeante me decía, “Riky, dame una galleta”, pero mamá, los médicos no lo permiten. Riky una galleta por favor, y me hizo ir en ese momento a la cocina para que trajeran en un platito con cinco galletas marías, mismas que le di y se comió con la misma alegría con que vivió su vida. Al acabárselas me decía nuevamente - Riky mas galletas-, pero mamá ya fueron suficientes, no hay mas, -Riky mas galletas-, ahora voy por mas mamá, -Riky, menos palabras y mas acción-. Así era mi madre, alegre y de cada momento te enseñaba lecciones de amor y positivismo, de no planear sino de hacer las cosas. En una ocasión estando en el hospital y después de una intervención muy dolorosa en su pierna, de manera inconsciente se quejaba del dolor que seguramente la atormentaba, cuando se dio cuenta que estaba ya avanzada la noche y que turbaba con su lamento el silencio de la habitación, se disculpo por ello conmigo y me dijo no lo puedo evitar hijo. No te preocupes mamá. Es un acto reflejo que no puedo evitar. A mí me da lo mismo sacar ese aire, en forma de dolor o en forma de notas musicales y entonces se puso a cantar, nos pusimos a cantar, fue una de las ultimas lecciones que mi madre me enseño sobre la vida, que si la vida te da limones, hay que hacer limonada y disfrutarla. .El día que partió, el día que mi padre vino por ella y que Dios seguramente la llevo a su lado, estando en la casa y esperando que el último momento llegara, me puse a tocar en el piano aquella canción que tanto le gustaba y con esas notas que tanto disfrutaba se fue, dejando en su cara una expresión de satisfacción, de satisfacción de haber cumplido con la vida, con su familia, con la gente que la conoció y aquellos incluso que se encontraron con ella en la vida aunque sea por un instante. Quisiera terminar estas palabras haciendo un homenaje a todos los papás y mamás que son el sustento de la sociedad, de las familias a través de lo que de corazón... les escribí un día a mis padres y que son las grandes bendiciones con que Dios me sigue favorecido.
Continuará…
¿Y usted qué opina?
(Le comparto este tema “RAY CONNIFF-DANCING IN THE DARK”) haga clic en la dirección de abajo:
http://www.youtube.com/watch?v=JVU3MVdvWu0&feature=related
Si aun no ha leído el artículo “De corazón… 10ª PARTE” se la recomiendo en:
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MMX