Recuerdo que en la Universidad nuestra profesora de Publicidad nos recomendó poner atención en tres cosas cuando se visita un lugar nuevo: leer un periódico local, ver la programación de la televisión y hacer uso del transporte público. Tres diferentes maneras de vivir en tierra extraña que nos ofrecen perspectivas distintas y novedosas para conocer cualquier lugar, para valorar una cultura ajena, para aprender de la gente, de cómo viven, de lo que ven, leen y hacen.
Bueno, yo he seguido ese consejo desde entonces y me he dado cuenta que la observación e interacción con otros es la mejor manera de aprender, en especial cuando nos trasladamos a una ciudad en la cual nunca hemos estado; además, cuando ésta se encuentra localizada en el extranjero, las sorpresas son incluso mayores. Recuerdo por ejemplo que me pareció extraño no encontrar Disney Channel, o Nickelodeon cuando llegué a Canadá; en su lugar la programación infantil y adolescente se transmite en su mayoría por el canal Family Channel. Otra sorpresa fue toparme con la cadena AMC, la cual se encuentra a cargo de series de televisión galardonadas en las premiaciones como son Mad Men o Breaking Bad, así como la tan esperada historia de zombies, The Walking Dead.
Pero mi interés por este canal, más allá de sus producciones o de sus constantes maratones de películas, se desarrolla por otra razón, sus comerciales televisivos. Sus campañas publicitarias me recuerdan que antes que nada, las cadenas y productoras como ellos, son fundamentalmente distribuidoras y creadoras de historias, no de series ni de películas, sino de historias. Sin pretender hacer campaña a favor de esa cadena televisora me remito a decir que cuentan con un comercial que hace mención honorífica a los creadores de proyectos; de ahí mi especial atención. El mensaje consiste básicamente en enlistar el proceso de producción, porque antes de un productor, director, actor, financiamiento, búsqueda de locaciones, filmación, postproducción, marketing, estreno y todos los demás elementos involucrados en el procedimiento de hacer una película o serie, se encuentra la historia.
Como escritora apoyo la idea de dar mayor reconocimiento a los escritores y a los creadores de ideas e historias. El proceso creativo es exhaustivo, pensar en conceptos e ideas y desarrollarlos es un trabajo que lleva tiempo, esfuerzo, requiere disciplina, método e imaginación. Todos los involucrados en el desarrollo de una película realizan un trabajo arduo, laborioso y digno de reconocimiento, y sin embargo, no siempre las ideas originales reciben el valor que se merecen.
Pero como bien se menciona las historias importan, porque son la razón por la que leemos un libro, un cuento, una noticia; o por lo que vemos una película, un documental o un cortometraje. El concepto o idea es la semilla de todo, son los huesos que sostienen una estructura narrativa, llámese libro, artículo, película o serie televisiva. Sin embargo, muchos damos por hecho las historias y nos fijamos en otros detalles, ya sean los efectos especiales, música, actuaciones, maquillaje o vestuario, pero olvidamos que todos estos departamentos son una extensión y representación de lo que las historias ofrecen para contar.
Cuando alguien pregunta: ¿Cómo pensar en una historia o cómo iniciar un cuento? Mi respuesta es: no existe una fórmula. La fuente de inspiración surge de innumerables lugares, las experiencias personales, noticias en periódicos, revistas, internet o cualquier medio de comunicación, también de los sueños, libros que consultas o lees con detenimiento, canciones, poemas, conversaciones y muchos, muchos más; con ello pareciera que pensar historias es fácil, pero no, no lo es. Una idea debe tomar forma para convertirse en algo más que un concepto intangible; la construcción y el desarrollo de una idea integran un proceso que requiere de compromiso y enfoque para tener como resultado una historia lista para ser contada, un historia que marque el inicio de un largo camino cuya conclusión veremos en la pantalla de las salas de cine.