Que magia tiene el futbol americano que cualquier cosa puede pasar. De pronto, un equipo históricamente perdedor logra el máximo triunfo ante el más grande, ante el favorito. Son jugadas claves, momentos en que la concentración y la estrategia se imponen a la lógica y nos regalan momentos inolvidables.
=mas=
Cuántos quisieran relacionar el título de la columna (“Santos campeón”) con sus colores verdiblancos que llevan en el corazón (hablando de la Comarca Lagunera), pero hoy la nota la dan los de Nueva Orleáns. Una comunidad golpeada y devastada por un huracán hace unos años, que dejó inundaciones y pérdidas… un panorama desolador. Y que años después se lleva la gloria en lo que es la fiesta deportiva más importante para los estadounidenses. Me uno al festejo porque contrario de lo que dijo un amigo: “le voy a los Potros porque no me gusta todo lo que sea ‘Santos’”, en esta ocasión me incliné por el débil, por el equipo que tenía las apuestas en contra. Y es que cuando los colores que solemos apoyar no están en escena, no hay mejor opción que apostarle al débil, porque cuando éste logra la hazaña, el sabor de victoria se siente como si fuera propia. Y así fue. El Super Bowl XLIV se recordará como una épica batalla entre mariscales de campo capaces. Una lucha pareja, hasta que el error rompió con los moldes. Qué decir de la pirotecnia y el show, mi amigo y yo no pudimos evitar recordar la inauguración del Territorio Santos Modelo. Se trata del primer mundo. De la alta competencia. Tan lejos del Tecos contra Jaguares que se disputaba a la misma hora.
La lección es clara: todo es posible. Aquí no importa si somos de casa o venimos de fuera; el éxito está para quien lo quiera alcanzar.
Y aquí el dato extra… las porristas que estuvieron presentes en la inauguración del TSM, ayer fueron las que animaron al Santos campéon.