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Bloqueo mental

Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Alguna vez han sentido una especie de bloqueo mental? Bueno, yo si. Y pienso que todos, todos alguna vez hemos  dicho o sentido que sufrimos de bloqueo mental, porque se nos van las ideas, porque se nos olvida algo, porque no se nos ocurre qué decir, pensar, escribir, proponer o hacer, o por lo que sea, todos, en algún punto de nuestra vida nos hemos quedado secos, en cero, con nada de nada. Pero para los escritores cuando nos da bloqueo mental, cuando padecemos el bloqueo para escribir, cuando la imaginación se cierra, cuando la creatividad está ausente, es fatal.

Un guionista me comentó que el llamado miedo a la hoja en blanco en realidad no existe, el problema es organizar las ideas, darles forma y estructura, la dificultad recae en trasladar  todo aquello que da vueltas en nuestra cabeza a un formato de texto. Creo que es cierto. Personalmente mi problema es que mi mente trabaja más rápido que mi capacidad de ponerlas en palabras; entonces, mientras mi mente va a mil, mi dictado sigue en diez; sin embargo, también me he sentado frente a mi computadora o frente a una libreta, he mirado al vacío por varios minutos para terminar con un suspiro y decir: No sé qué escribir.

¿Estoy pensando en otras cosas? Tal vez. ¿Estoy falta de ideas? Dudoso. ¿Estoy viciada con lo que estoy escribiendo que necesito dejarlo descansar? Es muy probable. El remedio nos es una fórmula estudiada ni lo resolvemos tomando una pócima mágica; en clase nos sugerían distraernos con otras cosas, dejar de hablar de nuestras historias, dejar de revisar los guiones y repasarlos una y otra vez, darle un descanso a los proyectos por lo menos por una semana. Pero mi experiencia me ha dicho que esa semana puede convertirse en meses o puede reducirse a uno o dos días, todo depende de la forma en que trabaje nuestra cabeza. La verdad, no existe un único camino ni una sola forma de hacer las cosas, lo que se requiere es alimentar nuestro cerebro con información suficiente para enfrentar el reto de ordenarla, procesarla y construir las historias que queremos contar.

Cuando le damos vueltas y vueltas a las cosas simplemente no van a salir y cuando nos llega la inspiración hay que aprovechar la racha. Alguien me preguntaba cuánto tiempo tardo en escribir un guión de un cortometraje, entendiendo como un guión de cinco a diez páginas. Bueno, eso depende, fue mi respuesta. Recuerdo que un día de inspiración escribí uno en menos de una hora, con sus respectivas subsecuentes revisiones y re-escritura. Pero ha habido días que pienso y pienso en mi historia, que avanzo un poco un día, otro poco otro día y el trabajo terminado llega más de  una semana después, sin contar claro las revisiones necesarias para pulir o reescribir.

Un productor nos decía que lo importante es entregar el trabajo a tiempo. El escritor puede hacer una disciplina de escribir cierto número de páginas diario y entregar el trabajo a tiempo, así como puede no hacer nada por semanas y sentarse a escribir todo en una sola sesión. Y se puede, una amiga me decía que cuando ella se sienta a escribir un guión no se para hasta que termina por completo lo que está haciendo.

 Me he encontrado con que a veces tengo ganas de ver películas a las que yo denomino como ligeras, que no tienen que ser comedias románticas forzosamente, pues pueden ser grandes producciones, pueden ser musicales, puedes ser también de terror; mi única condición es que estén bien hechas, que no engañen ni se burlen del espectador, que, aunque predecibles o sencillas, sean de calidad en cuanto a historia, actuaciones y producción. Me he dado cuenta que ver películas me ayuda a distraerme de mis propios problemas, que aquello que me saca de mi bloqueo mental suele ser un tipo de película como la que comento o una buena novela. Hay quien prefiere platicarlo, quien prefiera ocuparse en otros asuntos o quien no quite el dedo del renglón, pero yo, yo voy al cine.

A veces me pregunto si las malas películas fueron producto de algún bloqueo de escritor. Pero no, no siempre las cosas terminan en tragedia, ejemplo de ello es Charlie Kaufman, quien al desarrollar el guión y la trama de El ladrón de Orquídeas (EUA, 2002) tuvo problemas adaptando una novela al cine, reflejando su realidad, su bloqueo, en una historia que eventualmente le daría una nominación al Oscar. Así que, si a los mejores le pasa y logran sacarle provecho a la situación y salir victoriosos, entonces todos tenemos aún esperanzas. Y con esperanza se construyen los sueños, se vive el presente.

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