La decepción que ha causado en mí el futbol mexicano ha llegado a límites antes desconocidos. Hace diez años era capaz de ver futbol el fin de semana desde las 10 de la mañana hasta las once de la noche, intercalando liga italiana, española, inglesa y argentina con la de nuestro país. Veía hasta 9 partidos durante la sagrada jornada. Le daba vueltas a la cama varias veces y sólo me levantaba para comer e ir al baño. Aquellos eran días productivos.
Hoy, no sé si veo el futbol por costumbre o masoquismo. Sigo a mi equipo por convicción, pero el resto de los partidos no me provocan grandes alegrías. A pesar de todo, debo aceptar que el sábado sin jornada mexicana fue extraño; la extrañé.
=mas=
Luego de varios torneos llenos de mediocridad, donde parece que se camina para atrás y se dan pocos pasos hacia adelante, el máximo exponente del futbol mexicano me pasó de noche. El jueves me preguntaron dónde iba a jugar México y no supe responder (sólo atiné a Estados Unidos). El viernes me preguntaron por la hora del partido y tampoco dije nada. Esas solían ser respuestas de rutina. El sábado, como a las 2:00 de la tarde, vi en la calle a una señora vestida con la playera polo de la Selección. En sus manos traía otro atuendo similar. Enseguida inventé la historia: la fodonga esperaba por su marido que la iba a recoger saliendo del trabajo para irse a casa de los compadres a ver el juego. Chelas y carnita asada. En cuanto se subiera a la troca de su “viejo”, la señora le entregaría “la verde” para que el “don” no fuera a desentonar. Recordé entonces que tengo una playera igual, pero pensé que prefería ponerme el uniforme de la secundaria (que también conservo). Más tarde, me di cuenta que México ya iba ganando 1-0, cuando “accidentalmente” prendí la tele para buscar la temperatura. El colmo, vi que el juego estaba en marcha, lo vi dos minutos, y luego le apagué.
Estos partidos no deberían transmitirlos. Deberían a jugarse a puerta cerrada. No puedo comentar sobre lo que no vi, pero lo preocupante es que ni siquiera me preocupa no haberlo visto. No me interesan los partidos amistosos de México; son entrenamientos que deben aprovechar los jugadores y el entrenador; a los demás sólo nos dejan dudas. Luego de que el Tri enfrentó a un Paraguay desconocido (por lo que leí en la crónica), Estados Unidos se midió a un verdadero rival: Argentina. De ahí se entiende como el futbol de nuestros vecinos crece, mientras el nuestro se estanca. Porque los gringos quieren crecer; mientras los mexicanos, sólo vender.
Me siento orgulloso de no haber visto el partido del Tricolor. Lo concibo casi como un acto de rebeldía. Por ahora, en México el único que brilla es el “Chicharito”.
Cambiando de canal, llegó la noche; oscuridad interminable para Vaqueros Laguna en una campaña que apenas inicia. Lejos de dar buenas noticias, los de naranja cayeron 13 a 0 en casa el sábado, para consumar así su sexta derrota de forma consecutiva. Un día después, el domingo, cayeron por séptima ocasión.
Pareciera que los equipos profesionales de la región hicieron una apuesta para ver cuál de los dos lograba tener la marca perdedora más larga. Por ahora, ninguno de los dos se queda atrás.
Me despido. Puedes buscar la letra impresa en la edición del lunes en La i Laguna, o escucharla de viva voz en el podcast de www.siglotv.com… chao!