Es común encontrarnos con artistas que incursionan en otra faceta laboral además de su ya profesión establecida. Mientras algunos actores se capacitan para tomar parte en las filas de producción, canto o modelaje, cierto es que el siguiente paso para muchos actores es la Dirección. Clint Eastwood, por ejemplo, es de aquellos que demostró su fortaleza como actor para más tarde hacer notar sus capacidades en la silla del director; muchos otros ejemplos existen en el mundo del cine, entre ellos tenemos a Robert Redford, Barbra Streisand, Ben Affleck; pero tras ver la película The Way (EUA, 2010), Emilio Estevez es quien toma mi lugar favorito en la lista de estos actores-directores.
Estevez se desarrolló por muchos años en la actuación, convirtiéndose en un ídolo y ejemplo de su generación. Participó en éxitos de los años ochentas y noventas del siglo pasado como El Club de los Cinco (EUA, 1985), Jóvenes pistoleros (EUA, 1988), Los Campeones (EUA, 1992), por mencionar algunos, pero fue en 1987 cuando dirigió su primera película, Wisdom (EUA, 1987) y desde entonces ha seguido un paso constante y cauteloso en su faceta como Director.
Muchos de estos multifacéticos profesionistas (actor-director) han afirmado que la experiencia como actores les ha permitido aprender de la técnica y labor del director, absorbiendo el conocimiento a partir de la observación, para después preparase y combinar todo ese aprendizaje; pero Estevez además tiene consigo el linaje, conocimiento y consejo de su padre, el actor Martin Sheen, así como la experiencia de vivir y crecer dentro del mundo del cine, rodearse de los conocedores y vivir con ello en cada paso de su vida.
Fue en 2006 cuando escuché de una película llamada Bobby (EUA, 2006) que noté por primera vez el nombre de este, entonces para mí, sólo actor, y me pregunté si me encontraba ante una sorpresa o ante un experimento único de otro alumno del arte cinematográfico. Bobby es una película de ensamble, en donde seguimos la vida de diferentes personajes que se encuentran en Los Ángeles el 5 de Junio de 1968, día en que el senador Robert F. Kennedy fue asesinado. Fuera de un par de actuaciones, escenas e historias, la película me pareció un gran triunfo para quienes participaron en el proyecto, por lo que desde entonces consideré a Estevez como una promesa para la cinematografía norteamericana.
Pero mientras yo creía me encontraba ante el nacimiento de un prometedor director, la realidad es que la película fue el resultado del arduo trabajo, dedicación, compromiso y experiencia de alguien quien había, durante varios años, pulido y perfeccionado su técnica tras la cámara.
Probablemente hasta antes del 2006 su película más conocida habría sido Guerra en casa (EUA, 1996), en donde lo acompañaban en pantalla Kathy Bates y el mismo Martin Sheen; pero de acuerdo con la filmografía de Estevez, al entrar la década del 2000 decidió darle mayor énfasis a su faceta de director y expandir sus horizontes con cámara en mano, dirigiendo numerosos episodios de programas de televisión.
Este año llega con The Way, un relato único en donde un padre viaja a Europa para recoger el cuerpo de su hijo recién fallecido y decide, en su memoria, terminar el recorrido de excursión que su hijo comenzó en Francia y que terminaría en Santiago de Compostela, España. Lo que pudo ser un drama con bellos paisajes, se convierte, de la mano de Estevez, en un relato excepcional que habla de superación, de miedos, de fortalezas, de oportunidades, de la vida misma.
Emilio escribe, dirige y actúa en esta película que es en parte divertida, reflexiva, llena de imágenes y personajes intrigantes. A modo de viaje el espectador sigue al personaje principal en su afán por acercarse a su hijo y entender la razón de las personas por seguir adelante, el incentivo de sus propios deseos. En su camino este hombre se topa con otros excursionistas, personajes cuya historia tampoco es tan sencilla como la del mochilero promedio, proceso que le permitirá mostrarnos que la dicha, la felicidad, la tranquilidad y el desahogo se encuentran en los lugares y las personas menos pensadas. El mensaje es sencillo: el detalle más sencillo vale más que todo el oro del mundo y el rincón más lejano puede ser el que más nos acerque a nosotros mismos.
Inmediatamente The Way se convirtió en una de mis películas favoritas del 2010, una historia recomendable para todo aquel que en algún momento se ha detenido a pensar en la vida, la muerte y la belleza o magnificencia de los lugares pequeños. Fue entonces cuando quedé convencida que Emilio Estevez se graduaba como un visionario de la dirección y del relato de historias; un hombre detrás de la cámara y una cámara que sabe a dónde apuntar, porque hace que las imágenes agraden, que las transiciones aporten, que las escenas y los personajes tengan relevancia. Si es que Estevez, el actor, dejó su legado en filmes de su juventud, para convertirse en Estevez, el Director, quien se encuentra en proceso de dejar su huella en estos tiempos modernos, entonces me pongo de pie en su honor, deseándole un próspero futuro en este, su trabajo, bien realizado y creativo. Enhorabuena para la cinematografía.