La esencia del futbol

Dicen que la Copa Mundial Sub-17 de la FIFA México 2011 (así es su nombre completo) es el futuro del futbol. Así reza el slogan en los grandes espectaculares regados por la ciudad: “El futuro del futbol está aquí”. Yo no lo creo.

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Ayer llegué al estadio con más anticipación que si se tratara de un partido del Santos. Confieso que a mí los Mundiales de futbol me transforman y me vuelven loco (y eso que hasta ayer, sólo los había seguido por televisión). Guardo proporciones, y sé que lo que ahora se vive en México está lejos de ser el torneo deportivo más importante del planeta, que reúne a los mejores exponentes del futbol de cada continente y que cada cuatro años hace que el mundo se paralice y algunos hagamos tonterías con tal de ver los partidos de nuestro equipo.

Hoy la cosa es calmada. Los que juegan no llegan a la mayoría de edad y por consecuencia, sus nombres no ocupan grandes espacios en los periódicos. No hay rostros familiares en la cancha y en las alineaciones los nombres están en uzbeko, checo, neozelandés y en el mejor de los casos, en mexico-americano.

La tribuna está desierta como la región en la que habita y los pocos que fuimos al estadio pronto nos inclinamos por el rival desconocido (el más desconocido de los dos, que en el primer partido fue Uzbekistán). Pero los goles cayeron del otro lado. El 4-1 de Nueva Zelanda fue escandaloso para lo que pasó en el campo.

Los uzbekos salieron afligidos, colorados y acalambrados. Los de Oceanía no cabían en su felicidad. Casi dos horas después de escuchar su himno nacional, lograron el triunfo ante un público que se lo reconoce. Han vencido al calor y al favorito sentimental. Y no dudan en estrechar la mano del que se atraviese en su camino. Esa imagen de felicidad tras un logro deportivo no debe ser el futuro del futbol, debería ser el presente. Donde el dinero parece lo más importante y la esencia del deporte se pierde.

La estampa de los neozelandeses me recordó porque me gusta este deporte. Pero mi reconocimiento es para todos los que jugaron. Cuarenta grados en el termómetro no los pudieron detener. Esa es la esencia del futbol.

Me despido, chao!