El mes de mayo dedicado a nuestra Madre María Santísima, tiene su origen en la Edad Media. El primero que asoció el mes de mayo con la figura de la Virgen María fue el rey Alfonso X El Sabio, en el año de 1284. En Roma, el mes Mariano comenzó a tomar fuerza con San Felipe Neri en el siglo XVI; durante este mes se hacían obsequios a la Virgen, adornando con flores sus imágenes, cantando alabanzas en su honor, (como el Pbro. Antonio Mata quien con tanto amor y devoción le canta en la Catedral del Carmen a Nuestra Madre Bendita del Cielo en cada misa celebrada por él, y ha realizado un CD de “La Coronilla a la Virgen de Guadalupe” por la paz. Disponible en las oficinas de la Catedral del Carmen), realizando actos de virtud y mortificación.
Después del Concilio de Trento (1545-1563), que realizó la Contrarreforma en la Iglesia Católica, sobre todo los Dominicos y los Jesuitas promovieron en el mes de mayo con el rezo del Rosario (en muchas parroquias se reza el Rosario en su honor todos los días de este mes de mayo, como en la Parroquia de San Agustín a la cual pertenecemos, bajo la dirección del Pbro. José de Jesús García Contreras), con ofrendas de flores a María y acompañada de una catequesis popular. Poco a poco se convirtió el Rosario en una de las prácticas predilectas del pueblo cristiano, realizadas con fervor sincero y generoso. El año pasado se hizo la presentación de un tríptico para el rezo del rosario titulado “Salvemos almas con Jesús y María” en la Basílica de Guadalupe, al Cardenal Norberto Rivera Carrera y a Mons. Diego Monroy Ponce, Vicario General y Episcopal de Guadalupe, que es promovido a nivel local, nacional e internacional por la Sra. Frida Murra (si desea un ejemplar comuníquese con nosotros a la dirección electrónica aquí anunciada). Poco a poco se convirtió el Rosario en una de las prácticas predilectas del pueblo cristiano, realizadas con fervor sincero y generoso.
Los Papas, León XIII, Pio XII y Paulo VI, recomendaron el mes de María. El Papa Paulo VI providencialmente y con acierto intervino con la Exhortación Apostólica Marialis Cultus (febrero 2 de 1974), orientando el culto Mariano a la luz de la liturgia renovada y otorgándole un fundamento bíblico: María conduce a Cristo. El Beato Juan Pablo II ofreció su pontificado a Nuestra Madre Bendita del Cielo María de Guadalupe.
Con imprudencia y falta de criterio en muchas comunidades parroquiales, se le dio un borrón dejando en el olvido el mes de mayo y el rezo del Rosario en las iglesias. Sin embargo, el éxito del mes de mayo en los santuarios (y en diversas advocaciones como el de la Virgen de Schoensatatt), demuestra que esta devoción responde al sentimiento profundo de piedad popular, en nuestro pueblo mexicano. El esfuerzo de renovación de la piedad no debe descuidar la sensibilidad autentica del pueblo cristiano, que ama a la Virgen, la siente cercana y la venera con fe sencilla y fuerte como Madre Celestial. Es curioso que en medio de esta lucha sin cuartel en la que el pueblo siente miedo, entre los bandos, uno y otro, está presente la Virgen de Guadalupe, pues es la Madre de todos.
El mes de mayo es nuestro tiempo, en los inicios del tercer milenio, debe transformarse en una celebración de la Palabra. Ciertamente es bueno alimentar a los fieles de lecturas bíblicas, pero también hay que orientarlos a poner en práctica la Palabra de Dios: “María, por su parte, guardaba cuidadosamente estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19.51).
En el mes Mariano, se debe procurar ver a María en relación con la historia de la salvación, es decir con la celebración del Misterio Pascual de Cristo y del tiempo inaugural de la Iglesia. El mes de mayo coincide con el tiempo Pascual y de Pentecostés. Es el tiempo del encuentro con el Resucitado siempre presente en la Iglesia (Mt 28, 20), y la espera del don del Espíritu Santo.
¿Y usted qué opina?
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MMXI