El apartamento (EUA, 1960) es de aquellas películas difíciles de definir. Se trata del tipo de cine en donde la época y la evolución de la industria, tanto interna como externa, tienen mucho que ver con la manera de elaborar y desarrollar el proyecto cinematográfico que, a pesar de todo, aún en la actualidad logran un gran impacto y una atrayente forma de desenvolver su trama frente al espectador.
La película está protagonizada por Jack Lemmon en el papel de C.C. Baxter, un empleado de oficina que a fin de ganar más dinero y, eventualmente, prosperar en la compañía de seguros en la que trabaja, renta su apartamento a algunos de sus colegas, quienes ven la oportunidad para ocuparlo como lugar de citas.
Durante las primeras escenas se logra establecer definidamente el tipo de personajes que interactúan en la historia; desde luego, el protagonista, Baxter, un hombre ameno, agradable, con buenas intenciones; sus superiores en la empresa, quienes rentan el apartamento a cambio de poner el nombre de Baxter dentro de la lista de posibles candidatos a un ascenso; hasta la soñadora, ingenua y delicada Fran, interpretada por Shirley MacLaine, de quien Baxter se encuentra enamorado.
El tono prevaleciente durante la primera mitad del largometraje es ligero y cómico. Baxter es un hombre promedio, pero nunca común. Un hombre consciente de la fama que se ha creado entre sus vecinos y conocidos, sin intenciones perversas ni hirientes y para quien la meta no es el enriquecimiento monetario, sino más bien el crecimiento personal y profesional.
Una de las virtudes que logra el director y guionista Billy Wilder consiste en combinar un ritmo rápido y ágil entre los personajes durante los momentos indicados, con los espacios serios y de reflexión que facilitan el desarrollo y ritmo indicado para una película como ésta.
Más tarde en la historia, Jeff Sheldrake, interpretado por Fred MacMurray, jefe del departamento en donde labora Baxter, decide entrar al juego de sombras y rentarle el apartamento a su subordinado para sus citas con Fran, colocando al protagonista en una posición comprometedora, no sólo por ser el amigo y enamorado de la operadora de los elevadores, pero también porque sabe que Sheldrake no dejará a su esposa para unirse a Fran.
De este punto en adelante la película lidia con temáticas más serias, en especial desde la perspectiva de Fran, una joven cándida y enamorada que ha sido engañada y quien toma una posición fatalista e irracional del desenvolvimiento de los hechos (el desaire de Sheldrake).
Es entonces cuando el apoyo y unión amistosa entre los dos protagonistas logra su momento más exponencial y significativo. Instante en que la película deja de tratarse de una serie de enredos y diálogo ocurrente e inteligente para dar paso a la reflexión en temáticas como el engaño, el suicidio o la soledad, dejando que sus protagonistas externen sus sentimientos y posturas en lo relacionado al día a día de cualquier persona en su ambiente natural, es decir, se adentra en problemáticas con las que muchos de los espectadores pueden relacionarse y/o que han pasado por ellas.
Así, el gran tino de esta película es un completo y bien engrasado equipo frente y detrás de cámaras; la gracia de los actores y comunicación entre uno y otro en pantalla es resultado del ingenio y labor de Wilder, dejando que el trabajo entre departamentos retroalimente al otro, y a otro, y así sucesivamente.
El apartamento obtuvo 10 nominaciones al premio de la Academia en 1961, ganando el galardón para la mitad de ellas, entre la cuáles se encuentra el de mejor película. Desde entonces la película se ha hecho de una larga lista de seguidores, tanto por su comedia como por su drama, pero en especial por su mensaje que bien puede resumirse de la siguiente manera: Después de que todos los males caen sobre Baxter, su vecino le da este consejo: “Be a mensch” [palabra alemana que significa “ser humano”].Es decir, para que algo sea extraordinario, sólo hace falta “ser humano”.