Existe en ocasiones algo llamativo en alguna franquicia que se lanza al mercado, algo que la hace única y emocionante, un algo que llama la atención del público, que construye una base de seguidores encantados con el concepto, con la historia o con sus protagonistas, que deja su huella en el ambiente en el que se desarrolla (literatura, cine, música, cultura, ciencia), ya sea por su desempeño en la rama o por alguna de sus características relacionadas con tal. Los Juegos del Hambre (EUA, 2012) es uno de esos casos.
La historia se desarrolla en un futuro en donde la nación que hoy conocemos como los Estados Unidos se ha reconstruido, el gobierno mantiene un orden autoritario, represivo, con marcadas distinciones geográficas raciales y económicas, en donde además, como mecanismo de control ideológico-político, celebra anualmente una competencia entre jóvenes (denominados tributos) provenientes de 12 diferentes distritos para pelear por su supervivencia. De esta forma, la premisa, en este caso, lo es todo.
La adaptación a la pantalla grande logra captar la evolución personal y estratégica de la naturaleza de la heroína, Katniss, pero en especial, logra transmitir ese estado de sumisión y enajenación en Panem (la nueva nación) y sus diferentes clases sociales marcadas por los diferentes distritos y su forma de vida, así como el desarrollo del impacto de la competencia de los juegos para los concursantes, sus amigos, su familia y el resto de los ciudadanos.
Por ello, más que hablar de la capacidad de los actores para interpretar a jóvenes que se enfrentan a un proceso de madurez para el que no están listos a afrontar aún, o sobre el trabajo de dirección y la coordinación entre los diferentes departamentos de producción en la labor de crear un futuro a veces decadente y a veces excéntrico, es el trasfondo construido por Suzanne Collins, autora de la trilogía literaria, el mayor aporte de esta historia para el espectador, y también el de mayor impacto.
El tiempo y espacio creado por la autora le da un toque de ciencia ficción al relato, de modo que se establece un interesante eco análogo entre la historia y la realidad actual, sin exactamente poner en evidencia el contexto social que se vive en diferentes partes del mundo en el presente.
Las situaciones a las que se ven forzados los protagonistas: la selección, la separación de la familia, las pruebas, el choque entre los participantes, la competencia misma, lo inminente de la muerte y la necesidad de asesinar como casi única manera de sobrevivir, así como las consecuencias de los actos de los héroes de la historia, son, más que una lección y enseñanza por parte de quienes participan en la realización del proyecto, una puerta abierta hacia la reflexión sobre temas como la amistad, el aislamiento, el poder, la represión, la enajenación, la comunicación y la estrategia.
Katniss, quien por ahora se esfuerza por cumplir con su papel y demostrar solidaridad al mismo tiempo de fortaleza, inicia un viaje emocional de crecimiento personal. La serie de situaciones que se le presentan la obligan tanto a madurar como a reflexionar respecto a su realidad y posición en la cadena social en que vive. Para ella la lucha es personal, su sentimiento de responsabilidad hacia su hermana y su familia es su principal impulsor, su motivo esencial para sobrevivir, pero en el camino conocerá más a fondo un mundo al que poco tenía acceso y del que poco se detenía a pensar.
Así, su relación con Peeta, el otro joven seleccionado de su distrito, Haymitch, Effie o Cinna, los integrantes del equipo encargado de su cuidado y tutoría previos a los juegos, el resto de los tributos y la manera de pensar y vivir de jóvenes provenientes de otros distritos, e incluso su trato indirecto con el resto de los ciudadanos de Panem, irán proveyendo a la protagonista, lo mismo que al espectador, una mirada o un acercamiento al universo creado por la autora, así como de su contraparte en la realidad social del público.
No se trata simplemente de una historia de amor y acción, aunque los incluye, y es mucho más que el inicio de una franquicia. Más allá de la publicidad y la mercadotecnia, “Los Juegos del Hambre” ha despertado interés porque ha apostado por un tipo de relato que se aventura por un escenario tanto posible como plausible; y aunque algunos contextos no se trasladan bien hacia al cine, aunque algunas circunstancias fueran modificadas en el proceso de adaptación para apegarse al modelo de narrativa cinematográfica, la esencia que despierta interés entre jóvenes y adultos hacia este cuento sobre desarrollo humano presente desde el libro, y en la película, son lo que más se agradece a sus realizadores para con el público.
La historia continuará con “En llamas” y “Sinsajo”. Se aprenderán nuevas estrategas, se conocerán nuevos personajes, se desarrollarán más intrigas y se aprenderá más respecto a la rebeldía, al coraje, a la solidaridad, a los conflictos entre las clases sociales, al uso y abuso del poder; y todo ello se espera con ahínco por parte de los seguidores de las novelas, tanto como por los fanáticos de la película.