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Pi, el orden del caos

Diana Miriam Alcántara Meléndez

Pensar en una película cuyo título se refiere a un número matemático, contundentemente remitirá al espectador a imaginar enfrentarse con un lenguaje especializado, matemático y lógico-mental. Pi (EUA, 1998), dirigida por Darren Aronofsky, es un thriller de ciencia ficción en donde un matemático, quien cree que el universo puede ser descifrado a través de esquemas numéricos, busca construir modelos que predigan y formen patrones de la naturaleza aplicados a cualquier situación actual.

El tema que se aborda en esta película trata de la relación lógica entre estos patrones con respecto a la vida cotidiana del individuo. El personaje principal Maximillian Cohen es un hombre desesperado por darle sentido a sus números, y así, los términos referentes a la física y a la razón del hombre se utilizan con ejemplificaciones y explicaciones subjetivas, nunca evidentes pero siempre exactas, apelando a la terminología y significado de las ciencias en un ejercicio práctico realizado a través de cada personaje, cada escena y cada descubrimiento, a lo largo de la película.

Pero entonces, ¿cómo entendemos al número pi? En cierta forma aquel es un lenguaje lúdico, metafórico y subjetivo, porque el personaje principal finalmente no obtiene nada al encontrar el número exacto, termina aniquilando su mente tras darse cuenta que su razón ha llegado al tope, ofreciendo con ello una moraleja sutil para el que mira la película.

Tratándose de un lenguaje simbólico como lo son los números, el resto del largometraje se encuentra plagado de significativos ejemplos de esta naturaleza; como el espiral que explica un ciclo, presente hacia al final de la película y el cual da a entender que incluso los números no son exactos, que los patrones son cambiantes y que una sola respuesta no terminará con todas las interrogantes por igual. Esta explicación se complementa con otras ideas que la refuerzan como es, por ejemplo, cuando el personaje principal sobrecarga de información su computadora y ésta termina por rechazar la cantidad tan abrumadora de datos.

La progresión de la historia también en un punto importante a tratar, así como la manera de presentarla. En un principio se trata de una búsqueda matemática, continúa siendo una obsesión relacionada con el poder, tanto en el sentido religioso y espiritual de algunos de los personajes, como por los empresarios que asedian a Maximillian; finalmente se presenta la explicación fuera de la argumentación central: un momento en que el personaje principal cree la idealización y funcionalidad de las respuestas que se buscan y que terminan convirtiéndose en una carga demasiado pesada de información para la sociedad y los científicos; de alguna manera, las personas no están listas para absorber.

Cada personaje presenta su propio punto de vista respecto a la teoría de la predicción y a la realidad, tanto contextual como matemática. Por un lado encontramos a los religiosos, totalmente apegados a la divinidad y a un salvador, los empresarios en busca de poder y superioridad, el mentor decidido a alejarse de un mundo sobrecargado de datos, e incluso los vecinos, quienes no ven a los números como un conjunto de relaciones sino como un conjunto de preocupaciones.

Pero cada aproximación es tan diferente, tanto como cada individuo puede serlo de sus semejantes; creer o no en algo es una decisión propia. Cuando Maximillian  cree haber encontrado la base de su modelo en el número 116, su maestro responde que se ha convencido de una realidad a través de su propia lógica y certeza, coincidencias; si alguien quiere encontrar una razón, un común, lo hará.

Tal vez el hombre es un ser en busca de una razón, de un patrón, sin embargo, el contexto y las personas siempre son cambiantes. Si se encuentra un modelo se podrá encontrar otro, y otro y otro. En este caso, el matemático de la historia termina confundido por las respuestas que encuentra, dejándolo sólo con más preguntas sin resolver. Lo mismo pasa en la vida diaria de las personas: querer algo, obtenerlo y terminar queriendo más.

El ser humano en busca de una explicación al todo, es uno de los patrones más repetidos de nuestra realidad; pero si el hombre no pusiera en duda su entorno, entonces el hombre no tendría un fin propio.

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