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Percepción cinematográfica

Diana Miriam Alcántara Meléndez

El cine es técnica, arte e industria, todo al mismo tiempo, tan complicado y enriquecedor como cualquier otro arte, pero, por lo mismo, con distintas formas de desarrollo y percepción. La manera en que las personas absorben una película depende de variantes como la educación, el contexto social y cultural, o la forma y la razón por las que una persona se acerca a ella.

Los motivos por los cuales alguien decide ver cine son tan variados como el número de películas que se encuentran al alcance de las personas; razones de entretenimiento, o de interés informativo o educativo; la constante es la capacidad del espectador para absorber e interpretar la información codificada que se le presenta.

El filósofo Marshall McLuhan en su libro “Comprender los medios de Comunicación. Las extensiones del ser humano”, dedica un capítulo al mundo del cine. Para McLuhan el cine supone un nivel de alfabetización, lo que implica que el público pueda y deba acercarse a la cinematografía de la misma manera que aprende a leer, es decir, que aprenda a ver películas. El receptor acepta una línea narrativa o un movimiento de cámara del mismo modo que acepta que la literatura lo transporte a otro mundo, implicando a una y otra arte de manera estrecha.

El autor explica que una persona analfabeta no podrá entender la sintaxis cinematográfica por carecer del conocimiento previo de este concepto; que una personaje salga o entre en pantalla será inexplicable para alguien que no entienda la relación espacio-tiempo de la narrativa, lo mismo que no entendería líneas estructurales de las historias como lo son los saltos del tiempo, un flashback, el  cambio de un escenario a otro e, incluso, el cambio de un día a otro producido en tan sólo segundos.

Esto convierte al cine en una ventana de posibilidades inimaginables. McLuhan cita a Yeats, dramaturgo y poeta irlandés, cuando dice que el cine es un mundo de ideales platónicos, en donde el proyector es un artefacto de proyecciones fantasmales de las cosas. (A reserva de la inclusión del realismo -en la historia-, [y la novela realista con escritores como Dickens], cuyo interés por documentar y representar el quehacer humano revolucionó la forma en que el arte se aproximaba al hombre).

La cantidad de información que una imagen puede contener es más vasta que lo que el ojo humano puede captar en un instante; símbolos, colores y acciones conviviendo en un mismo instante. El cine mudo, por tanto, tiene una diferente formación que la del cine sonoro, cuya revolución tecnológica llega a enriquecer, pero también a  complicar, en el mejor de los sentidos, el mundo de la cinematografía.

La televisión llegó, de igual manera, a cambiar la forma en que las personas perciben las imágenes. Los sentidos fueron aprendiendo la rapidez y la dinámica visuales de este medio, convirtiendo el proceso de transmisión y almacenamiento de información en una dinámica de continuo movimiento de comunicación. La publicidad, el cine, la página impresa, o cualquier otro medio de comunicación, tuvieron la necesidad de adaptarse visualmente. Véase el movimiento de cámara, la forma de una toma o la saturación del color; pero también verbalmente, importando la locución y entonación de los discursos, la rapidez de los chistes o el juego de palabras y referencias culturales en una conversación.

A diferencia de otros medios, el cine y  la televisión permiten ver acciones y reacciones, creando una unión empática entre medio y espectador y provocando que las artes visuales comenzaran a preocuparse por satisfacer las emociones del espectador como primera necesidad, induciéndolo a sentir la vivencia del personaje. Por ejemplo, el público que ve una película romántica no sólo es partícipe del momento en que el protagonista pide matrimonio a su amada, también se siente incluido durante la reacción de ella tras la propuesta; en una película de terror el espectador no sólo anticipa el momento en que el cazador acecha a su presa, también absorbe la reacción de la presa al darse cuenta de ser la víctima de su persecutor.

El cine es por tanto una caja llena de información, a través de sonidos e imágenes, que implican no sólo lo evidente, sino también el subtexto de su naturaleza. Ejemplo de ello son los símbolos, las analogías, las ideas y los mensajes representados de diferentes formas en una película, ya sea en forma de diálogo, una mueca, un color, un decorado, una melodía o una secuencia fílmica.

Aunque el libro de McLuhan se publica por primera vez en 1964, el autor prevé ya la rivalidad entre literatura-cine-televisión, expresando que: “el espectador de cine está sentado en la soledad psicológica”, a diferencia de la televisión, medio de socialización comunal, o los libros y su silenciosa relación con sus lectores. Veía también lo cercano de la evolución tecnológica al alcance de las masas y la aparición de los dispositivos de almacenamiento de información y cómo éstos cambiarían la forma de ver el cine, permitiendo que una persona pudiera ver una película en cualquier parte que quisiera y no exclusivamente en una sala de cine, modificando, una vez más, la percepción del espectador respecto a la cinematografía.

De esta manera el cine no puede simplemente tomar modelos o patrones a seguir, sino más bien debe analizar su entorno y el comportamiento de su consumidor, no con el fin de satisfacerlo y complacerlo, sino de enriquecerle y convivir con él, alimentando simbióticamente su desarrollo, participando, de manera consciente, en su misma evolución.

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