Algunas películas encuentran la fórmula para combinar elementos básicos de la narrativa junto con un paquete de entretenimiento carismático y alegre a fin de obtener un producto disfrutable para la audiencia, sin pretensiones. Como ejemplo de ello se encuentra Sherlock Jr. o El joven Sherlock Holmes, de 1924, película muda, sencilla y divertida de tan sólo 44 minutos, coproducida, dirigida y estelarizada por el cómico estadounidense Buster Keaton.
La película es original y fresca; utiliza cada escena con un propósito y experimenta con una historia sencilla pero accesible. Keaton interpreta a un joven que trabaja en un cine y que al mismo tiempo se prepara para convertirse en detective; cuando un objeto desaparece de la casa de su amada y el protagonista es falsamente acusado de ser el responsable del robo, el joven se propone resolver el caso y recobrar la confianza de la chica.
De allí en adelante el proyecto comienza a arriesgarse en dos rubros principales. El primero es en el área de la comedia, con una serie de momentos relajados, como cuando el personaje principal intenta juntar dinero para poder comprar un regalo, o con una serie de dinámicas acrobáticas que apelan a la comedia física de la época, llena de distintas aventuras alocadas realizadas por los mismos actores, en este caso, por ejemplo, cuando el protagonista huye de sus perseguidores brincando sobre los vagones del tren y cayendo del brazo de un contenedor de agua.
Pero es el segundo rubro el más significativo, el relacionado con la narrativa y el desarrollo de la historia. En un punto de la película el personaje interpretado por Keaton, un proyeccionista de películas, se queda dormido durante la proyección de un filme en el cine en el que trabaja; en su sueño el joven se adentra a la proyección en pantalla y se ve como el protagonista detective resolviendo el misterio de las perlas perdidas, convirtiéndose sus conocidos de la vida real en los otros personajes de la historia ficticia.
El concepto de un sueño dentro de la historia e incluso el de una película dentro de la película es un tanto surrealista; su complejidad convierte el relato en un estudio de la mente y el funcionamiento de ésta en cuanto a los sueños. La combinación fantasía-realidad junto con el funcionamiento de la mente, así como la dualidad en la película misma con dos historias independientes pero interconectadas, en este caso: la del empleado de cine acusado de robar un reloj y la del detective resolviendo el caso de las perlas perdidas.
Este tipo de experimentos cinematográficos hacen que la película sea aún más significativa, por su comedia y por su contenido. En 1991 el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos, a través de su Biblioteca del Congreso, seleccionó la película para ser preservada dado su “significativo aporte histórico, cultural y estético”.
Para la época en la que fue lanzada, el éxito de la misma era mínimo comparado con el legado que representa en la actualidad para la historia de la cinematografía. Afortunadamente, el material puede aún sorprender a las audiencias. Como la divertida secuencia en la que Keaton transita por las calles montado en el frente de una motocicleta sin darse cuenta que ésta no lleva un conductor que la dirija e, inocentemente, le va diciendo al inexistente conductor que tenga cuidado mientras maneja. O aquella secuencia final en la que, a fin de ganar de nuevo el afecto de su novia, Keaton comienza a copiar los movimientos de cortejo que aparecen en la pantalla de cine detrás de él.
Apelando a la imaginativa y creatividad del espectador, los realizadores deciden dar las herramientas necesarias para entender la historia, sin trucos ni explicaciones, a fin de que las personas piensen e imaginen de la misma manera que los personajes dentro de la historia; la forma de lograr esto fue, en efecto, imaginativa y creativa por parte de quienes hicieron la película. Keaton decidió llevar a cabo todas sus acrobacias; otros trucos más de magia y destreza se utilizaron para hacer cada movimiento, secuencia y chiste lo más natural posible. Es resultado es un trabajo detallado, limpio y dinámico.
El proyecto en su totalidad es suma del trabajo realizado por todos los que participaron en él. Mucho crédito debe darse al operador de cámara y cinematógrafo Byron Houck, así como a Joseph M. Schenck, el otro productor de la película, y a Clyde Bruckman, Jean Havez y Joseph A. Mitchell, encargados de la historia y guión de la cinta.
La película es tanto artística como históricamente relevante, pero, en el desarrollo cinematográfico, lo es aún más. Con un toque de originalidad y frescura que es difícil encontrar en las comedias actuales, pero además dando pie a una gama de posibilidades dentro del cine tanto en imagen como en historia, “El joven Sherlock Holmes” es referencia esencial para los amantes del cine.
Ficha técnica: Sherlock Jr.