Los relatos distópicos dan la oportunidad de contar temáticas actuales y ambientarlas en mundos fantásticos, irreales, exagerados, apocalípticos, supuestos que se estructuran a partir de fenómenos relacionados con el contexto sociocultural en que se crean. La tecnología, la burocracia dentro del sistema de organización social y la insatisfacción con ella o la tolerancia social son algunos de los temas recurrentes en este tipo de universos creados; Brasil retoma estos puntos para su desarrollo y ambientación. Terry Gilliam dirige y coescribe la película, misma que fue nominada a dos premios Óscar, uno por mejor guión original y otro por mejor dirección de arte.
En esta historia, Sam Lowry (Jonathan Pryce) es un empleado de escritorio que trabaja en un departamento del gobierno encargado de procesar información; obsesionado con la mujer con la que constantemente sueña, Sam se ve envuelto en una serie de errores administrativos relacionados con ataques terroristas que lo llevarán en un ir y venir burocrático que terminará por hacerlo objeto de sospechas para quienes trabaja.
Si bien el motivador para el protagonista es encontrar y proteger a la chica de sus sueños, la película no es exactamente una historia de amor. La situación que vive es el detonante que lo llevará a moverse dentro del sistema en el que trabaja, ya sea para aspirar a un mejor puesto o para analizar la información que le llega a sus manos con el fin de conectar las pistas que develen un mayor misterio; todo ello permitirá mostrar las diferentes fases burocráticas del medio de organización en el que los personajes viven, un régimen muy relacionado con la forma estructural de división y ejecución de trabajo dentro del sistema económico que se vive en la realidad actual. La película tiene casi 30 años de haberse estrenado y pareciera que la movilidad administrativa y la relación institución-ciudadano sigue siendo, en muchos niveles, la misma de siempre, accidentada y errática.
La forma distópica permite la crítica satírica del tipo de orden distributivo dentro de una organización; el papeleo, el llenado de formatos, las firmas obligatorias, los contratos, la constante vuelta entre departamentos, todo a fin de lograr algo que parece debería ser sencillo. En la película, por ejemplo, la mujer que Sam persigue es una de las vecinas del hombre erróneamente arrestado por terrorismo (y todo por culpa de un absurdo error), sin embargo, cuando ella decide reportar el error, la lista de documentos que tiene que llenar es interminable, y una vez que tiene los formularios listos, un departamento la manda al cubículo que acaba de visitar, quienes la mandaron a dicho departamento, es decir, que nadie le da respuesta y se la pasa de un lado a otro sin lograr que la atiendan, que le presten atención, menos que resuelvan el problema.
Brazil se toma las libertades creativas para exagerar y satirizar otras situaciones sociales, como el terrorismo, la convivencia y las normas sociales aceptables, la búsqueda por la perfección física externa y la vanidad, entre otros absurdos del modelo de organización dentro de las empresas, desde los espacios de trabajo, cubículos minúsculos o tarjetas de identificación, hasta el nepotismo para crecer dentro del esquema laboral.
Para ello los realizadores combinan realidad con fantasía. Sam escapa de su rutina gracias a su ideal mundo de sueños, ahí imagina que vuela y se aleja del sistema y de la tecnología, imagina que sobrepasa al poder y la división de clases sociales, que la chica de sus sueños siente lo mismo por él, se imagina ser el héroe de su propia historia, incluso si en la cotidianeidad no hace nada para realmente lograrlo, al contrario, en el mundo real Sam hace el menor esfuerzo posible, se conforma, se limita y lo hace porque su contexto así lo moldea. El personaje crece con sus aventuras y con las motivaciones que llegan a su vida para convertirse en un hombre que decide, a su manera, levantarse en contra del sistema, turbarlo y acentuar sus errores.
Estos errores incluyen el enfoque relacionado con el tema de la tecnología, otra de las constantes en la historia. Sus fallas son motivo recurrente durante el relato. Los errores hacen notar la forma en la que la sociedad depende de las máquinas y de las consecuencias que se sufren ante el mal funcionamiento de éstas, comenzando por el error que manda al hombre equivocado a ser arrestado, evento que desata el resto de la historia (¿error humano, error de la máquina o la combinación de ambos?).
La película se permite en este y en muchos otros aspectos una perspectiva amplia de una sociedad en estado de paranoia que apenas se da cuenta de ello a través de la visión de un hombre atrapado en el medio de todo, que se limita a soñar, a apagar su mente y a dejarla refugiarse en una fantasía llena de simbolismos que hacen referencia a su vida diaria pero que realmente no le satisfacen, aunque al final sean su única forma de protección en contra de las atrocidades del mismo ambiente que le rodea y del totalitarismo en el que vive. Nada ajeno a la enajenación que padecen miles y que sobreviven justamente así, apagando su mente, asumiendo una postura dócil y sumisa, pero que se refugian en fantasías e ilusiones de todo tipo.
Ficha técnica: Brasil