Un experimento de comunicación cinematográfica, una película sin escenarios, actores ni diálogos, un proyecto realizado bajo una tesis sobre la imagen como lenguaje cinematográfico. Dziga Vertov, el cineasta detrás del experimento, convoca con éste una serie de imágenes cuya narrativa visual está llena de significado evocativo, trayendo consigo historias sobre la conectividad humana y la vida misma, la realidad pulsante que late en cada momento, nos detengamos a mirarla o no.
El experimento, en formato documental, trata de un hombre quien con su cámara se dedica a captar la vida diaria de un día cualquiera en la, entonces, Unión Soviética; el proceso de filmación, edición, e incluso presentación en pantalla del trabajo fílmico recolectado, es parte de las escenas que conforman la película. El hilo conductor es precisamente el hombre de la cámara, pero la historia tiene un inicio y un final que se estructura gracias al poder de la imagen como tal. La estructura del relato es una selección de imágenes puestas en un orden específico cuyo montaje y contenido representan algo. La película habla del todo, de la vida, de la gente, de la realidad y cotidianidad en la que vivimos las personas y lo poéticamente bello y trascendental que cada momento significa para una persona.
La película inicia con el despertar del día, con las primeras horas de la mañana, para avanzar al movimiento laboral y habitual de los habitantes de una ciudad; la cámara se detiene a mirar, a observar, a las personas, los movimientos de la ciudad, su transporte público, su estructura, su clima, su ambiente, su gente; la cámara se detiene mientras deja que el mundo siga su curso. Conforme progresa, el documental se toma el tiempo para contemplar elementos de diversidad, por ejemplo gente trabajando, o riendo, jugando, caminando, descansando, platicando, etc.
El resultado del proyecto es distinto para cada persona que lo ve, pero esa misma razón lo hace sobresaliente, original. La planeación y filmación son elementos importantes del experimento, pero es su construcción en el cuarto de edición el momento clave de éste. La progresión narrativa de la historia tiene una lógica propia delineada por un discurso temático, que es la intención misma del proyecto como experimento de comunicación cuyo vehículo sea la imagen en movimiento, la cinematografía.
Por ejemplo, hay una secuencia donde una pareja llega a pedir un acta de matrimonio, poco después se ve a otra pareja, pero ellos van por un acta de divorcio, a éstas le siguen imágenes de una boda, de un funeral y de un nacimiento. Es evidente ver los contrastes de los que habla el autor a través de la secuencia, pero al mismo tiempo su significado tiene diferentes ecos de interpretación, ya sea de ámbito social, personal, o de pareja, por ejemplo. El análisis de cada fragmento de la película puede hacerse desde una perspectiva diferente, social, económica, política e incluso psicológica, por mencionar algunos, y ello es lo más gratificante de la experiencia del experimento.
Incluso el inicio y final son parte del ciclo que encierra la película. Gente reunida en un teatro viendo el documental y una cámara, en pantalla, presentándose a sí misma como conector entre cinematografía y espectador. Estos momentos son parte metafórica de la mirada que se le da al séptimo arte como medio de expresión, creador y exponente de historias y de ideas, de imágenes en movimiento y cómo éstas son reflejo de la realidad.
Vertov, como realizador, estaba en contra de la "puesta en escena", creía en un cine sin ataduras, por así decirlo, de allí la razón por la que la explicación de la naturaleza de la idea sea explícita en la introducción de la película. Para el cineasta este tipo de cine era una forma (su forma) de capturar la realidad, de reflejar la situación de su entorno y permitir con ello que este tipo de películas fueran una herramienta para "despertar" a las personas, hacerlos ver su "realidad".
El eje básico del proyecto es la utilización de la imagen como motor visual de historias; la forma en la que el documental logra decir algo relevante acerca de las personas en su contexto a través de su contenido visual es el ideal de cualquier historia o proyecto audiovisual. Transmitir, hablar y entender por medio de imágenes es el cometido de la cinematografía y “El hombre de la cámara” es un buen ejemplo de cómo ello se logra.
La película habla del lenguaje propio de la cinematografía y con ello abre puerta a la experimentación dentro de la rama, no solo respecto a la forma en que se plantea el cine, también en cuanto a la técnica de filmación o de edición.
El proyecto permite un acercamiento al proceso de hacer películas, pero se acerca también a la forma en que la imagen es tratada por parte del cineasta, ya sea su propio acercamiento con su objeto de estudio, o su relación con su herramienta para hacerlo, la cámara. De esta manera “El hombre de la cámara” habla de la construcción de la imagen en diferentes niveles: la del realizador, la del espectador o la del personaje del otro lado de la cámara. Actores o no actores, la sola presencia de una lente que mira ha cambiado la forma en la que la gente vive, la forma en la que se comporta, piensa, entiende y se relaciona.
Ficha técnica: El hombre de la cámara