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Los viajes de Sullivan

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

“Siempre fui rebelde y, probablemente, podría haber llegado mucho más lejos si hubiera cambiado de actitud. Pero cuando lo piensas bien, he llegado lo suficientemente lejos sin el cambio de actitud. Estoy feliz con eso.”         Verónica Lake


Los viajes de Sullivan (Sullivan’s travels), escrita y dirigida por Preston Sturges, trata de un director de cine que quiere enfocarse a realizar películas serias,  que reflejen al mundo real y a las personas comunes; presionado por los ejecutivos para hacer una comedia, Sullivan (interpretado por Joel McCrea) logra acordar con ellos realizar un trabajo de investigación de campo en el que éste salga al mundo real y se haga pasar por un pordiosero para aprender de la vida en la calle y los problemas de la gente común; en el camino se encuentra con una joven aspirante a actriz (Verónica Lake) quien decide ayudarle a completar su misión mientras ambos se ven envueltos en aventuras y otras circunstancias, tanto divertidas, por la naturaleza propia del experimento, como trágicas, por la misma razón.

Existen dos ejes principales de discurso que se desarrollan durante la película: el primero es el mundo de la cinematografía y cómo la industria opera; el segundo es la realidad de la diferencia de clases y de conflictos sociales que cualquier sociedad tiene en sí.

Durante la historia los personajes hablan de por qué se hacen películas y para qué. El director sostiene que las películas son espacios donde se puede reflejar a la sociedad, donde se puede aprender de ella y estudiarse, es un espacio para el mundo; según su perspectiva (y cansado de realizar historias sobre escapistas y aventureros cuyos personajes realizan increíbles hazañas y maniobras acrobáticas), las películas son para contar historias reales y deben ser serias. Hacia el final de la historia, cuando eventos desafortunados lo llevan a quedarse sin nada ni nadie a quien pedir apoyo, es una película de comedia lo que le impulsa a seguir viviendo y luchando, a seguir con la esperanza de que hay una solución para sus problemas. ¿Son entonces mejores las películas alegres y amenas? ¿Es que todas las películas serias deben exclusivamente reflejar la realidad social, es que para eso están hechas? No, y de eso se trata esta historia.

El proyecto mismo va de la comedia al drama, sin caer en la sobre exposición de ninguno de los dos rubros, pero más importante, la película puede ser entretenida y disfrutable al tiempo que trata temas serios y habla de lecciones de vida; ese es el gran mensaje que ofrece “Los viajes de Sullivan”. Las películas pueden ser serias en sus historias pero eso no significa que el mundo rotundamente deja de ser cómico una que otra vez, al mismo tiempo la comedia y las risas no significan que una historia no tenga algo serio que decir. Allí entra la reflexión sobre el por qué se hacen películas, o el para qué se hacen, incluso el por qué la gente mira el cine. El arte cinematográfico puede ser cultural, educativo, de entretenimiento o de estudio social al grado que quiera serlo, porque las historias en el cine ofrecen una variedad de temas, de personajes, de formatos y de oportunidades, no tiene nada de malo acercarse al cine para entender una historia de vida, trágica o dramática, o dura o real, como no tiene nada de malo acercarse al cine para pasar un rato alegre y divertido. ¿Por qué un director (o un productor o un actor, por ejemplo) elegiría realizar proyectos variados, a veces más serios, más dramáticos, más cómicos, románticos o aventureros? Porque hay que ser dinámico en el proceso y en la profesión, porque hay que aprender lo mejor y lo peor de cada género, de la misma manera que el público lo hace cuando mira una u otra película.

Esta historia es ejemplo de tal discurso. El protagonista puede realizar un viaje de autodescubrimiento donde su vida entre la gente pobre le enseñara a apreciar lo que tiene y lo que no tiene, pero la película no termina ahí, permite a sus personajes, y por extensión al espectador, preguntarse sobre la importancia de aprender de los errores, a valorar lo que se quiere y por qué se quiere, a entender las razones por las que uno mismo hace lo que hace, qué le  motiva y a dónde quiere llegar.

Ello lleva al segundo importante tema que aborda la película: las clases sociales y cómo, a pesar de las marcadas diferencias entre una y otra forma de organización y nivel social, no son detonante en el comportamiento o actuar de una persona. En un punto al inicio de la historia el protagonista pide a sus empleados le consigan ropa de estilo pordiosero para poder hacerse pasar por una persona pobre, a lo que uno de estos personajes le responde que el ser rico o ser pobre no es algo que deba ser encasillado ni menospreciado, una persona rica haciéndose pasara por alguien que no tiene dinero no es una acción admirable ni enaltecida, menos aún si esta persona va con prejuicios y expectativas ya preestablecidas de lo que los otros son, en especial porque al final la acción no deja de ser un experimento pasajero en donde el personaje volverá eventualmente a su cómoda vida.

En la vida hay todo tipo de gente en todo tipo de lugares. Sullivan, disfrazado de pobre, vive dos experiencias que lo demuestran: la primera es cuando una joven, sin conocerlo, le ofrece comprarle un desayuno por simple solidaridad; en el lado opuesto está un evento que sucede hacia la segunda mitad de la historia, cuando el protagonista regresa a los lugares frecuentados por gente pobre y comienza a regalar dinero a estas personas, sólo para verse atacado por uno de ellos, un hombre que al darse cuenta de las acciones del director (disfrazado de pordiosero) decide robarle el dinero para quedárselo él.

Al final del relato el espectador podrá preguntarse qué aprendieron los personajes y si realmente cambiaron. ¿La experiencia los hará más tolerantes consigo mismos y con los demás (ya sea en el tema de la diferencia de clases o en el tema de la industria cinematográfica)? Que las personas, a través del relato, logren ponerse en los zapatos del otro (y no sólo del protagonista, sino también del resto de los personajes) y preguntarse qué habrían hecho en su lugar, es el mejor regalo que una película como esta puede ofrecer; además de, tal vez, enseñarles algo, entretenerles, divertirles, hacerles reír o hacerles llorar. Después de todo el cine es reflejo de la realidad, construcción de escenarios potencialmente verídicos y medio de entretenimiento.

Ficha técnica: Sullivan's Travels - Los viajes de Sullivan

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