“La mejor manera de volverse completamente loco es decir, bien, vamos a hacer una película para cambiar la sociedad”. Costa-Gavras
Costa Gavras (Konstantinos Gavras) nació el 12 de febrero de 1933, en Loutra-Iraias, Grecia. Como director, sus proyectos se encaminan a explorar la realidad social, siendo crítico y analítico de la sociedad actual, contemporánea, su organización y sus políticas públicas; sus objetos de análisis transitan tanto en el mundo capitalista como en el llamado socialismo real y, en varias ocasiones, sus filmes abordan indirectamente sucesos reales acontecidos a políticos y luchadores sociales, o a simples ciudadanos a quienes el sistema burocrático militar de cualquier signo ideológico reprime brutalmente por no coincidir con la forma de pensamiento y las políticas económicas imperantes.
Gavras, tras estudiar literatura en París, se integra a las filas del Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC), donde funge como ayudante de realizadores como Jacques Demy y René Clément. Son esas conexiones las que le permiten aprender de las posibilidades artísticas y técnicas que el cine ofrece, pero principalmente, lo que le abre las puertas para ir conociendo gente que comparte sus intereses y la inquietud por contar historias relacionadas con el contexto socioeconómico que se vive alrededor del mundo. Historias trágicas y dramáticas, crudas e intrigantes, historias con personajes multidimensionales cuyas diversas características los hacen inconformes, críticos, vulnerables, necios, decididos, rígidos, confiables o cobardes, personas reales que ejemplifican con sus acciones, sus decisiones y su forma de enfrentar la vida las preocupaciones existenciales detrás de la organización económica, política y social de su propia realidad y con las respectivas fallas y aciertos con que los sistemas de organización se desenvuelven, mismos que afectan, directa e indirectamente, la forma de vida, de decisión y de acción de las personas, sobredeterminando sus condiciones de vida y de trabajo.
El autor se muestra siempre preocupado por la afectación que el ser humano sufre en su cotidiana existencia como consecuencia del carácter burocrático, de afanes absolutistas y autoritarios que los sistemas políticos han adquirido en las diferentes regiones del mundo, independientemente de la naturaleza jurídica que adopten, así como del factor incertidumbre, siempre presente, que puede provocar consecuencias imprevisibles en la evolución de los acontecimientos.
Su primera película, por ejemplo, Crimen en el coche cama - Compartiment tueurs (Francia, 1965), basada en la novela escrita por Sébastien Japrisot, es un thriller de misterio sobre un asesinato en un tren; seis pasajeros se ven envueltos en la extraña situación de encontrar el cuerpo de una mujer muerta al llegar a su destino; la policía investiga el caso, sospechando de cada uno de los pasajeros, pero entonces ellos, uno a uno, comienzan a ser asesinados. ¿Qué vincula a los involucrados? y ¿cuál es la causa de los fallecimientos? son sólo algunas interrogantes que surgen en la mente del espectador.
Tal proyecto, previo a la película Z (Francia-Argelia, 1969), drama político sobre el asesinato de un líder de izquierda, encubierto por las autoridades y disfrazado como un accidente, es, junto con el resto de la filmografía de este director, ejemplo de historias complejas trazadas bajo una perspectiva que invita a la reflexión: ¿qué motiva a los personajes? y ¿cómo justificar juzgarlos o etiquetarles como personas buenas o malas si su realidad, opinión, perspectiva y lógica obedecen a las experiencias de su propia formación? La complejidad recae en que su juicio es verdadero para esos personajes de acuerdo con las circunstancias que les toca vivir; el espectador no puede simplemente verlos como un calificativo unidimensional y cuadrado, porque la gente, en la vida real, tampoco lo es.
Las temáticas de las películas de Gavras han creado (o crearon en su momento) cierta crítica hacia él, acusándolo con severidad sobre un supuesto favoritismo ante posturas e ideologías políticas y/o levantando falsedades respecto a otros, pero su trabajo, en la realidad, argumenta un sustento crítico y objetivo, más de lo que en la superficie pudiera parecer, ofreciendo una visión descriptiva y de denuncia de los contextos sociales, levantando preguntas y propiciando reflexiones ante la realidad que rodea esas mismas corrientes de pensamiento, incluyendo y subrayando aquellas fallas que les envuelven. Películas como Desaparecido (EUA, 1982), El cuarto poder (EUA, 1997), Estado de sitio (Francia-Italia-Alemania Occidental, 1972), Amén (Francia-Alemania-Rumania, 2002), El Capital (Francia, 2012), La confesión (Francia-Italia, 1970) o Music box (EUA, 1989), por mencionar algunos ejemplos.
Abordando principalmente temas políticos, sobre la injusticia, el autoritarismo, las leyes, la opresión, la violencia, el poder burocrático, o la forma en que la sociedad se corroe a sí misma, las películas de Gavras son una forma de entender comportamientos para identificar errores, de actitud y de organización, para acercarse a la esencia del ser humano, para explorar la miseria de su existencia en un mundo donde el miedo y el control son una constante. Son también ejemplo del espíritu de lucha y liberación que caracterizan al hombre ante las injusticias que observa, que vive, que siente, siempre abiertos, si se decide pelear, al cambio, a la denuncia, a la crítica y a la rebelión. El director, con sus historias, refleja una serie de problemáticas sociales y realidades imperfectas, tal cual el mundo y el hombre son, ofreciendo, con su trabajo, una mirada detallada y atenta de las vicisitudes que ocurren en diferentes regiones y países a lo largo y ancho del mundo. Proyectos significativos, relevantes y trascendentes que combinan acertadamente discurso crítico, narrativa ágil y construcción fílmica intrigante, sacando provecho de la mejor manera de las posibilidades que el arte cinematográfico ofrece, tanto para aquellos dedicados al cine como para quienes tienen el interés de acercarse a él.