@@CLIMA@@

Después de Lucía

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Existen películas que son serias y se pretenden realistas en el sentido que su dureza y dramatismo proviene del interés de reflejar la realidad social del mundo en el que existe. Después de Lucía (México, 2012) es de ese tipo de historias, crudas, reales y con el firme propósito de mostrar un tipo de vida, las de sus personajes, existiendo en un mundo ordinario, donde puede haber bondad pero también crueldad.

La historia comienza cuando Alejandra y su padre se mudan a una nueva ciudad luego de la muerte, en un accidente automovilístico, de la madre y esposa de la familia. Unidos por la solidaridad y la pérdida, la vida continúa sin una verdadera adaptación, entiéndase asimilación de lo sucedido. Entonces, tras una fiesta con sus amigos, Alejandra tiene relaciones sexuales con un compañero, encuentro que él graba en su teléfono,  video que después circula en la red, volviendo a la joven blanco de burlas por parte de sus supuestos amigos y demás compañeros. Una dinámica que crece en brutalidad. Ellos la humillan y abusan, física y verbalmente. Hasta que durante un viaje escolar, Alejandra desaparece y su padre entonces se entera, en parte, de lo que estaba sucediendo a su hija.

El elemento dramático con contenido crítico y reflexivo, es decir, la parte más importante e interesante del discurso que la historia aborda, es la dinámica de abuso y sumisión entre la protagonista y sus compañeros de escuela; un tema real y actual que crece en intensidad y profundidad alrededor del mundo y que afecta el desarrollo de miles de personas. La forma en que la historia refleja esta situación es una ventana para describir el tipo de escenarios a los que se enfrentan jóvenes en la escuela contemporánea, caracterizada por el vacío de sus contenidos y el autoritarismo en su conducción, así como la forma en que ello afecta su autoestima, comportamiento, mentalidad, relaciones personales y desarrollo bio-psico-social.

La película, sin embargo, tarda mucho tiempo en llegar al punto central de su contenido, deambulando por largos periodos en un dramatismo evidente y una serie de escenas que pretenden crear la atmósfera pasiva y nostálgica, de cambio forzado, triste y solitario, que viven los personajes.

Michel Franco, director y escritor del proyecto, elige un tipo de manufactura, un tipo de cine, observador y tranquilo, una realidad en bruto, directa, ordinaria y sin filtros de distorsión. Este género y su técnica pueden servir para alimentar a la historia del tono necesario para la seriedad de sus temas y, en este caso, hablar de la afectación psicológica que la situación deja sobre la protagonista, con un subtexto bien recibido; no obstante, al presentar una historia en la que el espectador mira a la distancia los sucesos, parece ser que la realidad está acomodada para engañar a propósito, forzándola y abusando de ella. Las escenas que se limitan a mirar a los personajes en su existencia, a veces ofrecen una perspectiva íntima y otras, como en este caso (en especial durante la primera hora de la película), circulan en lo tedioso, confundiendo la cotidianeidad de la vida de los personajes con el excesivo simplismo narrativo.

Los personajes principales en su esencia son complejos y tienen dimensiones (emocionales) por su trazo y naturaleza. Sus matices vienen de la mano de la falta de habilidad de ambos (padre e hija) para comunicarse, para adaptarse, para superar su duelo y para asimilar su realidad. Él escapa en negación, despreocupándose de sus alrededores y creyendo que el mundo (que cree para otros es perfecto) sigue su camino alejado de su atmósfera; ella, por su parte, calla, calla todo lo que vive, piensa, le preocupa, le intimida o le atrae. Ambos comparten una serie de sentimientos de tristeza, furia, culpa y resentimiento que no saben cómo sacar al exterior, provocando que Alejandra (en especial a partir de los sucesos que resultan por el video grabado) entre en un conflicto interno de decepción y frustración, desencanto y dejadez.

Finalmente la historia retoma las reacciones de estos dos personajes respecto a su realidad: la joven huyendo hacia el pasado que anhela y al lugar en el que se siente segura (la ciudad en la que antes vivían) y su padre advirtiendo una venganza catártica en contra del joven responsable de la desaparición y,  piensa él, probable muerte de su hija.

Atinada en su tratamiento y temática principal, pero a veces difusa por su ambigüedad, la película tiene un trasfondo que tiene mucho que decir y mucho que reflejar. Por su esencia argumental y la realidad tan provocadora y brutal que envuelve el caso de intimidación y abuso que aborda, es certera y elocuente, pero, en su estructura y desarrollo, pierde tiempo en enfocarse y profundizar su objetivo y propósito. Es como si el mayor acierto de la historia fuera precisamente su crudeza, algo que puede ser tan bueno como malo. El proyecto puede acertar en hablar claramente de una verdad, pero al mismo tiempo perder la oportunidad de hablar de las consecuencias, secuelas, resultados, repercusiones y posibles soluciones. Lo importante no sólo es el hecho, es también el eco que rodea al hecho.

Por muy descriptivo, eficiente y funcional que sea el retrato de los personajes, incluso la venganza respecto al trato agresivo hacia Alejandra, tal cual se presenta en la historia en su tercer acto y resolución, las reacciones y soluciones (cualquiera que sean, positivas, negativas, acertadas o equivocadas, justas o impunes), suceden fuera de la historia, fuera de cámara y fuera de la propia realidad presentada en el relato. Momentos significativos que probablemente empatan en importancia y fuerza narrativa con los sucesos clave que se presentan en la historia. Si la representación del trato cruel se considera suficiente para esta película, entonces es justo decir que aunque correcta, sólida y bien representada, la historia en el fondo es simplemente arquetípica; puede cumplir sin particularmente destacar.

Ficha técnica: Después de Lucía

Fotos más vistas en 15 días