Lo que puede resultar más interesante al darle una mirada a la biografía de ciertas personalidades de la historia es poder comprender cómo su pasado y formación los impulsó a ser, pensar y comportarse de la manera que lo hicieron, es trazar una línea que permita comprender actitud, personalidad y educación y asimilarla en relación con la persona que públicamente el mundo conoce.
Eso es lo que ofrece esta historia cinematográfica, una exploración narrativamente fragmentada que se adentra en los años previos a la fama musical de la cantante francesa Edith Piaf, así como en su paso por el éxito que alcanzó en el ramo. La vida en rosa (Francia-República Checa-Reino Unido, 2007) recorre la vida de Edith desde su infancia, cuando fue abandonada por su padre y madre, su adolescencia, cuando es descubierta en las calles de Francia por Louis Leplée, su posterior ascenso a la fama y reconocimiento, culminando con sus años de deterioro físico y emocional que la llevaron hasta la muerte.
Es la cruda vida que debió pasar lo que la hizo quien era; Edith, según se ve en la película, no siempre era amada, su propia familia prefería abandonarla, aunque justificara que era para buscar dinero que los sostuviera económicamente, y cuando encontraba apoyo y cariño (como el tiempo que pasó con su abuela paterna en el burdel que ella administraba, donde convivió encariñada con algunas de las mujeres del lugar), era eventualmente arrebatada de sus lazos, para terminar de nuevo aislada y añorando cariño.
Estas experiencias la empujan a ser desmedidamente despreocupada, fiestera y demasiado libre (aunque claramente con su propio ácido o sarcástico sentido del humor); no hubo quien le pusiera reglas y, con el tiempo, no sabe cómo vivir, algo que cambia un poco cuando es enviada a recibir lecciones reales de canto por el músico y letrista Raymond Asso (siendo este el momento real en el que Piaf deja de ser una joven con buena voz y se convierte en una verdadera cantante). Edith queda impresionada que le digan que no es realmente tan buena como todos se lo han hecho creer; y aunque tal vez el cómo se le haya instruido no haya sido la mejor forma de hacerla entender la lección (disciplina dura, tal vez demasiado dura), el aprendizaje fue vital para convertirla en una leyenda de la música.
Debes interpretar, le dice su instructor, una significativa instrucción para comprender al mundo artístico. Los cantantes no sólo deben saber de tonos, melodías y afinación, los cantantes deben educar su voz a la par que deben saber interpretar; ello es lo que le dicen a Edith, que debe entender lo que dice la letra de sus canciones para poder sentirlas al cantar. El momento es crucial para la joven, que desde entonces se convierte en una verdadera figura de la música, encontrando en el camino reconocimiento y libertad de expresión.
¿Qué significa para Edith su voz? Supervivencia en algunas ocasiones, triunfo y talento otras veces. Es como si ella reconociera que su habilidad vocal es lo mejor de sí misma y al mismo tiempo una maldición. Encuentra en el camino explotación, como cuando debe cantar por dinero en las calles de Francia, pero también trabajo y éxito, como cuando se encuentra presentándose en diferentes escenarios alrededor del mundo, siendo felicitada por otras personalidades del ambiente artístico. Pero es esa inconsistencia, de a veces verse explotada como un objeto y en ocasiones sintiéndose una inalcanzable estrella, lo que la vuelve también inconsistente a ella misma. La tragedia en su vida y verse deambulando entre el éxito y la dificultad para alcanzarlo son los momentos que marcan su camino, una vida que la protagonista pocas veces logra disfrutar por completo, a raíz de la separación y/o las muertes de seres queridos, que poco a poco la llevan a una autodestrucción prolongada.
Dividida en secciones fragmentadas a partir del año 1918 a 1963, cuando Piaf muere, la historia va develando poco a poco el proceso de vida de esta cantante, cambiando perspectiva temporal y ofreciendo con ello un interesante (aunque a veces enredado e incompleto) acercamiento a decisiones y consecuencias en su vida, tanto en triunfos como en dolorosas pérdidas: la de su padre, la de sus amigos o la de sus amores (el boxeador Marcel Cerdan, quien muere en un accidente aéreo, por ejemplo), un distanciamiento muchas veces producto de la propia inestabilidad de Piaf y su empeño, inconsciente o no, por alejar a las personas.
Tal vez la cantante sentía que no valía nada, algo que podría explicarse causado por el ambiente brutal en que vivió y el maltrato y sufrimiento en el que creció. Edith atesora, de acuerdo con la película, lo poco que valora, pero tal vez no sabe realmente cómo hacerlo y cómo demostrarlo, lo que reflejaría su actitud directa hacia los demás, incluso si su verdadera naturaleza sea la de la bondad y el aprecio hacia sus allegados.
La interpretación del papel principal le dio a Marion Cotillard un premio Oscar como mejor actriz principal en 2008 y la película además ganó el premio a mejor maquillaje (nominada también a mejor vestuario), un trabajo en conjunto que permite observar las diferentes épocas y estados de salud física y emocional de una mujer como Edith Piaf; sobra mencionar, bien reflejados por el equipo actoral y técnico.
Una película que habla de la importancia de saber transmitir sentimientos y a luchar por sobrevivir, algo que Piaf lograba, dado que aprendió a hablar de sí y por sí misma, gracias y a través de su música y sus canciones. Algo bien percibido a través de la canción con que la película decide cerrar, titulada “Non, je ne regrette rien”, que lee: No, nada de nada, No, no lamento nada, Ni el bien que me han hecho, Ni el mal. Todo eso me da igual. No, nada de nada, No, no lamento nada, Está pagado, barrido, olvidado...Me importa un bledo el pasado.
Ficha técnica: La vida en rosa