Existe un halo de expectativa alrededor de la “tercera llamada” en el teatro, un momento en el que la función comienza y los participantes, público, actores y equipo técnico por igual, encuentran un lugar común; es una anticipación, un momento anunciado, un preámbulo; pero lo que sucede antes de todo esto, es un misterio lleno de vida y con el suficiente material como para contar su propia historia.
Dirigida por Francisco Franco, Tercera llamada (México, 2013) habla del detrás de cámaras de una puesta en escena; el tras bambalinas de un mundo tan artístico como caótico, creativo e inspirador, pero mucho, mucho más complejo de lo que a primera vista pudiera parecer. La película es una comedia sobre el montaje teatral de una obra, “Calígula”, y los pormenores previos al estreno, con una directora angustiada, unos actores deambulando entre su capacidad escénica y su tolerancia para aterrizar la obra y un equipo técnico lidiando con la problemática y otras vicisitudes del día a día de su labor, incluidas la reconstrucción del escenario, el cambio de vestuario o la reorganización del presupuesto.
Calígula fue un emperador de Roma que gobernaba con crueldad, mano dura y de manera paranoica, un tirano que condenaba con la muerte a cualquiera que se le enfrentara, a cualquiera de quien desconfiara y a cualquiera que él pensara obstruía su camino hacia la gloria; una posición que lo dejó en la soledad y demente. El personaje histórico es eco de la crisis existencial formada a partir de las circunstancias de contexto, relacionales y laborales, que los personajes de esta historia atraviesan durante la puesta en escena de dicha obra.
La directora quiere originalidad pero dirigida y apegada al mensaje puro de la obra: “Estamos trabajando para el texto”, dice ella. Un importante mensaje dentro del medio –cine, teatro o televisión–; esencia base que debe estar presente en todo proyecto (y que esta película logra con éxito). Para conseguirlo necesita experimentar creativamente, lo que tiene angustiados a sus actores, a quienes les exige; a su esposo, quien la ve alejarse porque por el momento está más enfocada en su trabajo que en su intento por crecer como familia (prioridades); e incluso a la productora e inversionistas, que ven en los cambios, más que positividad artística, una cuenta monetaria que no deja de crecer y que potencialmente pueden repercutir en el producto final, tomando en cuenta que el estreno está a sólo semanas de distancia.
La presión es la misma, pero diferente, para la actriz principal. Talentosa pero poco conocida en el medio artístico, quien llega a sustituir al actor del momento luego de que la directora lo despidiera por falta de compromiso con el proyecto. La joven vive a la sombra de su madre, una legendaria actriz del medio que ahora vive en depresión; abriéndose su propio camino y obligada a demostrar sus habilidades, pero temerosa de fallar y cautelosa de más, una falta de audacia y decisión que repercute en su desempeño escénico.
El resto del elenco dentro de la obra vive y convive en situaciones similares, desde el actor que olvida sus diálogos porque su edad ya no le permite la misma capacidad memorística que antes, hasta la diva de la actuación, quien con su forma directa de desenvolverse, su porte y soltura, enseña una importante lección a la actriz principal: trabajar en el ambiente actoral significa tener que aprender a resistir las durezas del medio y entender que los personajes que se representan y el actor que los encarna no son la misma persona. La actuación es representación; lo más importante es ser lo suficientemente capaz profesionalmente y seguro de sí mismo, personalmente, para poder asimilar un papel creado y meterse dentro de su piel, pero alejándolo lo suficiente de uno mismo, para valorar el propio desempeño.
La obra que se representa, Calígula, sirve en la película como un espejo crítico que permite develar las personalidades de los personajes, con sus semejanzas dentro de la vida del emperador romano, pero también la forma en que, a través de su trabajo escénico, dejan ver sus miedos, sus frustraciones y sus anhelos. Por ejemplo la joven actriz principal, quien tiene todo en su contra (la presión de sus compañeros actores, de la directora, de la producción, del público, e incluso de su propia madre suicida) y quien, por eso, está a punto de sucumbir gracias a su inexperiencia, misma que abre paso a que otros intenten, o logren con facilidad tal vez sin intentarlo, hacerla dudar de sí misma. Un escenario completamente opuesto al de Calígula, quien lo último que permitiría sería dejarse hacer menos ante otros. La duda de la actriz es un punto débil que se acrecienta cuando se mira al personaje que interpreta, pero al que, al mismo tiempo y hacia el final de la historia, corresponde con fuerza y determinación, cuando decide pararse frente al escenario para representarlo dentro de la obra.
El resto de los elementos de la película son aspectos de tono cómico, divertido, con un buen tino y mejor ritmo, una sincronización que resulta en perfecta combinación entre mirada artística crítica, perspectiva dramática variada (por su diversidad de personajes) y ejercicio cómico melodramático de entretenimiento con calidad.
“Si todo el mundo trata de ser original, ¿lo original no se vuelve común?”, comenta uno de los personajes dentro de la historia cuando llegan los primeros cambios a la obra teatral que se monta dentro del a película. La frase bien puede hablar de la existencia de la película, de cómo Tercera llamada es lo suficientemente diferente y original para sobresalir (positivamente) por mérito propio.
Una historia con un guión a cargo de María Renée Prudencio y Francisco Franco, que cuenta con las actuaciones de Karina Gidi, Irene Azuela, Fernando Luján, Ricardo Blume, Rebecca Jones, Anabel Ferreira, Mariana Treviño, Cecilia Suárez, Eduardo España, entre muchos otros.
Ficha técnica: Tercera llamada