A veces el caos dentro de una nación se genera por la combinación de inconformidades, insatisfacción social, confrontación ideológica y la lucha por tener el control; una sociedad que no confía en su gobierno, un gobierno que no vela por los intereses de la sociedad sino por la de sus partidos, una oposición con insuficiente determinación y un grupo de organizaciones ciudadanas internas que deciden actuar radicalmente. La falta de control y orden, de espacios públicos en donde dirimir las diferencias, desembocan en una serie de conflictos sociales en donde la fatalidad, la violencia y la tragedia son parte de los resultados que se obtienen.
Z (Francia-Argelia, 1969) es una historia de choque entre círculos de poder, propiciando no sólo injusticias, también intolerancia, abusos, cinismo y descaro rodeando a dichas esferas al mando de ciertos grupos sociales representativos. Cuando un grupo de izquierda a punto de dar un discurso pacifista y anti-guerra se ve forzado por presiones del gobierno a realizar su reunión en un lugar distinto a donde se tenía planeado, manifestaciones organizadas en contra de ellos llenan las calles alrededor del nuevo punto de reunión La policía se mantiene al margen incluso cuando miembros de este grupo son violentamente atacados y la reunión culmina con la muerte de su dirigente, un Diputado del gobierno. La policía declara que se ha tratado de un accidente, pero el investigador designado por el gobierno encuentra diversas contradicciones y huecos de información en los reportes oficiales policiacos y forenses que indican pudo haberse tratado de un asesinato planeado; cuando testigos clave del suceso comienzan a ser perseguidos, desaparecidos o comprados, tanto el gobierno, los miembros del partido de oposición, como los ciudadanos responsables tendrán que tomar decisiones, algunos querrán salvarse de culpas, otros tendrán que exponer la verdad.
La trama se va fabricando alrededor de una serie de mentiras y verdades a medias en donde algunas posturas obedecen a necedad (y necesidad) propia, como el hombre que llega a declarar haber escuchado el plan de asesinato y que se niega al desprestigio que el gobierno hace sobre él y su declaración (dicen que miente por enfermedades y demencia); el hombre afirma cumplir su deber de su ciudadano pero también busca la fama pasajera que su testimonio le dará al aparecer en los periódicos. O las posturas que obedecen a intereses políticos, como el general de policía y sus subordinados, que saben que si se declara como asesinato la muerte del diputado de la oposición, su propio partido se verá afectado en las próximas elecciones, lo mismo que incluso su propio puesto en el gobierno.
El suceso se vuelve un circo de mentiras, injuria, difamación, desacreditación, complicidad y negligencia. “No sugiero nada, sólo enumero los hechos”, menciona el investigador cuando rinde cuentas de sus resultados a sus superiores y quien intenta mantenerse imparcial durante su labor. El problema es que muchos de los hechos sugieren algo, porque van ligados a otro tipo de pruebas, indicando que es posible que la policía se encuentre involucrada en el asesinato. Además, los hechos como tal son también modificados, interpretados y manipulados, lo que inevitablemente ya sugiere también algo.
El desprestigio se da cuando las pruebas son manejadas como simples chismes y se sugiere enfáticamente que los motivos de las mismas son producto de la determinación de la oposición por evidenciar las fallas del gobierno, de tal forma que la mentira comienza a tornarse creíble para quienes la escuchan. Repite una mentira una y mil veces más, hasta que la creas, entonces otros igual la creerán verdad, dicta el dicho popular. En este caso, eso es lo que se pretende.
El honor se pierde y la situación sólo recalca la posibilidad de que la reunión fue saboteada porque el espíritu de lucha del Diputado en cuestión ha comenzado a ganar seguidores. La ideología debe ser controlada y moldeada de acuerdo con los intereses y necesidades del partido, dicta la democracia de derecha en el gobierno en esta historia; para ellos cualquier pensamiento en contra de esta ideología es visto como una enfermedad que debe erradicarse y eso es lo que los impulsa a actuar, pero como su posición pública no les permite verse evidentemente involucrados, deciden actuar a través de terceros, una organización que pueden utilizar para fines propios a cambio de sobornos.
Al final, cada grupo involucrado responde a sus propios intereses; no es cuestión de conocer la verdad, sino de salir lo menos perjudicados cuando el caso se dé por concluido. Los involucrados, intelectuales y materiales, son protegidos en cierto nivel, la verdad es resguardada hasta cierto grado y cuanto es posible y la evidencia es puesta sobre la mesa lo más viablemente permitido, no más.
Las secuelas, sin embrago, sólo demuestran qué tan profundo en el poder pueden estar los implicados. Mientras algunas sentencias menores se dictan a varios de los responsables, investigadores, testigos y otras cabecillas del gobierno y grupo de oposición se encuentran con la muerte en misteriosas circunstancias o la destitución de su cargo o profesión.
Z viene del griego antiguo “vive” y se refiere al símbolo que los seguidores utilizan para continuar con el legado de su líder una vez asesinado. “Cualquier parecido con la realidad, personas vivas o muertas, no es por coincidencia. Es deliberado.”, firman al inicio de la película Costa-Gavras y Jorge Semprún, guionistas de la historia, basada en la novela del escritor Vassilis Vassilikos. Y aunque el trazo y contenido se basa en hechos reales, lo que se ve en pantalla también puede ser reflejo de otras realidades presentes, vigentes en el ambiente social de este tercer milenio, incluida la falta de libertad de expresión, la represión, la corrupción, la burocracia, la violación de los derechos humanos, la falta transparencia en las investigaciones legales por parte del gobierno o la forma operativa de grupos extremistas que como resultado sólo esparcen violencia dentro de una sociedad. Una película que demuestra el potencial crítico del medio cinematográfico para exhibir el grado de descomposición de una sociedad supuestamente democrática.
Ficha técnica: Z