El eclecticismo arquitectónico en la Comarca Lagunera es el resultado del desbordamiento de inmigrantes a la región. A principios del siglo XX la influencia; española, francesa, china, japonesa, árabe, especialmente libanesa nos heredó una envidiable muestra de todas estas culturas.
La imaginación proveniente de otras tierras se desbocó en casas y edificios. En este territorio virgen encontraron un lienzo, en el pudieron plasmar fragmentos de sus terruños.
Por desgracia no es de presumir que la mayoría de estas estructuras sólo se guarden en fotos y en la memoria de quienes por sus años pudieron disfrutar de ellas. Algunas se mantienen en pie por los esfuerzos de los gobiernos de los estados y en pocos casos por los privados.
La oportunidad de invocar imágenes de la ciudad de Lerdo de principios del siglo XX se encuentra delante de mí, en un chalet de tipo afrancesado moderno, moderno para el año de su edificación 1903. El cuerpo principal del Chalet se viste con esta arquitectura traída de Republica Dominicana, donde se dieron las primeras muestras del Colonial afrancesado. El amaseramiento de ésta arquitectura mestiza empieza con los 22 años de ocupación de los franceses en Haití y copiada por los dominicanos en el siglo XIX.
La historia del Chalet empieza con un inmigrante español, don Eugenio Gorosave. Él construyó su hogar pensando tal vez en crear una joya arquitectónica, o tal vez no, pero con el hecho de edificarla perpetuó su apellido hasta nuestros días.
El chalet Gorosave porta el número 386 norte de la avenida Francisco I. Madero. El material usado en su edificación es el primer secreto para que la estructura cumpla ciento trece años: piedra de los cerros laguneros, ladrillos y cantera de Durango. No es de extrañar que permanezca en magníficas condiciones, a pesar de sus años. La fachada está constituida por un 80% de piedra, de igual manera que la Casa del Cerro de la ciudad de Torreón. Por eso se ha manejado la versión sobre su edificación, que pone al ingeniero Wolf como uno de los responsables del proyecto, a pesar de que el crédito se le atribuye al ingeniero Miguel Miramón.
El segundo secreto de su conservación se debe a las familias que la cuidaron prodigiosamente, y gracias a ellos se pudo convertir en un patrimonio para los laguneros: *familia Gorosave Pámanes (1903), familia Villar de la Peña (1919), Manuel Ortega García R. (1922), Sr. Anastacio Benavides (1932), Sra. Dolores Rea de Ulloa (1935), Sr. Salvador Meade Fierro (1937), y finalmente familia Hernández Román (1937- 2006)
Sin duda los diálogos con estos muros serían de veranos soleados, de otoños nostálgicos, y de navidades cálidas.
Antes de entrar al Chalet, resalta el antagonismo arquitectónico con la eliminación de los portones, arcos y escudos españoles, la casa interior típica peninsular. El colonial afrancesado desplaza hacia la fachada los dos pisos con terrazas de balcón corrido, las puertas con marco y doble hoja de madera, una exterior sólida que es protección y la interior con cristal con cristales emplomados, todas con un marco de cantera. Una torre sale del cuerpo del chalet, y se reviste con varias ventanas hasta culminar con una punta de ocho caras. Un leve jardín enmarca la propiedad, una barda de piedra con reja de fierro vaciado la cuida.
Con solo pisar los siete escalones de cantera del Chalet Gorosave eres trasportado al año 1903, y sí es así, la puerta de dos hojas se abre y deja salir su aliento histórico, te muestra altos techos blancos con hermosos acabados de estuco que dan una apariencia similar al mármol tallado. Los candelabros con gotas de vidrio le dan la bienvenida al visitante.
Al entrar, hay dos habitaciones a los costados de la puerta. Como es costumbre a mano derecha se encuentra la sala, con tres puertas francesas, dos hacia la calle. La elegancia del salón determina el status de la familia en la sociedad. Los detalles traídos del extranjero tienen un lugar central en el decorado los marcos de plata, el juego de té francés con borde de oro, la elegante sala de cedro rojo. El techo tiene doble marco de estuco con relieves de bellos diseños.
El lado izquierdo de la entrada principal lo ocupa una habitación breve, la salita de música deja salir sonidos de un piano, usanza de las familias acomodadas.
Al fondo, un vitral de pared a pared es el punto focal de la amplia habitación, que en ese momento deja entrar una luz cálida. Es el comedor de la residencia, se encuentra ocupado con una mesa de doce plazas y una vitrina de cuatro hojas donde se muestra la vajilla familiar. Una pequeña ventana de madera favorece el traslado del servicio de la cocina. La entrada al comedor tiene dos puertas una interior y la que baja hacia la terraza sur.
Después de salir del comedor, a la izquierda una puerta invita al cuarto de costura, como es tradición, se ubica donde no de él sol del atardecer. Las damas de la casa se dedican a trabajos manuales y a recibir a sus amistades en esta acogedora estancia, que se conecta con la terraza sur; esto facilita que en las tardes de calor se coloquen sillas en el exterior, para que las damas disfruten de la brisa vespertina, casi siempre acompañadas de limonada y galletas.
La cocina se encuentra a un costado del comedor por el pasillo. La luz entra de manera pródiga por sus amplias ventanas. Esta habitación nunca descansa, cuando se termina de servir el desayuno, se empieza a elaborar la comida, y se acaba de trabajar en el momento que se sirve la merienda. Una escalinata que da al sur del chalet se abre hacía los cuartos de la servidumbre que se encuentran al fondo del patio. Aparece la modernidad antes de subir los primeros peldaños al segundo piso. Un mínimo baño, y uno idéntico nos espera en el siguiente piso. Entendible su construcción vertical por la ubicación del drenaje.
La escalera nace al final del pasillo, se observa el acabado sobrio sin embrocar la vista con detalles excesivos. Al dirigir la mirada hacia arriba puede admirarse la madera enroscada en dos pisos acabando en el mirador de 360 grados de la torre.
Dos vitrales idénticos decoran la escalinata. Gracias a ellos la pigmentación de esta zona cambia, en las mañanas una alegre lluvia de colores, en la tarde colores cálidos resaltando el amarillo, en las noches la luz de la luna resalta el halo espectral.
El sótano se abre en una escalera que baja a las profundidades de la casa. Cuatro piezas habitan ahí. Durante los veranos los dueños de la casa duermen en estos frescos recintos.
En el segundo piso hay cuatro habitaciones y una ropería. Las más amplias dan a la fachada principal de la avenida Madero, las otras dos se encuentran en la parte sur. Las cuatro cuentan con lavamanos de mármol, otro toque moderno para esta estructura, igual que en toda la casa encontramos puertas y ventanas de tipo francés un toque elegante. Al final del pasillo la ropería, ubicada arriba del cuarto de costura. De el se desemboca a una terraza, que da a la plaza de toros de Lerdo donde los propietarios disfrutan de la fiesta taurina.
Se llega al final del recorrido. Nuestro paseo puede dejar un sabor nostálgico como un buen vino añejo. La bruma del pasado empieza a ceder. Pero podemos regresar cada vez que visitemos este pedazo del siglo XX.
Al salir del Chalet Gorosave regresamos al año 2016, donde gracias a la Familia Hernández Román, a Lerdo Histórico, a la Lic. María del Rosario Castro Lozano y finalmente al Gobierno del estado de Durango el recinto actualmente es el Museo histórico de la Ciudad de Lerdo, Dgo desde el 2006.
Por el momento el Museo Gorosave no está abierto al público por reformas. Preguntas del museo al: 7251137.
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