Hay mitos y leyendas que trascienden porque son significativos de alguna manera, en su contexto histórico y social, en su significado e importancia cultural. Juana de Arco (1412-1431) es un personaje controversial, digno de análisis y reflexión, por lo que significa para la historia, la política, la religión y la fe, entre otros aspectos más. Santa, dirigente militar y heroína francesa, proclamada Patrona de ese país en 1920.
De las versiones llevadas al cine de su biografía, una de ellas es la dirigida por Víctor Fleming, Juana de Arco (EUA, 1948), protagonizada por Ingrid Bergman, versión cinematográfica ganadora de dos premios Oscar, mejor diseño de vestuario y mejor cinematografía (ambos en la categoría de películas a color (cuando todavía se distinguía entre éstas y las realizadas en blanco y negro), además de ser nominada en otras cinco categorías, incluida la de mejor actriz principal, para Bergman.
La película narra la lucha de una mujer por sus convicciones, segura de que las voces que escucha son divinas y que la guían hacia el camino en el que el Delfín se convertirá en el Rey de Francia, terminando con la guerra entre franceses e ingleses. “El Delfín es un cobarde y ahora nos envía a una niña a dirigirnos”, reclaman las tropas francesas, sin un líder en el poder y desinteresados por las palabras de una joven de quince años.
La historia pone en el centro del relato a una mujer decidida e inteligente, convencida de la rectitud e importancia de sus acciones; se centra, más que en el debate de si ella estaba loca, enferma o de verdad escuchaba divinidades, en el cambio de pensamiento que se logra a partir de la presencia de un personaje que va en contra de la corriente, de cómo con la acción y el ejemplo, las cosas pueden tomar rumbos distintos. El relato hace énfasis en la manera en que los cánones sociales de la época hacen que se discrimine a Juana de Arco como mujer, considerándose imposible que ella pueda tener una opinión, una voz, y mucho menos que sea capaz de liderar a un reino.
Pero la protagonista está segura que su llamado proviene de las voces de Dios y de otros santos católicos que la guían, creando encontradas opiniones dentro de los personajes de la historia y derivando en críticas generales, no siempre o estrictamente en relación a la fe, sino al cómo esto afecta a cada país en su situación política y social. Inglaterra y Francia se encuentran en guerra y Juana de Arco tiene como misión llevar al poder a una persona, el Delfín de Francia, lo que va en contra de los planes e intereses de ingleses y borgoñones (Borgoña, región de Francia situada al noreste del país), que se unen en fuerza contra su enemigo común: El Reino de Francia, o mejor dicho, Juana de Arco.
La mujer se vuelve un símbolo; más que las palabras divinas que la rodean, es su mensaje decidido lo que convence al pueblo y a los soldados para seguirla, sus palabras seguras sobre el triunfo venidero. Los franceses se niegan en un principio a seguir sus órdenes, pero cuando los seguidores de Juana de Arco se multiplican, saben que necesitan su presencia en el campo de batalla para motivar a los soldados y sostener el apoyo de sus ciudadanos. Cuando la gente comienza a mirar a Juana de Arco como una líder a quien seguir y por quien luchar, entonces los otros, los dirigentes de la corte y la iglesia, se convencen que su presencia, controlada, les será conveniente para cumplir sus propósitos y ganar la guerra.
Por supuesto, cuando el Delfín toma la Corona, la importancia de la mujer deja de ser indispensable. Sin estar segura de hacia qué dirección va su llamado, algunos piden a Juana se quede al lado del nuevo Rey. Siempre habrá corrupción, pero te quedes o te vayas, él seguirá teniendo la corona, le dice un general a Juana de Arco, insistiendo que si se queda, su presencia, su influencia, harán que el Rey por lo menos se preocupe por gobernar de la mejor manera posible.
¿Pero qué significa esto para los ingleses y borgoñones? Significa que van perdiendo poder y presencia, decidiéndose entonces por alianzas a conveniencia, acusando a la profeta de brujería y herejía. La iglesia no la lleva a juicio sólo porque consideren equívoco, impensable, que una campesina cualquiera pueda estar en contacto con su Dios, lo hacen porque así le conviene a su país, a su reinado, a sus intereses materiales y espirituales.
El juicio es imparcial, una farsa que no juzga la fe, sino las implicaciones de tratado político, como lo dicta uno de los curas que se encuentra en la habitación durante el interrogatorio a la joven. A ella no se le juzga por escuchar voces o por hablar con Dios, ni siquiera se cuestiona si esto es imposible o si es que la chica en efecto sea una bruja o esté loca; a ella se le juzga porque esas voces no ayudan a Inglaterra y a Borgoña, sino a Francia, y por tanto, ingleses y borgoñones quieren enviarla a la horca junto con todo lo que ella representa, la coronación del Delfín en Francia. Pero bajo las ideas de la época, sobre un Dios quien elegía a los reyes, los enviaba o designaba, ¿por qué la iglesia se molestaría por un rey coronado bajo la guía de su propio dios? Porque la decisión no está a su favor. Se siguen las reglas eclesiásticas al favor y conveniencia del momento. De manera prácticamente ilegal y contradictoria, se presiona para invalidar a Juana de Arco en sus palabras, sus profecías y sus motivaciones, la forma en que su presencia aportó (ganando batallas) para que el Delfín fuera coronado Rey y la forma en que aquellas voces la guiaron para ayudar a Francia y no a Inglaterra.
“Dios no se toma muchas molestias por nosotros”, dice el Delfín cuando la joven llega a ofrecer su ayuda, a exigir se le escuche porque ella sabe el camino a seguir que lo llevará a convertirse en Rey. La pregunta es lógica y básica, casi obvia, ¿por qué Dios ayudaría a los franceses, por qué no a los ingleses, por qué no a otros más, por qué no a las personas que realmente no tienen nada y requieren el apoyo más esencial en comida o sustento? ¿Por qué aquel dios se preocuparía por llevar a un hombre a la coronación cuando hay asuntos más importantes a nivel mundial? ¿Para terminar la guerra y concluir un conflicto que lleva cien años al aire? Las mismas dudas pueden recaer respecto a Juana de Arco; si realmente hablaba con seres divinos, ¿por qué ella?
Lo más importante sobre la presencia del personaje, sus palabras y su mensaje, es que sus seguidores la acompañan porque quieren creer en ella. ¿Una santa divina, una mente desequilibrada o palabras inventadas? Al final, más que descubrir el verdadero trasfondo de la mente del personaje, su locura o su gracia divina, es entender que sus palabras tienen eco porque la gente así lo decide. Lo relevante es ver cómo reyes, curas y ciudadanos se convencen de la veracidad de esas palabras y temen las consecuencias, en un grado tal que tienen la necesidad de difamarla y deshonrarla. No es que estén convencidos que ella habla con la verdad, sino que observan cómo esas palabras se convierten en una filosofía, fe o doctrina que crece, con un legado tan grande que puede crear y destruir naciones. No hace falta un rey o un ejército para derrocar un reinado cuando se tiene a un profeta o un supuesto profeta (un símbolo en efecto) que guíe a las masas. El contrataque contra esta fuerza de presencia es la muerte y Juana de Arco es llevada a la hoguera a la edad de 19 años, después de negarse a someterse ante los deseos de la iglesia por negar las voces que escuchaba y aceptar que sus acciones fueron equívocas.
La historia cuestiona el actuar de las personas, critica la condición humana y debate sobre las acciones del hombre, sobre su independencia, su moral o su afán por el poder. ¿Qué tanto se puede hablar de brujería y herejía cuando los acusantes mismos calumnian, denigran, conspiran y se vengan? ¿Cuál es el significado de esas voces? ¿Cuál es la más grande falsedad? ¿La de Juana de Arco, la de los reyes o la de los clérigos que llevan el juicio? ¿O todas las anteriores? Una reflexión sobre la condición humana y la libertad, a la que la película induce con naturalidad.
Ficha técnica: Juana de Arco - Joan of Arc