Entender la historia del hombre es entender los cambios, transiciones y adaptación por las que tuvieron (y tienen) que pasar las sociedades en sus sistemas de gobierno y organización social. Las leyes son una pieza clave en estos procesos, la forma de organización que no sólo dictamina correcto e incorrecto, sino también derechos y obligaciones en el marco de la justicia.
La justicia es un principio moral que da equidad de acuerdo con lo que le corresponde a cada miembro de la sociedad según ese balance, imparcial, que sopesa el trabajo con necesidades y con derechos de sus ciudadanos; las facultades y libertades, regidas por un órgano legal.
Sin embargo, los sistemas de justicia no siempre profesan la igualdad en todo momento y con equidad, por conflictos entre naciones, creencias religiosas, de pensamiento o ideología, entre algunas de las razones que propician este comportamiento que se pretende imparcial. Matar a un ruiseñor (EUA, 1962) es una película protagonizada por Gregory Peck, dirigida por Robert Mulligan y escrita por Horton Foote, basada en la novela homónima de la escritora Harper Lee, ambientada en una pequeña localidad ubicada al sur de Alabama, en la época de la Gran Depresión, una momento histórico marcado por la crisis económica mundial que se vivió durante la década de 1930.
La sociedad de Maycomb, el pequeño pueblo, está dividida por el racismo hacia la gente de color, atrayendo la atención de la población el caso de una joven de raza blanca que acusa a un humilde trabajador afroamericano de haberla golpeado y violado. Las opiniones de muchos ciudadanos defienden a la joven creyendo su historia, pero ellos no buscan justicia, sino venganza, más por los prejuicios raciales que por la acusación de una posible violación. Las personas no quieren escuchar el caso, ni esclarecerlo, sólo buscan desatar su propio enojo hacia el más débil de entre el sistema, el acusado de raza “negra”.
Y aunque el padre de la chica y el resto de los ciudadanos que lo respaldan tienen como único propósito matar a Tom Robinson, el trabajador en cuestión, su sistema legal los obliga a permitir que se lleve a cabo el juicio en el que el acusado tiene el derecho de defenderse; no obstante, la sociedad pretenda negárselo a oídos sordos en la corte. Atticus Finch, un hombre recto, razonable e íntegro, es designado como el abogado defensor, quien sabe que proteger la ley y los derechos del acusado es apelar por la lógica, el entendimiento y la comprensión de una sociedad conservadora reacia al cambio, que sólo ve en el caso la oportunidad para dejar salir cualquier forma de resentimiento y crueldad acumulada.
Sin evidencia que inculpe al joven, el juicio se convierte en una lucha de perspectivas, en donde las palabras de la víctima y de su padre son puestas frente a frente con las del afroamericano acusado. La justicia se vuelve un caso de falta de oportunidades, donde la mayoría de los ciudadanos, por sus prejuicios, tienen ya en mente el veredicto condenatorio incluso antes de que comience el juicio. La sociedad elitista y la justicia sectaria se convierten en un escenario de injusticias en el que Atticus y su familia, sus dos hijos, Scout y Jem, se ven envueltos.
Los factores en contra del acusado son muchos, incluso sin evidencia que los respalde. Encontrar culpable al joven cuando no lo es responde a un motivo de división de clases y al comportamiento racista de parte de los ciudadanos “blancos”. Para ellos, el escándalo es la presunta violación de la chica, pero más aún, es el hecho de que el trabajador de clase social baja se haya acercado a una mujer que no le corresponde en derecho de clase. Las costumbres, prejuicios e ideología de la época cargan con el gran inconveniente que obstruye la justicia y la rectitud en este caso.
Durante la historia, el juicio de Tom Robinson tiene un punto en común con el resto de lo que sucede a los hijos de Atticus, el reflejo de los prejuicios sociales hacia la gente incomprendida y hecha a menos, los niños, la gente de color o las personas discapacitadas. Scout, por ejemplo, la hija mejor del abogado, vive la experiencia tratando de entender su entorno, las injusticias del sistema y el odio entre las personas. Para ella, aquellos decididos a matar sólo son vecinos y los padres de sus compañeros de escuela, no ciudadanos en busca de venganza y riñendo entre ellos por no llegar a un acuerdo dentro del marco de la ley y la justicia de la autoridad. Pero si su padre la reprime por iniciar una pelea con un compañero que le faltó el respeto a alguien, ¿por qué las personas adultas sí pueden hacerlo y pelearse sin que nadie los detenga? En su contexto y presenciando estas acciones, para Scout la realidad es contradictoria, a veces incomprensible.
Un acuerdo entre dos personas, en consentimiento mutuo, es un compromiso, le dice Atticus Finch a su hija Scout. Un caso contrario sería el de dos personas entendiendo una misma realidad pero bajo perspectivas contrarias, en dos planos diferentes y sin concordancia o convenio, por lo menos en algún ángulo, de sus puntos de vista y el respeto propio hacia ellos. Algo así es el principal problema en el juicio del joven Robinson, pues su palabra no está en el mismo nivel de respeto y consideración que la que tienen sus acusadores. Su voz no quiere ser escuchada, a pesar de tener un sustento para probar su inocencia, tal como lo demuestra el señor Finch durante el juicio.
Durante su declaración, el joven asegura que la chica fue quien primero se aproximó a él, no de la otra manera, por lo que decidió salir de la casa y alejarse lo antes posible de la escena, pues las costumbres sociales de la época no aprueban ese tipo de relación de confianza y acercamiento entre dos personas de diferente condición y raza. Sin embargo, para la gente es más fácil creer la palabra acusadora de la joven que cuenta una historia distinta y contradictoria, sólo por su condición de víctima. Ella asegura haber sido golpeada por el hombre, aunque Atticus prueba que los golpes vinieron, lo más probable y por la forma en que se muestran, de mano del padre de la chica (su ojo derecho ha sido golpeado, mientras el acusado es zurdo, porque su mano derecha ha quedado inutilizada por un accidente de trabajo años atrás, por lo que no pudo haber lanzado el golpe con la mano izquierda).
Pareciera que el único error de Robinson fue haber querido ayudar a alguien que lo necesitaba y sentir compasión por la muchacha. El sistema castiga su inocencia y su buena voluntad, mientras la sociedad le niega libertad y derechos. Para la población, Tom Robinson es una carga, un error o un alguien no deseado, pero no un ciudadano igual a ellos que aporta con algo al desarrollo del lugar.
Al final de la historia, el padre de la joven golpeada busca venganza de Atticus Finch atacando a los hijos del abogado, dado que Robinson murió al ser trasladado a la cárcel, ya cuando había sido encontrado culpable de los cargos. Para él, la justicia no ha cumplido sus deseos y necesidades. Al auxilio de los niños aparece un vecino que carga con sus propios problemas personales y mentales, más un pasado errático que hace que la población piense prejuiciosamente de él. Es el Sheriff quien comenta: “Hay un hombre negro muerto por ninguna razón. Ahora el hombre responsable de ello está muerto. Deje que los muertos entierren a los muertos en esta ocasión, señor Finch. Nunca oí decir que era contra la ley que cualquier ciudadano haga todo lo posible para evitar que un delito se cometa, que es exactamente lo que hizo”, en relación a aquel joven que ayudó a Scout y a su hermano, matando en el proceso a aquel quien pretendía hacerles daño a los niños.
No hay un motivo por el cual atraer la atención de la sociedad ni hacer del suceso un evento público que levante de nueva cuenta la reacción negativa del pueblo hacia un inocente, parece ser el razonamiento del Sheriff. Scout le dice a su padre que en efecto, hacerlo sería como matar a un ruiseñor. El ave no hace más que cantar con el corazón para todos nosotros, le había dicho él a su hija con anterioridad. La analogía es exacta, ¿por qué herir o culpar a aquellos que no hacen ningún daño y sólo buscan solidaridad y buenas acciones? Como Tom Robinson, el joven negro acusado que sólo quería ayudar y que por hacerlo se vio atacado por personas que previo al incidente ya lo odiaban y repudiaban, para después creerlo culpable de un crimen que no cometió.
“Nunca realmente entiendes a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista”, le dice también Atticus a Scout. Entendimiento y compromiso; el protagonista le enseña valores a sus hijos, sentando de paso un ejemplo con sus acciones sobre la forma como la sociedad puede convertirse en una mejor comunidad, para forjar un futuro con un sistema legal más justo, donde las buenas acciones se sigan suscitando, pero no malinterpretando ni aprovechándose para otros fines de abuso. ¿Por qué defiendes a Tom Robinson?, le cuestiona la niña a su padre. “Por diversas razones. La principal es que si no lo hiciera, no podría mantener la cabeza erguida en la ciudad. Ni siquiera podría decirte de nuevo a ti o a tu hermano no hacer algo”, contesta él.
Matar a un ruiseñor estuvo nominada a ocho premios Oscar, mejor película y mejor director entre ellos. Se llevó tres galardones: mejor actor para Gregory Peck, mejor guión basado en un material previamente publicado y mejor diseño de producción para películas en blanco y negro.
Ficha técnica: Matar a un ruiseñor