En la literatura o el cine, un mundo distópico hace uso de los elementos que lo conforman como herramientas metafóricas que permitan reflexión y análisis del mundo real en el que se basan; sus temas y discusiones, ambientados en un universo creado o ficticio, reflejan temáticas con eco en la realidad presente; se trata de sociedades no deseadas, irreales, pero trazadas a partir de una actualidad, con sus problemáticas, preocupaciones, desarrollo y limitantes.
Abordando temas como la naturaleza de la esencia del hombre o el propósito de su existencia, Nunca me abandones (Reino Unido, 2010) es una historia dramática, en un universo distópico, que trata la vida de Kathy, Ruth y Tommy, tres amigos que crecen en la escuela de Hailsham. Con el tiempo, madurez y conocimiento, los jóvenes van entendiendo la realidad de su existencia, que son clones creados en un laboratorio destinados a convertirse en donadores de órganos, hasta morir.
La película está dirigida por Mark Romanek y escrita por Alex Garland, basándose en la novela literaria original de Kazuo Ishiguro; protagonizada por Carey Mulligan, Keira Knightley, Andrew Garfield, Isobel Meikle-Small, Ella Purnell, Charlie Rowe, Sally Hawkins, Charlotte Rampling, Nathalie Richard, Domhnall Gleeson y Andrea Riseborough.
En búsqueda de una identidad propia para entender su realidad y su papel en el mundo, para descubrir quiénes son y cuál es su función, ya sea explorando su naturaleza humana o intentando encontrar a la persona “original” en la que fueron basados (hasta llegar a convencerse que fueron moldeados a partir de los peores humanos imaginables en el planeta, y que por eso no se espera nada más de ellos), los personajes experimentan la naturalidad de las etapas propias de la vida, con las mismas inquietudes que un adolescente o adulto cualquiera, en su sexualidad, formación, relaciones o individualidad.
Ellos crecen creándose expectativas limitadas de un mundo mejor y un futuro propio, pero sin la verdadera posibilidad de él, pues su destino tiene relación directa con el propósito por el que fueron creados. Aunque en Hailsham son tratados como personas, humanos con sentimientos, pensamientos y emociones propias y distintivas, su escuela es la excepción a la regla, y poco a poco descubren que la sociedad ha adoptado la rutina de verlos como objetos proveedores de órganos, cosechas que distribuyen la mercancía que necesitan. La ciencia crea vida, humanos con mente propia, con ideas, pensamientos y sentimientos que tienen algo qué decir, pero centra su favor y atención en los beneficios médicos, no en las cuestiones éticas y morales que implica la clonación de una persona, ni en los que derivan del inminente fallecimiento por el deterioro físico que significan las operaciones para la donación de órganos.
“No somos máquinas. Termina por desgastarnos”, reflexiona Kathy, quien observa la forma en que son tratados, con reservas y a distancia, ofreciéndoseles cuidados básicos como educación, comida y hogar, pero también recalcando de forma condicionada las limitantes de su existencia. Como donantes se les designa una función desde pequeños, sin la posibilidad de permitirse crecer; ellos no podrán viajar, tener hijos, enamorarse o envejecer; esa es la realidad que tienen que afrontar, el deber cumplir un rol en su función como donantes. Cada persona lo asume de manera diferente, adaptándose y saciando en lo posible esa sed de vivir que late en su interior, que les exige vivencias y experiencias nuevas, conformándose con lo que tienen a su alcance y disfrutando de aquello a lo que sí tienen oportunidad de acceder, su compañía mutua, por ejemplo.
Los clones tienen una obligación tatuada que les reclama un tipo de vida y les cierra las puertas de la curiosidad. Se le enseña qué pueden o no pueden hacer y se les coarta la libertad de conocer el mundo (aprendiendo de la convivencia social a través de juegos de rol o lo que miran en la televisión); ellos no conocen otra cosa que el mundo limitado en el que se les recluye y sin un referente, no pueden explorar más, no puede negar su función, porque para ellos eso es lo correcto, vivir y morir para ayudar a otros con sus donaciones. Aunque ello no restringe un desarrollo propio con ideales, convicciones y personalidad. Su cuerpo y mente les exige crecer, porque un hombre encerrado tiene la necesidad de salir de las barreras que lo limitan; tal vez no pueden huir, pero sí pueden imaginar; así como saben que morirán, saben que tienen un tiempo de vida que llenar con acciones relevantes que les den un motivo de existencia, un sentido humano a su vivir.
En el fondo, son tan humanos como cualquier otro, porque tienen inquietudes y aspiraciones, porque necesitan entender su mundo para responderse a la razón de su existir; no en el sentido práctico como donadores de órganos, sino en el sentido biológico y racional.
Para lidiar con su mundo entonces deben darse un propósito. Kathy encuentra en su actividad como cuidadora (de donantes), su motivo de vida. Lo que para otros puede ser una rutina tediosa, de vida monótona, al lado de pacientes recuperándose de sus operaciones y viéndolos “finalizar” después de cierto número de donaciones, para Kathy es un motor que la despierta, para cumplir un propósito más satisfactorio de su existencia, con apoyo, ayuda y convivencia hacia otros y hacia ella misma. La joven ve en su función un motivo por el cual vivir, que al mismo tiempo la distraiga de tener que esperar la fecha de su propia muerte, como muchos otros hacen.
Con un rumbo trazado de manera predeterminada, estos personajes no tienen otra opción que disfrutar, en su forma propia, el tiempo que tienen para compartir, crecer, amar, aprender o conocer. Un paseo, una plática, una comida o una lectura, todo toma gran significado porque son los pequeños detalles los que hacen la diferencia. Si como clones no pueden huir de su destino, pueden al menos hacer algo significativo con el tiempo intermedio, para ser relevantes, tanto para sí como para con las personas con las que conviven, o con aquellas a las que, sin conocer, ayudan con su propio sacrificio.
El escenario de la historia es una metáfora sobre la vida misma y las preguntas que el hombre se hace sobre su existencia. Kathy, al perder a sus amigos tras varias operaciones de donación, reflexiona sobre la manera en que ellos convergen con la vida de los que salvan, preguntándose si no de una forma u otra, todos eventualmente se encuentran con su muerte, su finalización como le llaman ellos a la última etapa de su proceso de vida.
“Usábamos su arte para ver lo que eran capaces de hacer”, menciona la directora de la escuela, con quien Kathy y Tommy se encuentran años después, en búsqueda de una postergación que les permita estar más tiempo juntos como pareja antes de finalizar sus donaciones. De acuerdo con el rumor, los alumnos podrían hacer una petición demostrando su unión, que según Tommy, consistiría en explorar en su interior algo verificable a través de sus trabajos de arte seleccionados para lo que durante la escuela llamaban “La Galería”, conformada a partir de proyectos artísticos que se les promovían realizar. “La Galería no era para explorar sus almas. Teníamos la Galería para ver si realmente tenían alma”, admite la directora, señalando la forma en que el arte, como forma de expresión, era la prueba que levantaba las preguntas éticas de la clonación al resto de la sociedad que había elegido ignorar aquella realidad.
Los alumnos en Hailsham son invitados a explorar con el arte su esencia y su identidad. No es obligatorio hacerlo, le tranquiliza a Tommy una de las maestras cuando él no encuentra la inspiración para hacer el tipo de obras que sus compañeros presentan, en el sentido de que el arte no puede forzarse, y el alma no puede disfrazarse, sino que debe salir de forma natural de la persona misma, según lo que pretenda expresar, indagar o profundizar sobre sí mismo o sobre su mundo y sus alrededores. Un dibujo puede representar un sueño, un miedo, un anhelo, una interpretación del ambiente en el que se vive, las personas con quienes se convive o las reflexiones que se hacen sobre uno mismo. Lo importante, lo que buscan los directivos seleccionando piezas para su Galería, no es descubrir la mejor técnica o el trazado de pintura o poesía más perfecto, sino la forma en que, a través de ellos, los alumnos demuestran su lado humano.
La historia propone una serie de preguntas sobre la ética médica, el arte o el qué nos hace humanos. Su ambiente nostálgico, enriquecido por la fotografía, la música o el diseño de producción y locaciones, es parte de aquella melancolía de vida, en soledad, por la que transitan sus personajes principales, en busca de amistad, amor, legado, trascendencia, importancia, solidaridad, apoyo, conocimiento o entendimiento, como cualquier otro ser humano, pero marcados por una etiqueta que les dice que, como clones, no tienen libertad para elegir sobre su derecho innato de existencia y de vida, que el resto de sus semejantes sí tienen; a ellos se les niega una vida, solamente por ser diferentes, lo que significa que no se les reconoce como humanos.
A la mitad de sus donaciones, Ruth pide a Kathy, entonces su cuidadora, llevarla a un viaje junto con Tommy, también en su segunda donación. Se dirigen a una playa donde un barco fue abandonado en la arena, una imagen que demuestra el estado quebrantado de su propia amistad, pero también el de su propia existencia. Un barco abandonado que ya no cumple su función, que ha sido olvidado, desechado, después de agotar toda su utilidad, perdiéndose en el olvido, tal como la sociedad los ha tratado a ellos, tal como la sociedad actual llega a tratar a muchos distintos grupos sociales que, valorando función o rendimiento, considera inútiles o prescindibles.
La discriminación, racial, sexual o de género, sigue presente y encontrando nuevas formas de expresión para grupos marginales de todo tipo. Dejamos de ver el lado humano de la gente en búsqueda sólo del beneficio propio. La situación plantea preguntas sobre la sociedad misma, sobre su organización y la conciencia moral, sobre la ciencia y la naturaleza del hombre, sobre la vida y la muerte y la forma en que el hombre (y con qué propósito) emplea su tiempo y su vida, entre el inicio y el final de su existir, en su importancia, presencia y trascendencia. El qué es lo que hace que valga la pena vivir y cómo cada persona lo determina de manera diferente, según sus experiencias o expectativas de vida y lo que quiere de su propio entorno y de sí mismo. Mirar al pasado y al futuro al mismo tiempo y estar satisfechos con las decisiones tomadas o la vida vivida. El destino [la muerte] de Kathy, Ruth y Tommy es inevitable, pero de alguna manera, también el de todos los hombres del planeta.
Ficha Técnica: Nunca me abandones