Recordando a mi querido Rockdrigo González, legendario rockero de nuestra amada Tenochtitlan que el sismo del 85 se lo llevó de corbata, se murió de un pasón de cemento dicen sus camaradas.
Ratas por todas partes, ratas los lunes y martes.
Martes 4 de octubre, doce del mediodía, circulo por el boulevard Rebollo Acosta de Gómez Palacio Durango, mi ruta diaria, observo una especie de retén que después me doy cuenta ha articulado la Dirección de Seguridad Pública y Vialidad, al acercarme me hacen señas para que me orille (a la orilla dirían algunos chilangos de azul); me aborda una señorita y me dice que vengo a exceso de velocidad, la miro sorprendido, ¿cómo? le digo, sí señor, viene a 61 Km/ hora y el límite es 60.
La agente solicita mis papeles, en este caso mi licencia; omite pedirme la tarjeta de circulación, desconozco en ese momento por qué rompe el protocolo de solicitar toda la documentación y presta y veloz comienza a llenar la boleta de infracción.
Le pregunto ¿cómo es que sabe que venía exactamente a 61 km/h?; Ah me dice, un compañero que está allá trae una pistola radar y él me aviso de su exceso de velocidad.
Por supuesto no había manera de que me proporcionaran el mencionado registro, por supuesto que la agente desconocía si el dispositivo estaba calibrado ya que sus 61 km/h no concordaban con los 55 que marcaba mi velocímetro, por supuesto que no me pidió la tarjeta de circulación porque ya había alcanzado su objetivo, morder, simple y llanamente morder. Aquí la mordedura va más allá del beneficio personal al que casi siempre está asociada, aquí la mordedura a todas luces viene de una instrucción institucional que es lo que más molesta y si mi querido Rockdrigo a más de 30 años de tu partida las ratas siguen apareciendo en este país, por todas partes, especialmente los lunes y martes.