Que mejor forma de anestesiar la cotidianidad que con un poco de tinta. Eso es lo que me auto medico desde que aprendí a leer. Así que les voy a prescribir mis letras vagabundas (coma frutas y verduras).
Al kilo
(microrelato)
“ A la memoria que se pierde”
Dejó una tonelada de papel impregnada de olvido. Lleno con libros todos los rincones de la habitación. En el cuarto hay varios libreros repletos de escritores abandonados, cubiertos de polvo. Están aburridos. Nadie acaricia su tinta, nadie hace que con su imaginación vuelen sus letras. En el escritorio no cabe un alma, cada espacio esta ocupado por libros que acababa de comprar y papeles inútiles. En su buró, cuatro huérfanos se quedaron en proceso de lectura.
Tenía la maldita costumbre de hacer anotaciones y subrayar lo que más le gustaba ¿para qué? Decía que no los compraba, los adoptaba. Nada la hacia sonreír como la llegada de uno nuevo o usado.
Ya ve, los años se le echaron encima. Dejó de oírnos, dejó de caminar pero aún con lupa no dejó de leer. Era inútil persuadirla que dejara de hacerlo. Decía que su historia estaba impresa en tinta negra. Que cada libro era un suspiro, un beso, un recuerdo que resguardaba su paso por la angosta existencia.
Pero ya ve, ahí esta su cuerpo duro y aplastado. Para eso abarrotó esta habitación ¿Qué a donde la llevamos? al panteón. La tonelada de libros…al kilo.
Llora el desierto
(prosa poética)
Puedo cubrirlos con el manto de mis dunas, alimentarlos con las riquezas de mis tierras, saciar su sed en mis venas.
Pero no puedo protegerlos de la lluvia de plomo y estruendos de pólvora que llenan de eco mis cerros de donde surgen hilos escarlatas
Mis paisajes hablan de esclavitud, independencia, revolución y muerte, ahora no hay guerra solo levantamiento de almas.
Las tolvaneras se llevan murmullos que son agónicos lamentos, las gargantas ahogan sollozos nocturnos, que se callan en la cotidianidad.
Verdes guardianes, azules centinelas aguardan con sombrías miradas mis fronteras. Mi desierto se puebla de almas inertes. Se tiñen de rojo los canales, por el río corre sangre fraterna.
Envidio a las tierras infecundas, pues en ellas no hay vida. Un grito surge de mis entrañas…son mis hijos que lloran a sus hijos.
Días negros
(verso libre)
Ya no fecundas mi boca
tú aroma no se derrama en mi piel
tú voz se perdió en el viento
exhalaste el último suspiro
te cubrió el manto oscuro
la tibieza se volvió hielo
el calor se volvió muerte
Hablare sin sentir tu aliento
buscaré entre las ruinas oníricas
serás la barca en la deriva de mis sueños
dejaré que la eternidad se albergue en ese instante.
No me ves,
no me escuchas
no te importa
me ahogaré en mis desvelos
te ahogaré en mi memoria
no mencionaré tu nombre
gotearé tu recuerdo,
lavaré tu aroma
existiré aunque no respire tu voz
existiré aunque no en tú espejo.
Se rompen hilos invisibles
no me cubro de miedo
me convierto en llanto
miradas líquidas nublan tu silueta
te diluyes.
acaricio la tibieza del ósculo solitario.
Ya no escuchas…ya no importa.
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