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Un poco de letras vagabundas (Parte 2)

Paola Astorga
Paola Astorga

Que mejor forma de anestesiar la cotidianidad que con  un poco de tinta. Eso es lo que me auto medico desde que aprendí a leer. Así que les voy a prescribir  mis letras vagabundas (coma frutas y verduras).

 

Al kilo

(microrelato)

“ A la memoria que se pierde”

 

Dejó una tonelada de  papel impregnada de olvido. Lleno con libros todos los rincones de la habitación. En el cuarto hay varios libreros repletos de escritores abandonados, cubiertos de polvo. Están aburridos.  Nadie acaricia su tinta,  nadie hace que con su imaginación vuelen  sus letras. En el escritorio no cabe un alma, cada espacio esta ocupado  por libros que acababa de comprar y papeles inútiles. En su buró, cuatro huérfanos se quedaron en proceso de lectura.

         Tenía la maldita costumbre de hacer anotaciones y subrayar lo que más le gustaba ¿para qué? Decía que no los compraba, los adoptaba. Nada la hacia sonreír como la llegada de uno nuevo o usado.

         Ya ve, los años se le echaron encima. Dejó de oírnos, dejó de caminar pero aún con lupa no dejó de leer. Era inútil persuadirla que dejara de hacerlo. Decía que su historia estaba impresa en tinta negra. Que cada libro era un suspiro, un beso, un recuerdo  que resguardaba su paso por la angosta existencia.

       Pero ya ve, ahí esta su cuerpo duro y aplastado. Para eso abarrotó esta habitación ¿Qué a donde la llevamos? al panteón. La tonelada de libros…al kilo.

 

Llora el desierto

(prosa poética)

 

Puedo cubrirlos con el manto de mis dunas,  alimentarlos con las riquezas de mis tierras, saciar su sed en mis venas.

        Pero no puedo protegerlos de  la lluvia de plomo y estruendos de pólvora que llenan de eco mis cerros de donde surgen hilos escarlatas

        Mis paisajes  hablan de esclavitud, independencia, revolución y muerte, ahora no hay guerra solo levantamiento de almas.

       Las tolvaneras se llevan murmullos que son agónicos lamentos, las gargantas ahogan sollozos nocturnos, que se callan en la cotidianidad.

      Verdes guardianes, azules centinelas aguardan con sombrías miradas mis fronteras. Mi desierto se puebla de almas inertes. Se tiñen de rojo los canales, por el  río corre sangre fraterna.

        Envidio a las tierras infecundas, pues en ellas no hay vida. Un grito surge de mis entrañas…son mis hijos que lloran a sus hijos.

                                                                                                                               

 

Días negros

(verso libre)

 

Ya no fecundas mi boca

tú aroma no se derrama en mi piel

tú voz se perdió en el viento

exhalaste el último suspiro

te cubrió el manto oscuro

la tibieza se volvió hielo

el calor  se volvió muerte

 

Hablare sin sentir tu  aliento

buscaré  entre las ruinas oníricas

serás la  barca en  la deriva de mis  sueños

dejaré que la eternidad se albergue en ese instante.

 

No me ves,

no  me escuchas

no te importa

 

me ahogaré en mis desvelos

te ahogaré  en  mi memoria

no mencionaré tu nombre

gotearé tu recuerdo,

lavaré tu aroma

existiré aunque no respire  tu voz

existiré aunque no en  tú espejo.

 

Se rompen hilos invisibles

no me cubro de miedo

me convierto en llanto

miradas líquidas nublan tu silueta

te diluyes.

acaricio la tibieza del ósculo solitario.

 

Ya no escuchas…ya no importa.

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