Un ideal, una idea percibida y razonada, opiniones, creencias, convicciones, entendimiento y conocimiento sobre algo, son componentes del imaginario colectivo que orienta conductas y acciones sociales. Las acciones y decisiones del hombre están regidas por estas ideas, por sus ideales y por la forma cómo los defiende, los sigue, los asume y lucha por ellos. Una sociedad sin ideales es una sociedad vacía, porque no se guía por sus pensamientos, sino por los de otros y por lo que le dicen hacer, resultando en regímenes absolutos, totalitarios, autoritarios, controladores y faltos de libertad e independencia para sus ciudadanos.
En V de Venganza (EUA-Reino Unido-Alemania, 2005), película dirigida por James McTeigue, escrita por Los Hermanos Wachowski, basándose en la novela gráfica “V for Vendetta”, de David Lloyd y Alan Moore, y protagonizada por Natalie Portman, Hugo Weaving, Stephen Rea, Stephen Fry y John Hurt, se vive un mundo así. Donde las prohibiciones a la libertad imperan y el ambiente que se vive es de miedo, de temor a la represión, en donde el toque de queda es permanente y no permite a las personas ser libres o elegir sobre sus acciones, espacios o tiempo; donde la vigilancia extrema mantiene al gobierno al tanto de las actividades de la gente en todo momento y en todo lugar: en su trabajo, su casa o su espacio de ocio, juzgando lo que piensan, dicen y opinan, reprimiendo a aquellos que se permiten un grado de individualidad o contrariedad, “donde lo diferente se volvió peligroso”, como dice V, un revolucionario que busca un cambio para el mundo en el que vive, necesitado de despertar de la opresión en que los mantiene su Canciller, con censuras a la libertad de expresión, el uso de los medios de comunicación para fabricar o cubrir la verdad detrás de las noticias, o con la transmisión de programas propagandísticos donde se repite a la gente, una y otra vez, incesantemente, aquello en lo que deben creer (en su gobierno) y lo que deben negar y rechazar (cualquier otro sistema de organización social).
V conoce a Evey, una joven tranquila y callada que no cuestiona su entorno para no participar ni en positivo o negativo en su sociedad (por precaución, miedo o necesidad de sobrevivencia). Evey es casi indiferente (e ingenua) sobre las injusticias en sus alrededores, sobre el sistema político imperante, y sus acciones demuestran ese estado pasivo, de temor, de autocontrol, de sumisión, que impera entre los ciudadanos que, como ella, se ajustan a las estrictas reglas que su gobierno fascista impone, en lugar de cuestionar la forma en que se rige su país, Inglaterra, en el caso de este escenario distópico.
En nombre de la justicia, pero también de la venganza, V realiza una serie de actos violentos contra su gobierno, no para incitar la ira de las personas, o para pedirles que reaccionen como él, sino para hacerles ver la forma en que sus líderes se han beneficiado de su indiferencia o falta de conocimiento y acción, para demostrar que el gobierno ha construido un discurso falso para justificar y legalizar sus acciones autoritarias; V se esfuerza por hacer ver a los ciudadanos que no merecen la realidad en la que viven, ni el gobierno que tienen, pero que sólo ellos pueden exigir un cambio y realizarlo. “Si quieren encontrar a un culpable, sólo basta mirarse en el espejo”, dice V, quien habla de cómo las personas son responsables de su realidad, pero también refiriéndose, directamente, al motivo de sus actos, como propia venganza personal, matando a los responsables de su tragedia de vida. Una historia que impacta directamente sobre la forma de gobierno del momento, sobre el sistema político, respecto a la organización económica y los medios masivos de comunicación, así como otros aspectos que conforman la cotidiana desdicha humana.
La red de engaños crece entre las altas esferas del poder, cuando el gobierno realizó experimentos en humanos (encarcelando para ello a diferentes personas, entre ellos la gente de las minorías, como Valerie, de la celda junto a V, una mujer detenida sólo por sus preferencias sexuales). Estos hombres se hicieron del control y el poder una vez que se desató el caos, que ellos mismos provocaron a través de atentados bacteriológicos; como dueños del virus y la cura al mismo tiempo, empujando a una sociedad en crisis en una búsqueda por la supervivencia, donde la promesa de un mundo mejor viene de los mismos hombres que crearon ese desorden. El Gobierno actúa a su favor y en beneficio propio, a expensas de los demás, de sus ciudadanos.
Enmascarado con una careta que emula la imagen de Guy Fawkes (1570-1606; quien participó en la “Conspiración de la pólvora”, un plan fallido que intentó destruir el Parlamento Inglés con motivo de terminar con las persecuciones religiosas), V exige justicia a los responsables del colapso de la sociedad. El objetivo de V es castigar a aquellos funcionarios del gobierno que han llevado a la sociedad al sometimiento, no las personas inocentes presas de esta realidad. El Canciller y sus colegas crearon miedo y se hicieron de los medios e instrumentos (la policía, la milicia o los medios de comunicación) para mantener custodiada a su gente, incluso sin que ellos se dieran cuenta y bajo la falsa impresión de calma, seguridad y progreso.
La forma en que lo hicieron fue evitando la individualidad, la libertad, el pensamiento, la expresión y los ideales (que no fueran los suyos), creando listas negras o prohibiendo aquello que invitara a la gente a pensar, como el arte, los libros, la música o la pintura, objetos catalogados en este mundo ficticio como pertenecientes al “Ministerio de Materiales Ofensivos”. Sin reflexión no hay ideales y sin ideales la gente es manipulable. El arte promueve el pensamiento crítico y los gobiernos totalitarios como el de esta historia lo primero que hacen, en su ascenso al poder, es desaparecerlo.
El objetivo de V es reconocer las oportunidades (para el cambio) y tomarlas, con el propósito final de destruir el Parlamento, edificación que simboliza la corrupción del sistema gubernamental en el que vive. “El edificio es un símbolo. El acto de destruirlo también. El pueblo da poder a los símbolos. Solo, un símbolo no significa nada, pero con bastante gente, volar un edificio puede cambiar el mundo”, le explica a Evey.
Aunque lucha por ideales, “Las palabras siempre tendrán su poder”, dice él, V realiza una serie de acciones drásticas en el entendido de que sólo así, llevando a un punto límite la situación, las personas podrán entender el estado de sometimiento en el que se encuentran, sólo así reaccionarán. La realidad tan radical de este mundo ha llevado a la gente a aceptar con miedo su entorno y el poder de sus gobernantes sobre ellos, al grado que sólo un acto de extremo impacto como el que planea V puede hacerles ver el estado crítico de su sociedad.
Al final, la elección de la acción, destruir con explosivos el Parlamento, se la deja a Evey, sabiendo que el futuro de cambio que le depara a su sociedad no está en sus manos, sino en las de las personas como ella, que han reconocido la necesidad de un futuro diferente, de romper, metafóricamente hablando, las cadenas y paredes de su prisión, personas jóvenes, no necesariamente de edad, con coraje e inteligencia, que comienzan a entender su ambiente y que, por ello, aún no han sido corrompidos por otros propósitos de poder, avaricia o control.
“El pueblo no debe temerle a su Gobierno. El Gobierno debe temerle a su pueblo”, dice V, en el sentido de que los gobernantes deben servir a su sociedad, no a sus intereses propios. ¿Por qué temerle a un líder tirano si él es sólo uno, en contra de una multitud que puede tomar las riendas de su destino? Incluso los medios masivos de comunicación o la policía, herramientas del totalitarismo para sostener su régimen cuando son tomadas bajo su control, que deberían velar por los intereses de la sociedad, pues son parte de ella, al seguir las órdenes de su gobierno, se doblegan.
V enseña a Evey a ser libre de su propia persona, evitando las barreras autoimpuestas que la retraen, para lograr estar en control de sus emociones, acciones y decisiones. Cada individuo debe ser así, compartiendo ideales de bienestar social, que al mismo tiempo les permitan desarrollarse como individuos y como comunidad, en armonía. Una sociedad funciona eligiendo a su gobierno y exigiendo lo que necesita de él para su funcionamiento. Ese “ideal” es el “ideal”, el perfecto utópico que debería ser.
La película presenta un mundo distópico (el antónimo de utopía) basado en una realidad que puede llegar a ser palpable en algunos rincones del mundo actual. El cine refleja y reflexiona sobre su entorno (el hombre en su sociedad), y lo analiza, ofreciendo una gama crítica de opiniones y oportunidades. Evey señala: “Mi padre solía decir que los artistas mienten para decir la verdad, mientras que los políticos mienten para ocultarla.”
Ficha técnica: V de Venganza - V for Vendetta