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WALL-E

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Qué nos hace humanos? ¿La capacidad de pensar y de razonar? ¿La sociedad, la organización y la adaptación? ¿La mente, los sentimientos y las emociones? Lo que nos hace diferentes nos hace únicos, pero la falta de convivencia, de interacción y de empatía es lo que destruye al ser, cuando olvida que vive en colectividad, en grupo. Tales reflexiones surgen a partir de la premisa esencial de la que parte WALL-E (EUA, 2008), historia sobre un robot de compresión/limpieza de basura que habita en la Tierra después de que el planeta es destruido por el hombre, cuyos sobrevivientes ahora viven en una estación espacial, lejos en el universo. El robot encuentra una sonda de reconocimiento, EVA, enviada a buscar vida en la Tierra. Siguiéndole a ella llegan juntos a la nave donde viven los humanos, que ahora tienen la prueba necesaria para poder regresar al planeta.

Escrita por Jim Reardon y Andrew Stanton, dirigida por éste último, WALL-E estuvo nominada a seis premios Oscar (incluyendo mejor guión y canción original), de los cuales ganó el de mejor película animada, convirtiéndose en una de las películas de animación más nominadas en la historia de la premiación (La bella y la bestia también tiene seis nominaciones).

WALL-E aprende de los sentimientos y emociones humanas mientras indaga entre la basura que quedó en la tierra, escuchando música y viendo videos de películas, explorando los objetos olvidados, desechados, encontrando una magia propia dentro de ellos. Lo que para algunos es basura, para otros puede ser un tesoro, mientras lo que alguien considera valioso, para algunos más puede parecer algo insignificante. Son esas pequeñas cosas lo que hace a las personas diferentes, pero, ¿quién y cómo se le pone valor a un objeto? En todo caso, ¿por qué y para qué?

¿Qué es basura y qué llevaría a la raza humana a crear un ambiente tan material, superfluo y de objetos innecesarios que la basura que crea supera al hombre mismo, su ambiente y su propio planeta? Según el relato, la Tierra se volvió inhabitable por culpa del hombre mismo, por su inhabilidad para adaptarse y por respetar el lugar en que vive. La historia habla con eco de la tecnología y la forma en que se abusa de ella, describe cómo se crea una dependencia y se le utiliza como una forma de escape en lugar de ser una herramienta de solución; esto es lo que los humanos en la película hacen, abandonar el planeta usando naves espaciales en donde viven en un estado casi estático, sin siquiera ser capaces de caminar, porque para ellos es más fácil y sencillo deslizarse en máquinas y dejar, precisamente, que ellas hagan todo por ellos, provocando que sus mentes dejen de pensar, de imaginar, de crear, pero en especial, hacen que el hombre deje de existir en sociedad, en su interacción y relación con otros.

“Yo no quiero sobrevivir, quiero una vida”, dice el capitán de la nave donde se encuentran los último sobrevivientes humanos (cientos de años después de que el planeta se volvió inhabitable por su atmósfera y erosión), cuando el copiloto, una máquina que se niega a continuar con el protocolo, se rehúsa a enviar a los humanos de vuelta a la tierra una vez que se ha comprobado (a través de la existencia de una planta) que el planeta es de nueva cuenta habitable.

La máquina quiere evitar que esto suceda (por su propio protocolo programado), pero son los humanos lo que deben decidir hacer algo, dejar de depender de lo que un objeto pueda elegir o no, y en su lugar, hacerlo ellos mismos regidos por el libre albedrío y la voluntad de acción, pues, después de todo, las máquinas-robots son producto de la inteligencia humana, están programadas para hacer lo que otros seres humanos pensaron. No todas las máquinas son como WALL-E o como EVA, quienes sienten y se enamoran, quienes ayudan; siguen órdenes según las funciones para lo que fueron creados, pero de la forma más sencilla e ingenua; sin querer hacer el mal, ningún mal proviene de ellos, pero finalmente se rigen bajo el propósito de su función. ¿Quién las crea, quién las programa? El hombre.

Los seres humanos, en la película, han perdido movilidad en cuerpo y mente al punto que incluso ya están aburridos de no hacer nada; el contraste hacia los protagonistas de la historia (máquinas-robots) llega a cumplir el propósito del que habla la película: la autodestrucción, la insensibilidad producto de la dependencia tecnológica. WALL-E y EVA son todo lo contrario al hombre, son máquinas creadas, son tecnología, inteligencia artificial, materia inerte que actúa y responde a programas tecnológicos diseñados por el hombre mismo; sin embargo, han encontrado estar en contacto con su “lado humano”, con los sentimientos creados a partir de la interacción social, incluso más que el hombre mismo, pero, paradójicamente, alimentándose del uso de otros bienes creados por el humano en donde describe sus vivencias, sus experiencias.

Ello es uno de los puntos más vitales que aborda la película, de cómo una vida sin esfuerzo, en un mundo virtual, hace que la raza humana sea más robotizada e insensible que las máquinas mismas. La presencia de WALL-E y EVA, en su interacción, llega a cambiar esto cuando viajan hasta la nave espacial, su compañía mutua enseña de convivencia a un grupo de humanos que ha olvidado de lo que ello significa, incluso la manera de llevar a cabo una relación social afectiva, una plática o un simple baile, por ejemplo, no limitada por el habla y las palabras, sino promovidos por las voces, los sonidos, los olores, el tacto, las expresiones y la comunicación no verbal.

Ficha técnica: WALL-E

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