No es un secreto que la cotidianidad te puede arrancar la pluma de la mano cuando tratas de escribir.
Cuando trato de escribir, mis hijos piensan que no estoy haciendo nada. No me queda de otra que preguntarles sobre que escribir; hay lluvia de ideas, sobre comida, sobre antojos de comida, sobre antojos de comida que quieren que su mamá elabore, sobre antojos de comida que quieren que su mamá elabore, ya.
Cuando trato de escribir, se pierde todo en la casa, nadie encuentra nada. Subo y bajo encontrando ropa mágica que desaparece, cuadernos mágicos, comida mágica.
Cuando trato de escribir, Bruno la mascota de la familia quiere jugar conmigo; me lleva su hueso de goma y lo pone en mi pierna para que trate de quitárselo y lo persiga por la casa, sino pone sus patas sobre la mesa para ver si le estoy escondiendo comida. Acaba durmiendo a mi lado.
Cuando trato de escribir las ideas se apelmazan en mi cabeza pero me levanto un par de veces para cargar la lavadora. La ropa sucia no me habla, pero apesta.
Cuando trato de escribir, el whatsapp me recuerda mi tecnológica vida social, después de zumbar veinte veces me doy cuenta que los familiares y amigos suben bendiciones, muchas bendiciones, y fotos muchas fotos. Este tema es para otro blog.
Cuando trato de escribir, mis pendientes laborales me acosan. Comúnmente los rezago para otro día, después de todo tiene su propio horario de 9 a 6 y a veces más.
Cuando trato de escribir el reloj no se detiene.
Cuando trato de escribir, la cotidianidad no descansa.
Cuando trato de escribir, me… ¡ya voy!
Siganme en @asdipao