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El Candidato

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Para que un candidato gane unas elecciones, se necesita que muchas piezas del medio estén de su parte; interviene la política, la democracia, la estrategia, el discurso convincente del candidato, la publicidad en los medios, la competitividad y la mercadotecnia. En una elección, el ganador no es forzosamente la persona más preparada, sino quien mejor maneje su campaña.

El Candidato (EUA, 1972), película dirigida por Michael Ritchie, con una historia escrita por Jeremy Larner, quien ganó el Oscar por este trabajo en la categoría de mejor guión original, y protagonizada por Robert Redford, Peter Boyle, Melvyn Douglas, Don Porter y Allen Garfield, trata de un idealista abogado que poco a poco cede ante la manipulación política que reina a su alrededor, todo para cumplir un objetivo: ganar las elecciones al Senado estadounidense.

Bill McKay, el personaje protagónico, es una activista invitado por el especialista en política Marvin Lucas para convertirse en el candidato demócrata al Senado por el estado de California, en Estados Unidos. Sin aspiraciones o preparación política, Bill acepta porque lo que le ofrecen es la libertad para hablar sobre la labor social por la que pelea en su profesión. Sus convicciones le hacen pelear por lo que cree justo y correcto, pero conformándose con los pocos medios, sin influencia en la política o las altas esferas del poder, que tiene a la mano.

En el entendido que el principal opositor lleva las de ganar casi por inercia y dejándolo sin nada que perder, Bill acepta, pero cuando alguien le pregunta la razón por la que lo ha hecho, él responde: “Porque el Senador actual no conoce las necesidades del pueblo”, subrayando con esta frase la forma como es percibido el político promedio en el mundo cotidiano, como una persona que se lanza a las campañas políticas sin conocer a la gente, sin saber cómo viven o lo que necesitan, centrándose sólo en su ascenso dentro de la carrera política y su lucha por la adquisición del poder. Para el inexperto Mckay la candidatura es un vehículo pero no hacia la grandeza, sino como medio para hacer públicos y someter a debate otros temas como la educación, el medio ambiente, los recursos naturales y la convivencia social. Decidido a seguir sus ideales, Bill sólo quiere poder decir lo que piensa durante la campaña, para pelear por lo que cree, pero sin dejar que su candidatura se convierta en un espectáculo regido por su presencia en los medios de comunicación.

Sin embargo, Lucas, el profesional de la política, no lo ha escogido por sus principios, sino por su imagen y la forma como ésta pueda impactar a favor, más para su partido y su propio papel dentro de la política que respecto a las elecciones en cuestión. Él sabe que no necesita modificar ni trabajar los detalles alrededor de Bill, porque éste ya cubre los requisitos a la perfección: es joven, bien parecido, entusiasta, carismático e hijo de un ex Senador. La estrategia del especialista se centra entonces en presentarle a la ciudadanía un ‘hombre del pueblo’, alguien con quien los votantes puedan identificarse porque es, o parece ser, una persona común, como ellos, no un político diseñado a modo, como se suele percibir a los otros similares, producto casi natural del sistema.

El principal competidor, Crocker Jarmon, quien busca la reelección, queda, en contraposición, como persona rígida, tradicional y reacia al cambio, en comparación con McKay, cuya honestidad es utilizada en la campaña como un arma, más que como una virtud. Así, rompiendo el molde del candidato ‘anticuado’, Bill se convierte en un aspirante con posibilidades de ganar las elecciones, una vez que convence sorprendiendo con una actitud directa, enérgica y refrescante, algo a lo que los votantes (y la política electoral del momento) no están acostumbrados.

Pero a pesar de que McKay tiene la actitud, la imagen y las ideas para un ser candidato vencedor, para ser Senador o para ser un líder, no sabe realmente lo que se necesita para ganar una campaña. Lucas le dice, tras los resultados preliminares y observando que Bill ha dejado de ser sólo el candidato que le da credibilidad y legitimidad al asunto, para convertirse en una carta viable en la contienda, que él ya tiene ganados los votos de la gente que lo apoya, pero que ahora necesita los votos de aquellos que no. Para convencerlos hace falta más que convicciones, más que un discurso innovador, porque incluso el mejor candidato necesita promoverse, publicitarse, en corto, venderse.

El problema es que McKay poco a poco se va perdiendo, y va perdiendo su integridad, en aquellas estrategias de manipulación, simulación y engaño de ventas mercadotécnicas y demás tácticas para conseguir votos, para sumar apoyos, que a veces incluyen compra de votos o engañar al electorado con promesas y propuestas irrealizables o en las que no se creé. La campaña se vuelve entonces una competencia donde no importa tanto el plan de acción propuesto, o los ejes programáticos y acciones a realizar de ganarse las elecciones, sino la estrategia de enajenación mediática para la promoción del candidato, incluido el desprestigio del otro mediante denuncias reales o falsas acusaciones (la llamada guerra sucia).

Se aprovechan, por ejemplo, de un desastre natural para, en lugar de ayudar a resolver el problema en el momento, hablar de cómo, si ganaran, en un futuro podrían hacer las cosas de manera diferente. A Mckay se le filma hablando con la gente común y corriente, acercándose a los votantes, a las minorías y a los más necesitados, pero sólo utilizando el material de forma que convenza, tras una edición, abordándose los tópicos más polémicos del momento. Y de igual forma, se desprestigia al otro no por su plan de trabajo ni por sus propuestas de ley, sino por sus debilidades como individuo.

Con la implementación de estas medidas pareciera que los votantes son invitados a elegir al próximo Senador de su Estado en la misma forma como eligen entre dos productos a la hora de comprar en una tienda, como dos mercancías que se adquieren por su supuesta utilidad, al mismo tiempo que los votantes son tratados también como mercancías a las que se puede comprar de diferentes maneras y precios. La dinámica se convierte en un espectáculo, una lucha entre opuestos peleando por ganarle al otro, en lugar de intentar convencer de acuerdo con lo que pueden ofrecer dentro de un plan de trabajo que proponga las medidas necesarias para sacar adelante una comunidad.

Todo se trata de poder, de política y de estrategia, algo que Bill desaprueba pero de lo que se da cuenta demasiado tarde como para deslindarse de la candidatura. Sus acciones dejan de concordar con sus ideales porque comienza a decir lo que le piden y actuar como le dicen. La gente cercana a él sabe que su discurso se ha modificado para cubrir las expectativas de Lucas en miras a la victoria, mientras que otras personas, esposa y padre incluidos, se aprovechan en conveniencia al ver la atención, momentánea, que representa estar en el ojo público.

Es entonces que Bill se da cuenta de que en la búsqueda por el cambio, debió recorrer un camino muy alejado de lo que profesaba. “Ningún candidato tiene todas las repuestas”, dice él, convencido de que la forma como su equipo lo ha presentado frente al electorado no es exactamente la persona que es, ni la persona que nadie, incluso los otros candidatos, pueden llegar a ser.

“¿Qué hacemos ahora?”, le cuestiona Bill a Lucas una vez que ganan la elección, sabiendo que ganar lo era todo pero, al mismo tiempo, no es nada, notando que se han desvivido por una campaña de ventas para triunfar en el elecciones, basándose en el mercadeo más que en el diseño de un plan de trabajo palpable y viable para el futuro, subrayando cómo el fin del camino de uno, es apenas el inicio para el otro, un camino por el que McKay se ha dejado llevar y para el que, según él mismo parece reconocer, no está preparado, de la misma forma como nunca lo estuvo para ser candidato durante las elecciones que, a fin de cuentas, y a pesar de no estar listo para ello, ganó.

Ficha técnica: El Candidato - The Candidate

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