La rivalidad representa una competencia que produce enemistad, es una contienda en donde dos contrarios buscan alcanzar un mismo objetivo; uno triunfa sobre otros y muchos cultivan fracasos y frustraciones. Bastante de la política actual se ha convertido en eso, rivalidades, competencias por derrotar a otros, en donde menos importa el plan de propuesta de los candidatos, sino la forma como convencer por encima del contrario. Así lo propone la película El Escándalo (EUA, 1998), que presenta las estrategias de oposición de un candidato envuelto en el escándalo, en contra de sus rivales.
El filme, nominado a dos premios Oscar (mejor guión adaptado y mejor actriz de reparto), fue dirigido por Mike Nichols y escrito por Elaine May. Se basa en el libro ‘Primary Colors’ de Joe Klein, que es un retrato de ficción sustentado en hechos y figuras públicas reales (novela en clave), en este caso, la campaña presidencial de 1992 de Bill Clinton.
Protagonizada por John Travolta, Emma Thompson, Billy Bob Thornton, Adrian Lester, Maura Tierney, Paul Guilfoyle, Larry Hagman y Kathy Bates, en los papeles principales, la historia sigue a Jack Stanton, Gobernador del estado de Arkansas, en Estados Unidos, que compite en las elecciones primarias del partido demócrata para convertirse en su candidato a la Presidencia del país. Se trata de un contendiente que agrada a la gente y suele conectar con sus votantes, en parte gracias a sus sutiles técnicas de persuasión, diciendo lo que los otros quieren oír o reaccionando como se espera de él, ya sea prometiendo pelear por el derecho de sus conciudadanos (si bien una frase trillada) o evidenciando sus emociones en eventos públicos de caridad, llorando frente a la cámara para aparentar empatía con la gente, para generar imagen de humanidad sensible frente a los medios de comunicación.
Sin embargo, él y su equipo, que tienen bien ensayada esta estrategia, necesitan de una persona nueva para hacerse cargo del trabajo de apoyo de logística: repartir volantes, realizar llamadas o agradecer a los partidarios de su patrocinio. Para coordinar estas actividades contactan con Henry Burton, un joven idealista, nieto de un reconocido activista político y afroamericano, razones elementales por las que el equipo de demócratas decide contratarlo, para ganar, por asociación, un perfil de votantes.
Burton por su parte ve la oportunidad como una puerta para alcanzar el cambio, aunque sea de manera simbólica. Para él, Stanton es el candidato que hay que apoyar, porque es el candidato que tiene posibilidades de ganar. Lo que Henry pronto descubre es que nadie es perfecto y en especial, ningún político. Después de unas semanas trabajando para Stanton, se da cuenta que las elecciones no son cuestión de ideales, sino de estrategias rivales, de mercadotecnia, en donde el objetivo es derribar al otro, a cualquier costo, antes de que el otro lo derribe a uno mismo.
Ante una contienda que comienza a cerrar su margen de diferencia, Stanton se ve envuelto en una serie de escándalos sexuales que para el público en general pueden, o no, parecer reales. Los medios reportan lo que escuchan, lo que se filtra o lo que se rumora; así, bajo la idea de dar a conocer la información, en el entendido de que su misión es poner al alcance del público las últimas noticias, presentan una serie de hechos no confirmados pero que se han vuelto ‘tendencia’ porque todo el mundo está hablando de ellos. No importa que la información pueda o no ser falsa, o simplemente no pueda ser verificada, ya ha salido a la luz pública, ya se comenta de ella y en torno a ella se formulan conjeturas y se aventuran juicios. Los candidatos se aprovechan de ello, utilizando a los medios, que han alimentado con información dudosa, como filtro o cobertura para atacar a su rival.
Para demostrar que las conversaciones grabadas entre Stanton y una mujer desconocida (que busca su propia fama temporal) son falsas, Henry comienza a trabajar con Libby Holden, experta en indagar en el pasado de las personas para encontrar los secretos, las indiscreciones, las acciones obscuras, que después puedan usar sus propios candidatos a su favor. Con este tipo de conocimiento Libby encuentra que aquel audio fue montado a partir de una conversación telefónica, grabada desde el celular del candidato demócrata, que sostuvo con el mismo Henry.
En entonces que el joven se da cuenta que se encuentra inmerso en un ambiente que apuesta por el juego sucio, por el engaño, la difamación y la cobardía. Su propio medio le exige decidir si seguir peleando por algo en lo que no cree por completo o regresar a pelear por algo en lo que realmente cree, pero que sabe es una causa perdida. “Prefiero pelear por un hombre que cree en lo mismo que yo, que pelar por uno que no cree en nada. Me quedo con el mentiroso”, explota Henry, hablando sobre Stanton, entendiendo en lo que se está metiendo y las consecuencias que ello conlleva, una vez que es cuestionado por su novia, quien le reclama estar peleando por “un hombre que sólo quiere ser elegido”.
Esa es la idea eje que les hace cuestionarse sobre su ética y su moral a Libby y a Henry, con eventualidad hacia Stanton y su esposa Susan, saber si están peleando sólo para ganar, con una campaña y un actuar donde deja de importar la ética política y la democracia, porque el proceso electoral se ha reducido a una competencia encarnizada que ni siquiera está regida bajo los valores de respeto o consideración, sino que por el contrario, opera bajo la idea de que el fin justifica los medios.
“Las elecciones dependen de los escándalos”, dice una de las colaboradoras, amiga de Susan, trazando el panorama de la campaña de todos los candidatos implicados, en donde los asesores políticos se preocupan casi exclusivamente por la forma como negarán una historia, para evitar validarla, al mismo tiempo que deben evitar atacar al contrincante con su respuesta, todo mientras se evade lo suficiente el tema para no atraer asociaciones negativas hacia el candidato, pero tampoco sobreexponerlo o recaer demasiado en la publicidad negativa que les trae dicho escándalo. Una campaña en donde importa más la imagen y cómo el público percibe al candidato, o en donde es más eficiente desestimar las propuestas del contrario que exponer las propias.
Una campaña convertida en un espectáculo de pretensiones, donde se realizan bailes, comidas, convivencias y encuentros en los que se saquen fotos y videos para promocionarse, pero donde no se habla de las propuestas de trabajo. “Pan y Circo” dice la frase popular, originada por el poeta romano Juvenal, alrededor del año 100 d.c., sobre una estrategia del gobierno para mantener tranquila a la población y ocultar los hechos relevantes, controversiales o debatibles.
Stanton no es el mejor candidato para Henry pero, como apelando al dicho, ‘de los males, el menos peor’, pareciera que el joven elige quedarse al lado del demócrata, con todo y los escándalos sexuales detrás que sabe que en el fondo son ciertos, porque teme que tal vez el candidato de junto sea una persona aún peor. Lo cual resulta cierto, pues así lo demuestra Libby en su investigación sobre el principal contendiente, un candidato substituto que llegó al puesto que ocupa luego de que el titular se retirara tras sufrir un paro cardiaco, y quien además tiene un pasado de fraude, abuso de drogas y nepotismo.
Ese escenario de mentiras, falsedades, engaños, escándalos y rivalidades que permea durante la campaña electoral, se transportará a la Casa Blanca una vez que Stanton gane la presidencia. La pregunta no es si Henry, su equipo y/o los ciudadanos se den cuenta de ello, o incluso si es que hay algo que puedan hacer al respecto, la pregunta es si lo harán, si tienen la formación ética que los lleve a actuar, para encontrar una forma política y jurídica que permita no comprometer su ética y la moral en el proceso, como sí lo hiciera el matrimonio Stanton, que gana la Presidencia a partir del momento en que deciden dejar sus valores y principios morales de lado, para tomar la información contra el rival a su favor. Y aunque todos mienten, ellos ganan. Tal vez, en algunos casos, el fin no justifica los medios.
Ficha técnica: El Escándalo - Primary Colors