El hombre teme a lo desconocido usualmente porque se trata de una situación sobre la que no tiene control alguno y, por consiguiente, su resultado, consecuencia o desenlace le es ajeno. Es una situación de incertidumbre que puede llevar a las personas a decidirse por actuar con cautela, temerosos y, a veces, a la defensiva.
Lo desconocido no implica algo negativo, al contrario, el mar de posibilidades que se tienen enfrente puede traducirse en oportunidades y conocimiento. Arriesgar no significa dejar las precauciones en el olvido, sino caminar con ellas hacia delante, hacia lo desconocido. Es importante conducirse bajo el principio de precaución, para que el avance científico no ponga en riesgo el bienestar de la sociedad ni entre en contradicción con valores morales.
Durante la Guerra Fría, en Estados Unidos, el ambiente social que se vivía era el de temor ante la incertidumbre por la posibilidad de una agresión extranjera; el miedo a lo desconocido provocado por una política de control que se alimentaba de la especulación en torno la amenaza constante de guerra en territorio norteamericano por parte de los países socialistas, situación que mantenía a las personas sumisas, temerosas y, entre otras cosas, aceptando las medidas de guerra tomadas en nombre de su protección. El principio de seguridad nacional empleado para militarizar la economía y para establecer mecanismos de control y espionaje para el propio pueblo estadounidense.
En este escenario se desarrolla una historia de amistad protagonizada por un niño de la Tierra y un robot que llega del espacio exterior. Se trata de la película animada El gigante de hierro (EUA, 1999), dirigida por Brad Bird y escrita por éste junto con Tim McCanlies, basándose en el libro homónimo de Ted Hughes.
En 1957, en un pequeño pueblo, vive Hogarth, un niño aventurero, con muchas ganas de explorar y conocer el mundo en todas sus posibilidades. Entonces, un día cae del cielo un robot gigante, una máquina hecha de metal que se alimenta de este mismo material. Hogarth y el gigante se hacen amigos, pero el niño lo mantiene escondido sabiendo que la gente podría reaccionar de manera reacia al descubrir que hay un ser extraño viviendo en la Tierra, en el mismo lugar que ellos. “La gente no está preparada ti”, le dice el niño.
Pero la presencia del gigante no pasa desapercibida y un agente del gobierno llamado Kent Mansley llega al pueblo a investigar los extraños sucesos que están tomando lugar en la localidad. Este agente se convence de que el gigante es un arma de guerra enviada por un país enemigo y se traza como misión destruir al robot, sin conocer a fondo su verdadera naturaleza, ni su historia, ni su propósito.
La máquina no es violenta, aunque se defenderá si se siente amenazado por un arma. La clave es, entonces, no atacarlo, para evitar cualquier confrontación. Si se mantiene un ambiente solidario y amistoso, entonces la convivencia será amena y armónica. Sin embargo, Mansley no desiste en sus prejuicios y necedad, por lo que comienza a cazar al gigante, decidido a matarlo y provocando su contraataque.
“No me siento seguro”, insiste el agente, no porque sepa que el gigante puede defenderse y pelear, previniendo por tal un ataque de su parte, sino porque desconoce quién es el robot, de dónde viene y cuál es su propósito. “Puedo hacer lo que quiera si creo que es bueno para las personas”, se justifica él, evidenciando que sustenta sus acciones en sus miedos. Mansley no sólo reacciona de manera irracional ante la situación, sino que además parece creer que su posición de poder le da la autoridad para tomar decisiones por los demás y sobre los demás.
Para el agente gubernamental el gigante es un arma potencialmente peligrosa. En el contrario está Hogarth, quien ve en el gigante a un amigo. El ser de hierro termina siendo, antes que él mismo, todo lo que la gente quiere que sea. Algunos, como Hogarth, disfrutan jugando con él; otros encuentran utilidad a su gran fuerza de poder, como Dean, amigo del niño, quien pide ayuda al gigante para construir esculturas de arte con hierro; mientras para otros, el robot es sólo el elemento clave de un ataque de guerra, tal lo percibe Mansley.
“Tú eres quien decides ser”, le dice Hogarth al gigante, una vez que se ven en la posición de encontrarse en medio del ataque, luego de que el agente ha llamado a la Guardia Nacional. Ante los ojos del gobierno y los militares, el robot es el enemigo, pero frente a sus propios amigos, se trata de un compañero, un igual, un aliado. La decisión final, sobre el propósito de su existencia y la posición que tomará en la situación, sólo la puede tomar el propio gigante.
¿Quién es y quién quiere ser?, es la pregunta clave. No es lo que quieran los demás y no es cómo lo perciban o cataloguen los que están a su alrededor, es cómo desee ser él mismo. Se trata de una elección en función a habilidades y capacidades, deseos, gustos, anhelos y propósitos. Una búsqueda de identidad que se elige y concreta personalmente, independientemente de lo que opinen los demás. Es el proceso de formación de carácter y personalidad que se adquiere por sí mismo pero en atención al pensar y hacer de los otros.
“Es malo matar, pero no es malo morir”, le dice el niño a su amigo, recién comienzan a relacionarse, cuando intenta explicarle al gigante conceptos como la vida y la muerte, el sacrificio y la solidaridad, lo correcto y lo incorrecto. Para Hogarth este entendimiento y deseo de ayudar, de sobresalir, de relacionarse y de aprender, es evidencia de que el robot tiene un alma; en corto, tiene vida, es y trasciende, tiene una historia propia que continúa escribiéndose a cada paso que toma.
El gigante piensa y siente, se relaciona y aprende; puede estar programado para defenderse, pero no para matar; si bien se trata de una máquina, un robot, tiene una capacidad de autoconciencia que le hace entender causas y consecuencias; actúa bajo ideas éticas del bien y del mal, parece ser no únicamente máquina, sino ser una forma de vida diferente a la humana, pero con capacidad de aprendizaje y sentmientos. No porque pueda ser un arma, debe ser un arma. Y su decisión de apoyar, de sacrificarse para salvar a los demás, la basa en aquello que conoce, pero también en lo que desconoce. Porque tanto para el gigante como para Hogarth, aventurarse (a lo desconocido) es también, de alguna manera, crecer.
Ficha técnica: El gigante de hierro - The Iron Giant