Ayudar a otros es un acto de solidaridad pero también de compromiso; es esforzarse a favor de las demás personas o los demás seres vivos, actuar en cooperación, con un mismo objetivo y en una misma dinámica de colaboración y reciprocidad. La forma de tomar acción no siempre es bien entendida, porque cada persona es y piensa diferente, tiene intereses propios y, aunque su fin es fraternal, el plan a seguir no siempre es coincidente entre grupos sociales o entre individuos. A veces, aunque varias personas tengan a bien alcanzar una misma meta, sus métodos pueden chocar entre sí.
Pero ayudar a otros es poner sus necesidades sobre las propias, porque en ese instante, en ese momento, la prioridad para un conjunto en general es la misma. Se trata de generar sinergia para actuar como un nuevo factor que potencie las posibilidades de alcanzar el fin buscado. ¿Se ayuda sólo a los amigos?, ¿se ayuda sólo por amistad?, o, ¿es la solidaridad un valor universal de convivencia social, participación y compañerismo, sin excepciones?
Las preguntas son clave en la película E.T. El Extraterrestre (EUA, 1982) para acercarse a entender la empatía que puede surgir entre seres de naturaleza distinta. La historia fue escrita por Melissa Mathison, dirigida para la pantalla por Steven Spielberg y protagonizada por Henry Thomas, Dee Wallace, Robert Macnaughton, Drew Barrymore y Peter Coyote. Estuvo además nominada a nueve premios Oscar, entre ellos mejor película, director, guión original, fotografía y montaje, ganando las categorías de mejor banda sonora, sonido, edición de sonido y efectos visuales.
La historia cuenta la llegada de un extraterrestre a una pequeña ciudad estadounidense y la amistad que entabla con un niño llamado Elliott. Mientras las autoridades investigan para descubrir de lo que se trata el arribo de este ser, el chico, su hermano mayor y su hermana menor encuentran en el extraterrestre un compañero con quien compartir, divertirse y aprender, pero al que además necesitan ayudar para que pueda llamar a su nave y regresar a su planeta.
La forma de reaccionar de cada personaje se delimita acorde con su personalidad y ambiente; las autoridades proceden con cautela y precaución, los jóvenes se mueven más guiados por la curiosidad y la aventura; todos afrontan lo extraño según su contexto y su forma de vida. ¿Cómo acercarse a un ser extraterrestre? ¿Cómo reaccionar ante un encuentro con una forma de vida hasta ahora desconocida? El paralelismo en la acción se vuelve importante cuando se observa la forma como este ser se aproxima también al planeta y sus alrededores. E.T., como le llaman los chicos, llega a la Tierra explorando el mundo, apreciando su naturaleza y conociendo su entorno.
El humano en realidad lo que más necesita es ser perceptivo, abrir la mente y los sentidos a nuevas experiencias, alternativas y posibilidades. Para Elliott esta reacción es natural, tal vez por su corta edad, una etapa en la que ve con inocencia y disponibilidad la amistad, la solidaridad, la confianza y el mundo en general; es expresivo, curioso y solidario al mismo tiempo. El niño conecta con E.T. porque le muestra empatía, porque se identifica con él, no frenándose por diferencias de aspecto físico o el lugar de donde provienen, sino descubriendo que sus intereses pueden coincidir y que el apoyo mutuo puede ser beneficioso para ambos.
En un principio, cuando Elliott cree haber visto algo en el jardín de su casa, su madre, su hermano mayor y hasta los amigos de éste desacreditan al niño, creyendo que se ha inventado una historia o ha imaginado lo que dice haber visto. La reacción hacia Elliott es automática: pensar que el niño sueña en fantasías y que lo más probable es que su mundo sólo gire en torno a la fuerza de su imaginación. Tal vez no se trata de pensar que Elliott no dice la verdad, es más bien no confiar en su conocimiento, en la objetividad de su palabra. Pero él insiste porque cree en lo que ve, cree en él mismo y espera que los adultos le respondan con la misma consideración de solidaridad y confianza.
La predisposición de la gente hacia Elliott es muy parecida a la predisposición hacia el extraterrestre. Para las autoridades del gobierno se trata de un encuentro único, casi milagroso, un evento fuera de lo normal que requiere atención por su particularidad y por tanto, bajo lupa y microscopio, metafóricamente y por momentos literalmente hablando. Los chicos no ven la situación así y esto se demuestra cuando intentan ayudar al extraterrestre a encontrar su camino de vuelta a su plantea. Elliott incluso dice, antes de saber siquiera que se trata de un extraterrestre, que lo último que quisiera es llamar a las autoridades, porque su reacción sería querer estudiar y hacer experimentos con cualquier cosa que sea aquello que cree está escondido en su jardín.
Lo que sucede es que cada persona afronta el reto de la forma como sabe, con base en lo que conoce y a partir de las habilidades con las que cuenta. Aunque todos quieran ayudar, cada uno lo hará de la manera como mejor entiende la situación, la razona y la asimila, además, a través de las herramientas que tienen a su alcance. Los doctores y agentes del gobierno, por ejemplo, estudiando a la criatura y/o buscando soluciones para sanarlo dentro de sus conocimientos de medicina, aplicando aquello que saben de la biología humana pero en relación con lo poco que conocen o entienden a este ser.
El choque es inevitable pero no obligatoriamente negativo. Los chicos, por ejemplo, reaccionan intentando mantener a E.T. en secreto, que su madre no los descubra. Pero ellos no ocultan la verdad en un acto de malicia, sino como parte de un instinto de supervivencia, de solidaridad, incluso de preservación y resguardo.
Elliott sabe bien una cosa, imaginar, porque como niño, así crea, así ayuda y así comparte. E.T. es, en cierto sentido, una extensión de su imaginación, pero vuelta realidad, representativo inclusive de quien es él mismo. Esta capacidad de innovación, creación o fantasía no pelea con el mundo real en el que vive, al contrario, lo complementa y sólo así puede comunicarse con el extraterrestre, encontrando la concordancia y descubriendo que aquello que necesita, una conexión emocional, la podrá encontrar en E.T. Éste responde de la misma manera, imitando el mundo que se le presenta, imaginando a su propia manera y a partir de lo que los humanos le han enseñado. Esta capacidad se pone en práctica para crear, a partir de los juguetes de los chicos, una señal de transmisión que llame a su nave para recogerlo.
La relación entre ambos personajes es también simbólica en un plano más existencial, un par de seres que se sienten aislados y abandonados, E.T. que fue dejado atrás por sus similares, de forma accidental, durante su expedición en la Tierra, y Elliott, literalmente, luego de que su padre se mudara lejos a otro país. Su conexión está basada en la disposición de ayudar y ayudarse, a pesar de las diferencias, cualesquiera que estas sean. Porque cuando se busca un mismo objetivo, como en este caso, que todos quieren ayudar y comprender la realidad, Elliott, su familia, el gobierno o el extraterrestre, el verdadero obstáculo puede llegar a ser la falta de comunicación. Cada quien entiende la situación a su propia manera, pero escuchar y entender la perspectiva del otro suele llegar a ser más benéfico que perjudicial; lo que es, en esencia, la base para poder ayudar a los demás.
Ficha técnica: E.T. El Estraterrestre