Toda campaña política es en esencia una competencia, donde lo importante es conocer al oponente para, entonces, actuar en consecuencia. Lo que hace el otro o los otros importa, porque a raíz de ello es como se traza un plan de acción, ignorado, atacando o confrontando a los contrincantes, según se ha organizado la estrategia en relación con ello y a lo que se vive durante las elecciones en el propio ambiente político dentro de la sociedad. El ganador no siempre es el que tiene más votos, un mejor plan de acción o una mejor preparación para el puesto por el que pelea; ganar se define, por mucho, gracias al manejo que se hace de la campaña que respalda al candidato.
Durante las elecciones presidenciales de Bolivia de 2002, Gonzalo Sánchez de Lozada contactó a los asesores políticos estadounidenses James Carville, Stan Greenberg y Bob Shrum para trabajar para su campaña. Lozada ganó a pesar de estar inicialmente por debajo de sus dos principales contendientes, Evo Morales y Manfred Reyes, que quedaron a la par en los resultados finales de las votaciones. El documental de 2005 ‘Our Brand is crisis’ dirigido por Rachel Boynton recuenta estos hechos. La película Experta en crisis (EUA, 2015) se basa en ese documental. Este proyecto está dirigido por David Gordon Green, escrito por Peter Straughan y protagonizado por Sandra Bullock, Billy Bob Thornton, Anthony Mackie, Joaquim de Almeida, Ann Dowd, Scoot McNairy, Zoe Kazan y Reynaldo Pacheco.
En esta historia, la protagonista Jane Bodine es una consultora política con pocos escrúpulos, que emplea toda medida posible con tal de ganar una elección, sin importar si ella misma no cree en la política del candidato para el que trabaja. El éxito y la competencia para ella es un asunto personal, acrecentado en esas elecciones por la presencia de su rival Pat Candy, quien asesora al principal opositor de Pedro Castillo, el hombre a cuyo servicio se encuentra Jane en busca de ganar la contienda electoral.
El principal problema es que Castillo está muy por debajo en las encuestas. La gente boliviana lo percibe como una persona arrogante e inaccesible, rígida y falsa, a diferencia de, por ejemplo, Rivera, un hombre del pueblo que se acerca a la gente y quien promueve un mensaje de cambio, de esperanza, de atención a los necesitados, discurso político de campaña que lo mantiene a la cabeza en la carrera electoral.
Para Jane, el error de la campaña consiste en hacer de Castillo un candidato que no expresa lo que es. Su propuesta, en contraste, es tomar las debilidades del candidato y convertirlas en fortalezas; ella pretende construir la imagen a partir de la forma natural de conducta del candidato, no todo lo contrario. La estrategia apunta a combatir el mensaje de esperanza de Rivera, pero no contraatacando con un concepto contrario, sino con la idea de que aquel candidato no está preparado para traer ese cambio del que habla.
Castillo es un ex presidente que tuvo varios problemas y críticas por control autoritario, por ejercer “mano dura” durante su mandato. Jane entonces lo que plantea es convertir esa imagen de dureza en un sinónimo de fortaleza. La idea es que la gente entienda que esa actitud severa, de firmeza de carácter, es la que se necesita para afrontar los problemas del país. Así, la campaña se traza alrededor de un concepto, la ‘crisis’. Si el país está en crisis, sólo alguien que la entiende y que la ha vivido puede afrontarla, sólo alguien duro, preparado, con experiencia, podrá erradicarla, dicen con su mensaje, presentando a Castillo como esa persona que entiende los problemas de la sociedad, que conoce las posibles líneas de acción, que sabrá cómo hacer frente a las presiones sociales y a las políticas económicas internacionales.
En lugar de buscar formas para que los votantes se identifiquen con él, cual se estaba intentando hacer inicialmente, lo que ahora se pretende es darle un giro a la estrategia, no para hacer a Castillo alguien agradable frente al ojo público, alguien con quien se sienta empatía, sino para que la gente, en lugar de identificarse con él, lo perciban como un Presidente confiable, como alguien que sabe qué hacer y cómo hacerlo; en corto, que la gente quiera ser como él, que lo admiren y se convenzan de seguirlo como un líder.
“No vamos a cambiar al hombre, sino la narrativa”, dice la asesora, en el sentido de que lo que se necesita es adaptar lo que sucede alrededor del candidato a su campaña, no al revés. En este caso, lo que se hace es dejar de hablar de una elección en la que se elige a un candidato, para retomar el tema de la crisis en el país y proponer al ‘hombre’ más adecuado para enfrentar un momento social como ese. Así, la inexperiencia del opositor, que es su fortaleza en su campaña de cambio, se vuelve una debilidad ante el panorama de crisis que proponen Jane y su equipo.
Los errores pasados de los demás candidatos son exagerados, y evidenciados, públicamente y con ello se les cuestiona su habilidad para mandar, además de que su credibilidad y confianza quedan manchadas, lográndose así que surjan las asociaciones negativas hacia ellos como personas, resultando en una pérdida considerable de votos de la gente que ante la exposición mediática de sus errores políticos y deficiencias personales deja de confiar en sus candidatos.
Con Castillo subiendo posiciones en las encuestas, Candy comienza una competencia directa de campañas políticas cimentada en la creación de noticias falsas, la difamación y la persuasión. No importa si se inventa algún escándalo relacionado con el otro u otros candidatos, menos importa si tiene algo de verdadero detrás de lo que se dice y afirma, lo que se pretende es obligar al otro a hablar del tema, incluso si es únicamente para negarlo o para que se esfuerce en comprobar que es una mentira, porque en el acto, la idea ya está plantada en la cabeza de las personas y la relación de corrupción, engaño o falsedad ya está hecha, porque plantando la mentira, se planta la duda, lo que es suficiente para hacer a la competencia perder puntos.
Al final en la película el último empuje llega, en un escenario muy parecido a como sucedió en las elecciones reales de 2002, cuando el embajador estadounidense advierte a la gente que el apoyo de Estados Unidos al país boliviano puede quedar en entredicho en caso de llevarse a cabo ciertos movimientos políticos en el país, propuestos en este caso por Rivera, dando como resultado que varios de sus seguidores abandonen su bando y se pasen a otros candidatos, entre ellos Castillo, lo que le otorga el balance necesario de votantes a su favor que se requiere para ganar la Presidencia.
La sátira policía que la historia presenta va relacionada con la forma como una campaña política vende una idea y una imagen, a través de tácticas de engaño y manipulación, basándose en la simulación, las mentiras reiteradas, el rumor y la difamación, haciéndole creer a la gente algo que no es, ya sea manufacturando noticias falsas u orquestando otro tipo de conflictos, rumores y calumnias. La imagen construida ex profeso para vender al candidato y la “guerra sucia” para desprestigiar a los opositores son los ejes de las campañas electorales en estos tiempos de mercantilización de la política.
“En política, la verdad es relativa. La verdad es lo que le digo al electorado que es verdad”, señala Jane, quien logra su cometido a través de la estrategia de publicidad de venta. Para ella, lo importante, la ganancia, llega cuando su candidato triunfa en las votaciones, no importando quién es esta persona ni cómo se le convenció a la sociedad de votar por él, incluso si ese convencimiento también está basado en una persuasión engañosa e incluso sin importar las verdaderas intenciones políticas del candidato, una vez en el poder. Por fortuna, la narrativa en este caso deja entrever los trastornos postelectorales que se generan cuando viene la desilusión por la forma de ejercer el poder, por quien resulta ganador.
Ficha técnica: Experta en crisis - Our Brand is Crisis