Proteger la seguridad personal es proteger la privacidad, pero, si es un derecho universal del hombre, del ciudadano, ¿por qué la sociedad lo quebranta, dañando así su propia estructura y sistema? Violar la privacidad de los ciudadanos obliga a las personas a protegerse, a resguardarse más de lo ordinario, y en el proceso, el resultado es un estado de paranoia general que se esparce, dañando también el estado anímico del conglomerado. Vivir en un constante estado de temor termina creando un caos, tanto en el plano personal, para la gente, como en su relación y convivencia como sociedad.
A fin de cuentas, ¿es la seguridad personal sinónimo de privacidad? La pregunta se plantea en la película La conversación (EUA, 1974), que narra la historia de un espía privado (Harry), contratado para grabar una conversación, quien eventualmente se ve inmerso en una dinámica de acecho al descubrir que dicha plática, aparentemente inofensiva, esconde una realidad más profunda de lo que a simple vista parece, lo que pone al protagonista en el dilema moral de decidir qué hacer con una evidencia que podría revelar un potencial asesinato. Escrito y dirigido por Francis Ford Coppola, el largometraje está protagonizado por Gene Hackman, John Cazale, Allen Garfield, Cindy Williams, Frederic Forrest, Harrison Ford, Teri Garr y Robert Duvall. El filme estuvo nominado a tres premios Oscar: mejor película, guion original y sonido.
A través de su protagonista la historia se adentra en el tema de la curiosidad y la necesidad del hombre por conocer todo aquello que le es desconocido, pero también en el saber como forma de poder, en la obtención de información para tomar decisiones. Harry es un espía profesional que trabaja tanto para el gobierno como para personas en el sector privado que lo contratan para vigilar a terceros. Lo que mueve a sus clientes va más allá del deseo de develar los secretos de otros; son movidos, ante todo, por la duda personal, por el deseo de saber lo que otros mantienen en la privacidad para poder usarlo a su beneficio. ¿Y qué dice esto de la sociedad?
Harry se encuentra con otros espías que, como él, realizan diferentes tipos de trabajo de espionaje para diferentes clientes. Ya sea grabar evidencia que desenmascare un fraude en un caso legal o descubrir el engaño de una persona hacia su pareja, la idea base de fondo siempre es la misma: descubrir de manera subrepticia una supuesta verdad que se ha mantenido, igual en forma aparente, escondida u oculta. Y aunque las intenciones parezcan las correctas, dejar salir a la luz información que tal vez deba permanecer oculta, según las circunstancias, es el medio para descubrir la parte menos ética de la ecuación.
Es ahí donde entra el tema del espionaje, el trabajo de Harry; porque no se trata de confrontar basándose en el diálogo o el concepto de respeto, se trata en cambio de descubrir al otro en medio de la mentira, o de conocer cosas íntimas que sólo competen al individuo, un acto preconcebidamente prejuicioso. El espionaje significa acercarse a la distancia, por muy contraria que la frase pueda sonar. Es, básicamente, acechar; observar desde lejos en busca de información secreta, creyéndose que en la distancia recae no sólo el anonimato, sino la barrera que evita que las personas involucradas se relacionen, bajo la falsa suposición de que la distancia evita responsabilidad, porque lo distante, se cree erróneamente, no es personal; por contrario, por lo menos en este caso, la noción es que la distancia pretende evitar que un asunto indudablemente familiar y personal afecte a aquellos que tienen que ver en lo que sucede, aspecto no logrado porque quien busca la información y quienes la obtienen ya están involucrados como individuos.
Sin embargo, esa barrera también representa, en cierta medida, cobardía, indagar en la vida del otro, su intimidad y su privacidad, sin que éste lo sepa, con el objetivo además de alcanzar un beneficio propio. Además, con la aplicación de la tecnología en las labores de espionaje, se perfeccionan los mecanismos de control y manipulación por parte de los poseedores de los secretos íntimos de las personas.
Un planteamiento importante que desarrolla la historia es que invita a la pregunta ¿de dónde viene esa inquietud del hombre por saberlo todo, por conocerlo todo? Más importante, ¿en qué momento su curiosidad es parte de esa naturaleza humana que lo invita a conocer sus alrededores y en qué punto se modifica este comportamiento hasta convertirse en una acción que afecta su entorno?
En la historia Harry asiste a una convención de espías en la que se presentan los más nuevos inventos tecnológicos en el área y el ramo, destacando uno en el que un dispositivo permite activar el micrófono de un teléfono en el momento en el que se hace una llamada. La persona no contesta porque el aparato evita que el teléfono suene, pero, al hacerse el enlace de línea, el micrófono queda abierto, para permitir escuchar todo sonido que capta a su alrededor. El invento, real, ficticio, viable, probable o exagerado, es una forma de ver cómo opera la mente del hombre en el ramo, en su búsqueda y desarrollo tecnológico para encontrar los recovecos que puedan permitirle acceder a esos límites de la privacidad.
La vigilancia, tal como lo presenta la película con este escenario, termina siendo vista y manejada como industria, donde no sólo se puedan vender los más nuevos avances inventados, aparatos que se superan a sí mismos en funcionamiento, eficiencia y modalidad, sino también, como un evento de competencia, donde las mismas personas que trabajan indagando la vida de otros, sus secretos, sus intimidades, sus gustos, sus pautas de comportamiento, ya no pueden vivir sin conocer los propios de sus compañeros; la invasión de la intimidad se transforma en obsesión y en práctica cotidiana, destruyendo relaciones sociales de amistad y confianza, generando, por el contrario relaciones egoístas y manipuladoras.
La realidad de la gente es que termina acomodándose en ese ciclo vicioso. Los espías viven tanto tiempo trabajando en la vigilancia de terceros, escuchando conversaciones privadas y grabando encuentros agendados en el anonimato y la secrecía, que no pueden evitar aplicar esa misma actitud de vida hacia sus propias relaciones personales. Los espías se espían entre ellos, porque es lo que su mundo les ha condicionado a hacer.
En la actualidad, ya no sólo son los espías los que hacen esto, los que viven en esta dinámica, son las personas comunes las que se han acostumbrado a esta actitud y comportamiento. Las redes sociales, el internet, las videocámaras y micrófonos instalados por todas partes propician y facilitan esa obsesividad por destruir la privacidad y por exhibir con fines perversos el comportamiento de nuestros semejantes, conocidos cercanos o personalidades del ámbito público.
Cuando Harry se da cuenta que la predisposición en su actuar, que permea ya en su rutina diaria, lo podría estar distanciando de con quienes convive, o de la posibilidad de entablar una relación personal con las demás, comienza a preguntarse en qué punto ha cruzado esa barrera y cómo, en cuyo caso, esa distancia que procura para preservar su propia seguridad e intimidad, más bien sólo lo alejan de la posibilidad de disfrutar una convivencia social sana.
Es así como Harry comienza a volverse presa de la misma situación a la que se dedica, a ser y sentirse vigilado, experimentando cómo esta realidad afecta su vida, sus relaciones, su persona, su privacidad, su intimidad y su mentalidad. Por protegerse termina cayendo en el mismo tipo de especie de ‘trampa’ que maneja para sus objetivos. Él, y la gente en general, a raíz del sistema en el que vive, que trabaja promoviendo el espionaje y facilitando las herramientas para que se lleve a cabo con mayor facilidad y cotidianeidad esta práctica, llámese la creación, producción o distribución de la tecnología necesaria o la aprobación de leyes para que no existan las barreras que la frenen, termina existiendo en una realidad en la que, tener miedo de que su privacidad se vea invadida, porque sucede a su alrededor de manera usual, se convierte en algo habitual y común.
Y siendo habitual, la gente deja de cuestionarlo, y cuando deja de hacerse esto, se acepta sin considerarse realmente a fondo, en sus pros, contras, dimensiones y consecuencias. La película habla de cómo esta vigilancia convierte al ‘cazador’ en ‘cazado’ con la misma facilidad con la que el otro opera en sus prácticas, es decir, usando su misma tecnología y tácticas en su contra, o dirigidas pero ahora hacia él. Es este ambiente el que, por lo menos tal lo demuestra la historia, termina en fatídicas consecuencias, la persona no sólo pierde su identidad, pierde la noción de su propia privacidad y los límites de ésta.
Ficha técnica: The Conversation - La Conversación