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La historia sin fin

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La lectura pone alerta los sentidos, ayuda al desarrollo de las capacidades del cerebro y despierta la imaginación, la creatividad y la curiosidad. La lectura enriquece el conocimiento y por tanto amplía los márgenes dentro de los cuales se toman decisiones.

Leer es interpretar, tanto como también es crear; requiere de comprensión, no sólo del lenguaje, sino respecto a la capacidad imaginativa y la de inteligencia, porque la creación de mundos fantásticos, por ejemplo, no es posible de entender para alguien si primero no comprende conceptos sobre el hombre, la vida, la realidad, la ficción e incluso la forma narrativa, que lo que sucede en una historia de novela, por ejemplo, es un relato creado, a partir, en cierta medida, de elementos conocidos que pueden encontrarse a su alrededor. Comunicar cosas, pensamientos, conocimientos, sentimientos, afectos, son funciones implícitas que se desprenden de la lectura; todas ellas dan sentido a la vida e influyen la propia forma de pensar, ver, sentir e interpretar el mundo que habitamos.

La posibilidad de que dos mundos, realidad y ficción, se junten, conviviendo en uno mismo, es igualmente una probabilidad sólo viable gracias a la infinita capacidad de la mente, para crear y, en todo caso, para creer en lo aparentemente imposible. Creer se convierte en un sinónimo de confianza, de búsqueda de alternativas y de solución de problemas. Leer es vital para crecer, para madurar.

Así lo explora la película La historia sin fin (Alemania Occidental-Reino Unido-EUA, 1984), dirigida por Wolfgang Petersen con un guión basado en la novela homónima de Michael Ende y protagonizada por Noah Hathaway, Barret Oliver, Tami Stronach, Moses Gunn y Alan Oppenheimer.

En el relato, Bastian es un niño miedoso que no encuentra el coraje ni para pelear por lo que quiere ni para defenderse de quien lo molesta. La gente no confía en él porque él no confía en sí mismo. Entonces, se encuentra en una librería con un inusual libro que decide llevarse para leer. En la historia que se cuenta en el texto, un mundo llamado ‘Fantasía’ está a punto de desaparecer porque está siendo consumido por la ‘Nada’. Para salvarlos de su extinción los líderes a la cabeza de cada sector de la población mandan a llamar a un joven guerrero, Atreyu, quien deberá encontrar la forma de revertir la destrucción que los amenaza.

Mientras Bastian vive las aventuras de Atreyu, leyendo, él mismo aprende las lecciones que son parte del viaje del guerrero, o, en todo caso, aprendizaje más bien dirigido hacia él, aunque presentado a través del personaje del libro. Es como si la construcción mental de escenarios, la curiosidad intelectual, la intención de conocer y comprender, fueran una necesidad del mismo lector por saber por qué pasan las cosas, por encontrar respuesta ante la pregunta existencial de ¿quién soy? O, de saber ¿por qué soy como soy?

Bastian está conectado a la historia, incluso sin saberlo. Su destino y el de Fantasía, el mundo imaginario, son uno mismo, porque aquel mundo está creado a partir de los sueños, anhelos, angustias, temores y deseos de las personas, en este caso, de Bastian. Creatividad e imaginación son puestas en juego, como una fuerza que proviene de la gente en el mundo real y que poco a poco se apaga.

Se pierde la esperanza y se disipan los anhelos y el resultado es que este mundo, su fuerza interna, se debilita a raíz de ello. Gmork, un personaje decidido a eliminar a Atreyu mientras recorre su camino hacia los límites de Fantasía, en busca de un niño humano que pueda salvarlos, persigue al personaje para así evitar que Bastian entienda su propio papel dentro de la historia.

La Nada es el vacío, producto de la desesperanza y la decadencia, dice Gmork. “Fantasía no tiene fronteras. Es el mundo de la fantasía humana. Toda parte de él, toda criatura representa los sueños y las esperanzas de la humanidad. Por lo tanto, no tiene límites. La Nada es el vacío que queda”, explica este villano. Lo importante de la analogía es preguntarse por qué existe este vacío en la mente y en los corazones humanos y, más importante, cómo afecta esto a la vida de cada individuo.

“La gente sin esperanza es fácil de controlar. Y el que tiene el control, tiene el poder”, añade Gmork. Para Bastian, el resultado de esa desdicha, de la falta de interés por creer, crear y, en corto, vivir, es la razón por la que no se permite crecer, es su obstáculo autoimpuesto, es un límite a su existencia, es una carencia de proyecto de vida, de expectativa por convivir.

Sin embargo, su sola existencia ya lo hace una persona especial, porque es único, pero no confía en su propio poder para lograr grandes cosas, incluso si esas cosas son defenderse de los compañeros que lo molestan, o hablar de aquello que le duele y le pesa, como la muerte de su madre, por ejemplo.

Con esto la historia parece decir que la juventud es la vitalidad que el mundo necesita. Los líderes de Fantasía primero desestiman a Atreyu, creyendo que lo que precisan es un modelo tradicional de héroe, un tipo de guerrero que, a su primera consideración, Atreyu no puede ser. De la misma forma, Bastian no se cree capaz de ser la clave para salvar al mundo entero de Fantasía. Pero en ambos casos, su existencia es la razón por la que se cree que la salvación es posible, porque aún se permiten creer que todo lo que sueñan puede volverse realidad. Bastian, sin embargo, comienza a olvidar en que el hacerlo no es una debilidad, sino una fortaleza. “¿Por qué no haces lo que sueñas?”, le cuestiona incluso en algún punto la Emperatriz de Fantasía.

Las dudas en ambos casos son un espejo y los paralelismos se repiten en más de una ocasión. Cuando el héroe de la historia del libro debe pasar por una prueba frente un Oráculo con la capacidad de mirar en su interior, Atreuy atraviesa un espejo en el que lo que se ve reflejado es Bastian. La prueba no implica sólo conocerse, sino aceptarse, que para enfrentar al mundo, primero hay que enfrentarse a uno mismo, saber quién soy y cuáles son mis capacidades. Cada umbral que Atreyu debe superar, y por tanto, significativamente, también Bastian, es un camino hacia la confianza en sí mismo, es encontrar coraje, valor y decisión, permitirse soñar, pero también querer pelear por esos sueños, es tener ideales y esperanza en alcanzarlos.

“Atreyu no renunciaría ahora”, dice Bastian en un momento de duda propia. Conforme la historia avanza, el niño aprende, no sólo de las experiencias del joven guerrero, poniéndose en sus zapatos, más en sentido figurado, porque es a través de la lectura, pero igual absorbiendo aquello que el libro ahonda respecto a temas como la paciencia, la suerte, la solidaridad, la tristeza, el compañerismo o el miedo, pero también encontrando en los personajes de la historia el reflejo de su persona y la forma cómo aprender de ellos para, en ellos mismos, descubrir su misma fortaleza.

El libro se convierte en un reto y vivirlo se vuelve la verdadera prueba final, es hacer que se incorpore el placer de disfrutarla con la enseñanza y el aprendizaje, vía para reconstruir el mundo o para diseñar el mundo personal. Leer no es escaparse para evitar la realidad. Leer, sobre todo en este caso, es tomar acción frente a los obstáculos, casi siempre hablando de manera significativa, más que literal.

Ficha técnica: The Neverending story - La historia sin fin

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