Para mis letras todo empezó en el Teatro Isauro Martínez. Recuerdo ese sábado de marzo hace cuatro años. Llegué al anexo del teatro y me dirigí a la Sala Elias Murra, me senté en una butaca roja tratando de pasar desapercibida. En un trono literario vi a Saúl Rosales, tan serio como lo recordaba en la Universidad, y como siempre con un libro bajo el brazo. Me preguntó ¿qué me había traído al taller? ¿Qué lecturas acostumbraba? No recuerdo que le contesté exactamente pero debí decir esto: por una recomendación de mi amiga Mariana Ramírez a la que confesé mis aspiraciones de escribir algo decente, a la segunda pregunta tal vez fue que todo lo que se me cruzaba enfrente, desde los doce años no había soltado los libros, y que le daría un hijo a García Márquez sin pensarlo.
El siguiente sábado me atreví llevar una cuartilla con unas letras. Escribí de lo único que me vino a la mente al ver la hoja en blanco. Debo de ser sincera mi escrito parecía panteón después de la revisión del maestro Saúl y de los compañeros del taller. ¿Qué hice? Al siguiente sábado lo llevé corregido y así quedó:
Tan fácil como escribir una novelita rosa
Todas hemos leído alguna vez las novelitas rosas de los puestos de periódicos, y nos enamoramos del hombre alto, moreno, sonrisa encantadora, cuerpo atlético que siempre acaba desnudo y mojado. Pero eso no es el meollo del asunto, de joven leí infinidad de novelas de amor y me ponía a pensar que cualquiera podía escribir. Claro que ahora que estoy delante de una de las cosas más temidas que puede haber como una hoja en blanco, pienso, que tal vez no sea así. Qué tal si empiezo: “Había una vez…” ¿Pero no es muy trillado? ¿No habrá un copyright? Bueno que tal, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento el Coronel Aureliano Buendía…”. Tal vez la gente más leída sospecharía, o podría cambiarle el rango a capitán, el nombre a Aurelio Maldía, pero con ese nombre, no podría acabar desnudo y mojado. También pensé, mejor escribo poesía, que son cuatro renglones que rimen. Por ejemplo canto con llanto, o gato con pato. Pero resulta que no es tan sencillo, es como cantar feo pero con mucho sentimiento, y tampoco se trata de eso.
Así que sigo con mi hoja en blanco, con un bote de basura lleno y pienso ¿por qué no me encuentro a un hombre como en la novelitas? Y así no tendría tiempo de pensar, “que es tan fácil como escribir una novelita rosa”.
Torreón, Coah., Marzo 2013
Cuatro años pasaron desde que llegué con mis hojitas sudadas por mis nervios. Gracias a la gran, debo de recalcar la “gran” paciencia de Saúl Rosales mi maestro y amigo, puedo decir que me puedo expresar con la tinta. Mi maestro deja el taller del TIM pero no las letras que lo seguirán hasta su último aliento. Pasa la estafeta a Jaime Muñoz al que admiro desde que me daba clases en la Universidad Iberoamericana. Él precisamente me dijo en aquella etapa de mi vida que leyera de todo, de todos los temas, que aprendiera de la universalidad que dan los libros.
Empieza una nueva etapa en el TIM…
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