Un juicio, como proceso legal, es la suma de sus partes, porque como medio de discusión, interpretación y análisis de las leyes y la justicia en el ámbito social, la voz de todos los partícipes tiene un papel y un eco. Los abogados, los demandantes, los demandados, el juez e incluso el jurado, tienen una razón de existir, al colaborar con ese procedimiento legal y de debate, de exposición de opiniones y argumentos, respecto a la justicia, lo correcto, lo incorrecto, los derechos y las obligaciones de los ciudadanos.
El jurado es el grupo de personas que juzga a los acusados según considera la evidencia y argumentos de las partes implicadas. Se trata de los ciudadanos que emiten sentencia en muchos de los casos legales. Es, en corto, la opinión mayoritaria de un grupo de personas respecto a otros (demandados y demandantes), con relación a un crimen que se supone ha sido cometido.
El cómo cada persona del jurado asimile, analice y afronte un caso dependerá de quién es como persona, su educación, su ética, sus principios morales, su inclinación política, su experiencia de vida, su cultura, su ambiente y hasta su profesión, porque, finalmente, la suma de todos estos elementos es lo que forma su juicio propio.
El jurado delibera y, en teoría, la suma de esas diferentes perspectivas de pensamiento es lo que hace que su resolución, su juicio en conjunto, sea realmente objetivo pero, ¿puede un jurado ser totalmente imparcial? ¿Es posible emitir una opinión que no esté cargada de interés? ¿Las emociones y/o los sentimientos afectan el voto de cada jurado al momento de juzgar?
Así se lo pregunta uno de los personajes en la película Tribunal en Fuga (EUA, 1993), dirigida por Gary Fleder y escrita por Brian Koppelman, David Levien, Matthew Chapman y Rick Cleveland, basándose en la novela homónima (The Runaway Jury, en inglés) de John Grisham. Participan John Cusack, Gene Hackman, Dustin Hoffman, Rachel Weisz, Bruce Davison y Jeremy Piven en los papeles principales.
La historia trata de la demanda de una viuda que perdió a su esposo en un tiroteo en el que murieron 10 personas más. Ella, junto con un abogado de principios y conciencia social, llevan a juicio a la compañía que fabricó el arma utilizada aquel día, pero el abogado de esa empresa productora cuenta con un especialista en selección de jurados, experto en elegir a las personas que, según su perfil, pueden otorgar un resultado favorable ante la demanda.
Sin embargo, en la historia hay otras personas que también están interesadas en manejar manipuladoramente a los ciudadanos elegidos y ellos creen que influyendo con sus propias ideas sobre este grupo de personas, podrán decidir el caso. En este relato el argumento de defensa de cada parte durante el juicio es tan importante como el papel del jurado, que, para algunos de estos personajes, puede ganarse, manipularse o comprarse al mejor postor. Así las cosas, ¿es confiable un sistema jurídico en donde a cada paso se observa corrupción, manipulación e intereses ocultos?
“Yo baso mis casos en mi propia conciencia”, aclara Wendell Rohr, el abogado demandante, negándose en basar su estrategia en la compra-venta de un jurado o en la forma como se le condiciona con engaños y amenazas como lo hacen los contrarios.
Rankin Fitch, el consultor de la parte demandada (los fabricantes de armas), opera de manera distinta. Para él, un caso no es la justicia sobre los hechos o la correcta postura ética ante la situación, sino ganar el juicio, convenciendo al jurado de votar a su favor, incluso si para hacerlo tiene que operar con técnicas de engaño y amenazas. El fin justifica los medios parece ser su divisa, y a ella se atiene.
Primero se acerca al proceso de selección haciendo un análisis de personalidad de los posibles elegidos. Su equipo analiza conductas, patrones, perfiles y rutinas a fin de determinar quién es cada persona y cuál es su posición ideológica y cultural respecto al tema clave de la demanda, la posesión de armas, su venta y su utilización libre por parte de quienes las adquieren y las portan. Para ello escoge personas con carácter autoritario y decidido, a quienes no se les pueda convencer con mensajes sobre humanidad, respeto, solidaridad o moral, cual es el sustento argumentativo de los demandantes.
El discurso de sus compañeros asegura que tener armas y distribuirlas es una práctica legal en Estados Unidos y así, la ley misma, libra a los demandados de cualquier culpa. “Operamos bajo la protección de la Segunda Enmienda”, se justifica uno de los directores ejecutivos de estas compañías durante su testimonio. El perfil que Fitch y su equipo eligen sobre el jurado se basa en ese mismo principio, gente que coincida con esta forma de pensamiento, gente firme y decidida, con fuerte temperamento y convencida de siempre tener la razón, cual es el propio perfil de los empresarios demandados.
Después de la selección, lo único que Fitch necesita es una mayoría de voto. Para ello también requiere aceptar en el jurado a participantes que tengan una perspectiva contraria a la suya, para dar la sensación de imparcialidad, legalidad y democracia. Así, después, sólo hace falta intimidar a algunas piezas clave, amenazando revelar sus secretos o utilizándolos en su contra, para poner la balanza a su favor.
La clave es presionar las debilidades de las personas, pero es la misma estrategia que un jurado infiltrado, con intereses personales ocultos, Nicholas Easter, utilizará. Él trabaja con otra mujer, Marlee, quien desde fuera negocia la compra-venta con Rohr y con Fitch. Ellos presionan a los dos abogados a través de un manejo de conveniencias, bajo el entendido de que ambos quieren ganar. La apuesta es que con conocimiento de la personalidad de los miembros del jurado, siendo parte de éste, y manipulando a partir de la empatía que pueda lograr, Nicholas inclinará la balanza a favor de quien ofrezca la mejor partida financiera.
Para uno, la victoria sería, más que sobre el caso, sobre la industria de las armas y las consecuencias que representa, en su uso, la promoción de la violencia y las muertes que ocasiona. El otro sabe que al perder, el precedente queda ahí, para el futuro de las demandas legales relacionadas en las que se haga el uso de un arma, es decir, un potencial número de casos que llevarían las de perder si es que los demandantes ganaran es esta ocasión.
Pero para Fitch, la relevancia del caso no recae sólo en el tema, sino en su arrogancia por ganar. Para él, la presión no es social, moral o ética respecto al uso de armas y su compra por parte de los ciudadanos comunes; él no responde a la sociedad, responde a su jefe, quien le ha contratado para ganar. En su lógica, elegir al jurado es como elegir el veredicto. “Los juicios son muy importantes como para ser dejados a manos de los jurados”, razona él, según su punto de vista del proceso legal en el que está inmerso.
Marlee y Nicholas mueven sus piezas a través del oportunismo según sus propios intereses, ganar dinero, aunque al final se desvele su verdadero motivo, hacer caer a Fitch por venganza, pues fue él quien en un tiempo pasado compró a un jurado a su favor, en un caso donde la hermana de ella murió durante un tiroteo en una escuela.
Para los demandados, la industria de las armas no está directamente relacionada con el caso, porque al final, fue el asesino quien tiró del gatillo y mató a aquellas personas, haciéndolo a él responsable directo y único de lo sucedido. Rohr apela por el razonamiento contrario. Por el lado humano del jurado (razón por la que Fitch elige a personas de carácter duro, rígido, para evitar que puedan ser convencidos por este argumento, el de la razón ética de la ecuación), por valorar cómo la fabricación y venta de armas facilita la impronta de su uso, el incentivo para la violencia, para insertarse en la cotidianidad al momento de resolver conflictos, así como el enriquecimiento que esto conlleva para los mismos productores de armas.
Cuando la viuda y Rohr ganan el caso, Fitch pregunta a Nicholas cómo es que puso al jurado a favor de los demandantes. El otro contesta que él no convenció a nadie, sino que sólo evitó que alguien más, Fitch y su equipo, los manipularan. En realidad, la maniobra de Nicholas se basa en el argumento de Rohr, pero expuesta al jurado con las estrategias de manipulación y presión de Fitch, es decir, haciendo explotar a algunas personas en su resentimiento hacia al sistema legal y respecto al tema del uso de armas, plantando además preguntas básicas en la cabeza de los miembros del jurado, por ejemplo, si la ley realmente protege a todos los ciudadanos, si hace justicia a quienes se ven desprotegidos y si compensa a quienes han sufrido por causa de ella. Deben preguntarse entonces qué es la justicia y cómo tiene su eco en la demanda y en el incidente sucedido; pero la historia, en su forma narrativa y resolución, cuestiona si la justicia es realmente ciega, como plantea un principio básico de ella.
Ficha técnica: Tribunal el fuga - Runaway Jury