Recordar es tener presente en la mente un tiempo pasado. Se recuerda por algo cuando ese algo va ligado a un sentimiento profundo asociado con la persona o el evento en cuestión. Aquel dicho que dicta ‘recordar es volver a vivir’, se sustenta en una acción importante: evocar, traer de vuelta en la memoria un momento que ya se vivió.
Por tanto, recordar es volver a experimentar instantes significativos de vida, es recrear el pasado, es dar otra mirada a sucesos, a acciones que de alguna manera impactaron en nuestra forma de percibir y entender el mundo y, por ello, se almacenaron en nuestra memoria; son hechos que aportan conocimiento y entendimiento, que provocan cambio, evolución. El hombre se conforma de sus experiencias y recuerdos, que dan sustento a sus creencias para, con base en ellos, decidir y actuar.
¿Qué sería entonces poder experimentar, vivir, recordar y conocer, no sólo la vida propia, sino también la de alguien más? La situación, única, se les presenta a los protagonistas de la película animada Tu nombre (Japón, 2016), un proyecto escrito y dirigido por Makoto Shinkai, que se basa en su propia novela homónima.
En esta historia, Mitsuha y Taki son dos jóvenes adolescentes viviendo en mundos opuestos que descubren que pueden cambiar de cuerpo, aunque en días aleatorios y sin que ellos tengan control del cuándo o el cómo.
Mitsuha es una joven que vive en el pequeño pueblo de Itomori, una comunidad rural muy apegada a las tradiciones culturales japonesas. Lo único que la chica quiere es poder mudarse algún día a Tokio, en un contexto moderno y lleno de luces que le llaman la atención, principalmente por ser el opuesto a su ciudad, es decir, un ambiente multicultural, cosmopolita, pleno de diversidad, bastante lejos del ambiente sosegado de la pequeña población donde ha transcurrido su vida; pero también, porque ello representa un mar de posibilidades de todo tipo, de crecimiento, de experiencias, de aventuras y de desarrollo. Quiere conocer cosas y que le sucedan cosas.
Taki es un tranquilo pero temperamental estudiante de instituto que vive en Tokio. Su relación con su padre es cordial pero escasa, monótona, y su vida es igual de rutinaria que la de Mitsuha, a pesar de vivir en una urbanidad moderna. La adrenalina y emoción de su vida vienen de parte de Miki, una compañera de trabajo que labora en el restaurante donde Taki es mesero.
Los protagonistas de la historia son dos personas tan opuestas como igualmente parecidas en muchos aspectos, que tendrán que ponerse en los zapatos del otro, literal y metafóricamente hablando, para entender qué es lo que quieren en la vida y qué es aquello por lo que desean realmente pelear. Conocer otros ambientes sociales y económicos les permitirá indagar sobre sus verdaderos intereses y respecto a aquello que los motiva.
El cambio de cuerpos les hace acercarse a una perspectiva diferente de su propia persona y del contexto en el que viven. Cuando Taki despierta en el cuerpo de Mitsuha, la chica es percibida por sus amigos y compañeros como alguien más segura y decidida, precisamente porque es la personalidad del chico actuando frente a las situaciones y los hechos.
De igual forma, cuando ella está en el cuerpo de él, Taki se convierte en alguien más amable y considerado. Esto no se vuelve realmente un problema o una traba en sus vidas, al contrario. Aunque de primera instancia lo perciben como un inconveniente, del que eventualmente logran salir adelante gracias a un acuerdo mutuo de seguir ciertas reglas y llevar un diario para conocer todo lo que hace el otro mientras están alejados de sus propios cuerpos, con el tiempo ambos logran verle el lado positivo a la situación: poder aprender del otro.
La dinámica se convierte en algo positivo, el poder conocer el mundo a través de otra perspectiva, así como poder afrontar realidades y retos nuevos. Es también importante conocer a otras personas, con carácter y personalidad diversa, con otra cultura y otra vida. Con el tiempo es, además, la oportunidad de poder ayudar y ayudarse a sí mismos. Mitsuha con una actitud más arriesgada respecto a su entorno, sus sueños y sus perspectivas a futuro, para enfrentarse a su padre o decidir mudarse a Tokio son ejemplo de ello. Aprender a relacionarse con otros y valorar la importancia de la amistad, la solidaridad o la consideración, son, para Taki, aprendizajes que experimenta y valora a raíz del intercambio de cuerpos.
La relación se convierte en un escenario donde el uno complementa al otro. Los jóvenes aprenden a más que sólo vivir la vida por inercia, y su convivencia se vuelve en realidad enriquecedora de vitalidad, una conexión que va más allá de las barreras del espacio y el tiempo.
La abuela de ella le explica, de acuerdo con lo que dicen sus tradiciones culturales, que todas las personas están conectadas, que el tiempo fluye tejiendo relaciones, reconstruyendo uniones y entrelazando de nuevas formas aquello que alguna vez estuvo atado y que con el tiempo se separó, en la manera que el tejido social se construye como proceso de interrelaciones entre los seres humanos que habitan en determinada colectividad.
Los jóvenes pelean contra un destino supuestamente predeterminado, en busca de crearse uno propio, construyendo su camino no sólo trabajando en equipo, colaborando y comprometiéndose, sino viendo la realidad, su realidad, a través de distintos matices y no sólo en blanco y negro.
Ellos añoran ese tiempo juntos, incluso si esto signifique, técnicamente, uno en el cuerpo del otro. Cuando esto deja de suceder se llenan de un sentimiento de pérdida y comienzan a buscar algo, algo perdido o faltante que les ha dejado un vacío. Comienzan a luchar por recordar esos momentos que, además, cada vez van olvidando con más fuerza, hasta el punto que no pueden ni siquiera mencionar con seguridad el nombre del otro.
El haber intercambiado vidas los transforma, pero lo hace aún más el revivir la experiencia, porque es revivir también las lecciones y los sentimientos, la forma como las barreras son insignificantes ante la magia que están viviendo, donde las posibilidades son infinitas porque dependen de ellos, de sus elecciones, de sus decisiones, de dejar o no en el pasado ese algo tan significativo; olvidar el recuerdo, si bien no la lección aprendida.
No querer olvidar es más que querer evitar que ese entretejido en el tiempo se desbarate, es recordar para construir con conocimiento y causa en atención a experiencias de vida que les proporcionan perspectivas distintas; es, a través de ello, abrir la puerta a más y nuevas probabilidades. ¿Qué es lo que buscan Mitsuha y Taki cuando pelean contra el tiempo, el destino e incluso la magia y la fantasía, para no olvidar, para recordar el nombre del otro y la identidad de la persona ligada a él? Tal vez pelean para, en el proceso de encontrar al otro, encontrarse también a sí mismos .Es, a fin de cuentas, encontrar su humanidad en la relación social con el otro.
Ficha técnica: Your name - Tu nombre