El balance es un concepto importante porque significa equidad en movimiento. Es un equilibro que a pesar de no mantenerse estático, cuenta con una base que sostiene al elemento fijo sobre un eje. Para que esto suceda es tan importante la fuerza de movimiento como su sustento de contrapeso y la armonía entre ambos es lo que propicia el cambio en positivo. En términos de la dialéctica, es la unidad y lucha de contrarios para evolucionar hacia algo superior. En un debate, por ejemplo, se trata de respeto de opinión pero también exposición de ideas e ideales; en corto, flexibilidad.
No puede haber equilibrio, sin embargo, si no hay dos fuerzas opuestas que se necesiten. No se trata forzosamente que se contradigan porque, en todo caso, si lo hacen, lo que hace falta es en efecto encontrar un balance, resolver la contradicción. Cuando esto no sucede el resultado puede ser el caos, que, por sí solo, es una forma de encontrar el camino hacia el equilibrio. El caos, no obstante, provoca el cambio evolucionando o desemboca en el estancamiento, incluso en retroceso, lo que agudiza las contradicciones.
Esto es lo que sucede en Atrapado sin salida (EUA, 1975), película dirigida por Miloš Forman, escrita por Lawrence Hauben y Bo Goldman, quienes formulan su guión a partir de la novela de Ken Kesey titulada One Flew Over the Cuckoo's Nest (Alguien voló sobre el nido del cuco). El nombre de la novela viene de una rima explicada por el personaje de ‘Jefe’ Bromdem, narrador de la historia en la obra literaria y que dice: “Había tres gansos en la bandada. Uno voló hacia el este, uno voló hacia el oeste y uno voló sobre el nido del cuco”. Y que bien puede entenderse como que simbólicamente, ‘volar sobre el nido del cuco’ es ‘escapar u huir del manicomio’, cuando en inglés <Cuckoo's Nest> es como llega a llamársele a esta institución.
El filme está protagonizado por Jack Nicholson, Louise Fletcher, Danny DeVito, Christopher Lloyd, Brad Dourif y Will Sampson, entre otros; se hizo de cinco premios Oscar: mejor guión adaptado, actriz y actor principal, director y película; además de estar nominado en cuatro categorías más, a saber, mejor actor de reparto, montaje, fotografía y banda sonora.
La historia se desarrolla en un hospital psiquiátrico a donde es trasladado el criminal Randle McMurphy para ser evaluado. Su objetivo en realidad es aprovechar su internado en el psiquiátrico para escapar y así evitar tanto cumplir su condena como realizar los trabajos forzosos a los que lo someten en la cárcel. Ya en el hospital conoce a una serie de pacientes con sus propias problemáticas, pero todos viviendo bajo el control de la enfermera a cargo, Mildred Ratched, una mujer dura y poco tolerante que mantiene una dinámica de control y autoritarismo por sobre cualquier otra cosa.
La presencia retadora de McMuprhy llega a chocar con la sumisión de los pacientes y, al mismo tiempo, a crear inestabilidad dentro del pabellón, a romper la rutina cotidiana, provocando un desequilibrio que de alguna forma es necesario para que los otros hombres comiencen a cuestionar su entorno. Sólo pensando realmente en su alrededor pueden mejorar su condición de vida, en lugar de seguir en un bucle pasivo y conveniente que los mantiene en un estado de existencia monótona, situación que en esencia no les ayuda a superar sus problemáticas.
McMurhpy, sin embargo, es más que un rebelde o un criminal, es la representación de la incomprensión en su máxima expresión. No es el único en este estado, cabe mencionar, si bien la mayoría de los otros pacientes pasan por lo mismo, son víctimas tanto del sistema organizativo como de una figura de poder que los trata como verdaderos parias, a quienes, con una actitud pasiva-agresiva, los agobia, agota e intimida.
Los doctores califican a McMurphy como agresivo e irrespetuoso, un vago, le dicen. Y teóricamente, la función de las instituciones es encontrar la forma, no de ‘reformar’ a alguien, sino de ayudarlo a superarse. Reformar puede entenderse como corregir la conducta, modificarla, pero también hace falta enmendarla, que es la palabra clave, subsanar un daño.
La enfermera Ratched no permite la comunicación ni el diálogo, por tanto, no permite la ayuda ni la reconciliación de aquellos atormentados con sus propios demonios. Su reacción es castigar las acciones consideradas inapropiadas o criminales, en lugar de encontrar la verdadera razón de fondo que llevó a todos estos hombres a terminar en el hospital, muchos quienes, por cierto, están ahí por voluntad propia, pidiendo, clamando ayuda, porque no confían en su criterio, ni en su propia salud mental, ni en sus decisiones, ni en su juicio, es decir no confían en ellos mismos.
La actitud dicharachera de McMurhpy entonces llega como una bocanada de aire fresco, pues se atreve a retar una dinámica hasta entonces nunca cuestionada. No es un modelo a seguir porque sus acciones pueden llegar a ser efectivamente violentas e incorrectas, pero su actitud personifica, simboliza, el resultado de la desesperación que vive un ser que, al encontrarse constantemente pisoteado, no encuentra otra forma de lidiar con su realidad que destruyéndola, incluso si ello implica destruirse a sí mismo. “Por lo menos lo he intentado”, les dice McMurphy a sus compañeros, una vez que les propone una casi imposible forma de salir: levantar un lavamanos para aventarlo contra la reja de la ventana, una iniciativa de la que los otros pacientes sólo se burlan.
Pero su propuesta por lo menos implica decisión, ánimo o coraje, el tipo de actitud que los presentes parecen haber perdido por estar recluidos, optando por dejarse vencer, en lugar de, verdaderamente, superarse. Las palabras y actitud de McMurhpy aplican no sólo en el sentido literal, intentar huir del hospital, sino también en el sentido figurado, porque él busca opciones en lugar de conformarse, porque al menos aún tiene espíritu de lucha, que es más de lo que los otros pueden decir. Aquellos se quedan viéndolo intentar sin éxito levantar el lavamanos, pero esa misma mirada lejana es como parece han aceptado vivir la vida, de forma distante y pasiva, algo que, en esencia, no ayuda a nadie ni les permite realmente vivir la vida, disfrutarla y respirarla en verdadera libertad, de espíritu al menos.
El problema con McMurphy es que parece tomar muy sin juicio el dicho que aconseja vivir la vida al máximo, porque la frase tiene implícito, casi por sentido común, una cláusula que dice que aprovechar la ocasión no está peleada con trazarse límites, respetar valores y aceptar responsabilidades, algo que el protagonista no hace para nada, lo cual es lo que condena su aparente lucha por la superación, si bien no siempre la de él, sino, por momentos, la posibilidad de dar oportunidad a otros, para quienes una simple escapada a pescar u organizar un juego de básquetbol en el patio del hospital es razón suficiente para disfrutar de nuevo la vida, sintiéndose valorados, útiles, animados por la experiencia de la que son partícipes.
En ese sentido McMurhpy logra algo que ni los doctores ni Ratched se habían preocupado por explorar, elevar el espíritu de los pacientes en lugar de confrontarlos, actitud que, evidentemente, estas personas responden con la misma negatividad que la reciben. “Un poco de cambio no hace mal, ¿no?”, le dice el protagonista a la enfermera cuando le propone cambiar la agenda del día para poder darles la oportunidad a los pacientes de ver un juego de béisbol. La acción de McMurhpy es, sin duda, egoísta, pero aporta, tal vez sin darse cuenta, para que los demás abran los ojos a un panorama diferente, novedoso, fuera de la rutina, que pocos se permiten percibir porque nunca se les ofrece. Para ellos lo significativo no es el juego deportivo, sino saber que hay más de una opinión o camino viable a seguir y que, al mismo tiempo, tienen derecho a exigir que sus voces sean escuchadas, sus intereses y deseos considerados.
La decisión final como se decide controlar eventualmente la rebeldía de McMurphy, una lobotomía cerebral que lo deja en estado catatónico, no es más que el fallo de la institución y sus componentes ideológicos (la enfermera Ratched, los doctores y el sistema de gobierno mismo), que desisten ante una persona que no saben cómo ayudar, que no pueden malear según sus intereses ni manipular o engañar haciéndola dudar de sus capacidades o identidad, como los encargados hacen con la mayoría de los pacientes del hospital. Y entonces la respuesta errónea de los encargados, convenciéndose que sus acciones son para beneficio de la sociedad y de McMurhpy mismo, es convertirlo en una persona que no vive, que respira pero no piensa, en realidad transformándolo en objeto. Lo lamentable es que esta descripción cinematográfica refleja como espejo la conducta habitual del funcionamiento de muchas de las instituciones psiquiátricas del mundo occidental en buena parte de su historia; si no es que subsiste hasta la fecha.
Si bien el joven protagonista no tenía verdaderos problemas mentales y sólo lo sugería para aprovecharse del otro, para eludir responsabilidades al ser tratado como enfermo mental, si bien era peligroso al no regir su conducta por valores y ética, por lo menos con sus acciones demuestra consideración o humanidad hacia sus similares, algo que las personas a cargo, con todo su poder y conocimiento, nunca logran expresar.
Parece entonces que la verdadera condena para McMurphy fue atreverse a retar a la autoridad, a expresar su inconformidad, a cuestionar su “normalidad”. Tal vez, de haberlo realizado bajo propósitos menos egoístas y más conscientes, enfocados en beneficio de los demás, es probable que se hubiera logrado un verdadero cambio en favor de las personas realmente necesitadas de ayuda. Sin embargo el desenlace evidencia el poder de control absoluto que ejercen las instancias que gobiernan al mundo, el poder autoritario que no acepta crítica ni discrepancia, sino que se rige por la uniformidad de conductas y la sumisión, el hombre domesticado.
Si su presencia y las experiencias vividas realmente generaron un cambio o un impacto entre el personal, en el hospital o hacia los pacientes, es algo que la historia deja al espectador. Finalmente, también concluye con una luz de esperanza: la lucha por cambiar las cosas finalmente libera, en un plano personal pro a lo mejor también motivando a la gente para emprender su propio vuelo libertario. El “Jefe” lo entiende y realiza la hazaña que no pudo efectuar McMurhpy en los inicios de la narrativa; que en agradecimiento lo libera de su sufrimiento físico.
Ficha técnica: One Flew Over the Cuckoo's Nest - Atrapado sin salida