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Crash: Alto Impacto

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

“Creo que echamos tanto de menos ese contacto, que chocamos unos contra otros sólo para sentir algo”, dice uno de los personajes de Crash: Alto Impacto (EUA, 2004), película que habla de forma representativa de cómo la vida de las personas está inevitablemente hilada a los cambios sociales, pero que al mismo tiempo se forja de acuerdo con las decisiones propias.

Dirigido por Paul Haggis y coescrito por éste junto a Robert Moresco, el proyecto fílmico fue ganador de tres premios Oscar: mejor película, guión original y montaje, además de nominado a otros tres, mejor director, actor de reparto y canción original. La cinta cuenta con la participación actoral de Matt Dillon, Ryan Phillippe, Terrence Howard, Don Cheadle, Thandie Newton, Chris Bridges, Brendan Fraser, Sandra Bullock, Michael Peña, Jennifer Esposito, Loretta Devine, Larenz Tate, Shaun Toub y Bahar Soomekh.

La historia se desarrolla en el mundo actual en el que permea la desconfianza, el recelo, el racismo, la injusticia, la discriminación y la desigualdad, lo que sólo conlleva al odio y la falta de solidaridad. Ambientada en la ciudad de Los Ángeles, la trama entreteje las diferentes vidas de los residentes de esta urbe en la cotidianeidad de su rutina, momentos que parecen insignificantes o aislados para una persona pero que crean un impacto considerable en la realidad de los otros con quienes se tiene contacto. Los egos de los personajes deambulan entrechocando al dejarse llevar por sus prejuicios, afectando en su actuar a los otros que habitan en la misma ciudad, conciudadanos a quienes muchas veces ni siquiera conocen personalmente.

Relatos sobre el prejuicio, las clases sociales divididas y los estereotipos que dejan ver cómo cada persona va formando su destino, pero no aisladamente, sino en función del ambiente social, político, económico y de organización en el que vive, una realidad que afecta a todos por igual y sin importar su raza, religión, edad o posición social: a los pobres, a los inmigrantes, a los trabajadores o a los enfermos, por mencionar algunos.

Este tipo de condiciones socioeconómicas en las que viven estas personas, reflejo del mundo competitivo, injusto y de desigualdad de oportunidades que se vive en muchos otros rincones del planeta en la actualidad, ahondan en cómo es que los problemas sociales, la inseguridad o el racismo, por ejemplo, son más que las fallas en el sistema, pues es también la gente que lo alimenta, la que participa, incluso indirectamente, en estos escenarios para que se sigan reproduciendo. Es una falta de valores en general, actuar sin consideración, ética o integridad, lo que parece promover que toda causa justa sea una causa perdida. La cuestión vital es saber qué empuja a la gente a actuar así, cómo opera el sistema de enajenación ideológica para que las personas se vean insensibles a las vivencias y penurias ajenas.

Estas circunstancias de vida se ejemplifican a través de una de las historias, la de un político que se aprovecha de una desgracia para promocionar sus logros, usando como estandarte el trabajo de otros para mejorar su propia imagen pública, incluso cuando él no tiene nada que ver con el hecho en sí, en este caso una investigación policiaca cuya resolución se decide según como al fiscal de distrito le conviene que se aterrice.

¿Cómo cambiar al mundo si el desgaste de valores se ha ramificado a todas las esferas de la población? Todos desconfían de todos porque todos tienen motivos para vivir con miedo, producto del mismo ciclo de indiferencia y crueldad humana al que la población se orilla a sí misma, propiciando recelo, abuso de poder, insensibilidad, intolerancia, manipulación, incompetencia, discriminación, humillación, maldad, insatisfacción, infelicidad, etcétera.

“Me avergüenzas. Te avergüenzas a ti mismo”, le dice un personaje a otro, ambos afroamericanos, cuando uno intenta robarle su camioneta al otro. Sus palabras son importantes porque expresan dos de los tópicos preponderantes de la historia. El joven que intenta robar es reprimido porque con sus acciones sienta bases que después serán traducidas en estereotipos, el que todas las personas de color son criminales, por ejemplo. No puede hablarse con ligereza ni generalizarse de esta manera, pero las acciones del chico afectan a la sociedad, a la gente de su raza, a la gente de su género y a la gente de su edad, porque para quien lo conozca e identifique como ladrón dejará una huella en su proceso de juicio, que después ligará con los demás que comparten las mismas características, físicas o de personalidad, de él.

La segunda frase tiene un eco temático aún más relevante, pues significa que, para este chico (aunque también aplica para las personas en general), sus acciones hablan de quién es él como persona, pues a través de ellas se refleja qué clase de hombre es y cuáles son sus principios y valores morales. El acto de crimen lo demerita a él porque su decisión de hacer o no hacer mal al prójimo es personal. Elige en función a su pensamiento, según su estilo de vida, sus convicciones, sus miedos, sus deseos, su desesperanza o su indiferencia, pero elige sabiendo que existen consecuencias, las que desestima, ignora o no racionaliza, producto de un pensamiento más individualista que asertivo.

Y no se trata de juzgar si lo que el chico hace es correcto o incorrecto; y lo mismo puede decirse para el resto de los personajes de la historia, el hombre que cree que comprando un arma logrará defenderse de la delincuencia o el policía que abusa de su poder para desahogar el dolor de tragedia en su familia, por mencionar dos ejemplos; estos escenarios lo que plantean es reflexionar sobre el ambiente tan desinteresado, socialmente hablando, que lleva a las personas a encerrarse en su propia burbuja narcisista pero dolosa. No es que la persona no deba pensar en su bienestar antes que nada, es que no puede dejar de pensar que el hombre es un ser social que vive en comunidad. Todas las personas, como plantea la historia, están conectadas de una forma u otra, precisamente porque conviven en un mismo espacio y tiempo. Lo que hace uno afecta a otros, y no importa si la interacción es momentánea o más duradera y significativa, siempre las acciones de unos afectan a otros.

En la narrativa existen dos factores que alimentan esta realidad, los estereotipos y la discriminación, de raza y de clase, específicamente. Se trata de prejuicios que no siempre tienen fundamento pero que son utilizados como excusas para alejar y culpar a los demás de los problemas. Cuando una mujer, la esposa del fiscal de distrito, pide que cambien las cerraduras de su casa, piensa que la persona contratada para ello, un hombre de origen latino, se quedará con una copia de las llaves para después poder entrar a robarle. ¿Cuál es la razón por la que ella piensa esto? ¿Teme al sujeto por ser un hombre o por ser latino? ¿O simplemente teme de todos y no de él específicamente, sino de cualquier persona que se le acerque, y no importa quién cambie las cerraduras de su casa, desconfiará de ella o de él? Su acto de discriminación se acrecienta por la realidad que vive, pues tanto a ella como a su esposo acaban de robarles en la calle, dos personas afroamericanas; y entonces generaliza que cualquiera a quien no conozca, cualquier persona de otra raza, de otro país, de otra condición socioeconómica, piensa en hacerle daño. ¿Por qué? Por miedo, por ignorancia, por condicionamiento. Su miedo es más el temor a la tragedia que a la persona en sí, pero encuentra un blanco específico en quien depositar la culpa porque sólo así puede dar sentido el sentimiento que la aborda.

El eje de la historia se centra en esa idea, en que el trato entre la gente se ha vuelto tan impersonal que nunca se puede llegar a conocer realmente al otro, y la desconfianza, o la inseguridad o la indiferencia por ejemplo, ha crecido tanto, que las personas ya no quieren ni intentarlo. Pero, ¿qué sucede cuando esta desconfianza llega a las relaciones de pareja, o de compañeros de trabajo, o de amigos, o de padres a hijos, como ejemplifican algunas de las historias descritas? Sin duda dificultan la convivencia y pueden desembocar en el rompimiento del lazo fraterno, ahondando el sentimiento de abandono y soledad que caracteriza a millones de seres humanos en esta sociedad neoliberal del siglo XXI.

Hay quien entra en la vida de otros tan esporádicamente, el vendedor de una tienda, el representante de un banco, el conductor de un autobús, que es más fácil elegir desconfiar de ellos, o ignorarlos, sólo porque tocan la vida del otro apenas un mínimo instante. Pero, ¿qué clase de vida es pasar cada momento desconfiando de la persona de al lado? Se trata de un ambiente de miseria social provocado por la propia sociedad, cuando la burocracia crea trabas para el desarrollo, cuando las altas esferas de poder abusan de su posición, cuando cualquier persona quiere ejercer un mínimo de poder humillando al otro, cuando las personas que necesitan ayuda son pisoteadas incluso por quienes se encuentran en las mismas condiciones de sufrimiento.

¿Qué clase de persona es capaz de cometer un crimen en esta sociedad actual? ¿Alguien que no tiene valores, educación, aspiraciones o empatía, alguien desesperado o alguien sin conciencia social? La pregunta es parte de las cuestiones que plantea la película: cómo influye la sociedad en la calidad de vida que ofrece a sus ciudadanos y qué tan deteriorados están los valores que conducen a la miseria humana y la indiferencia del ser con sus similares. ¿Qué clase de sociedad falla tanto a su gente que provoca que existan numerosos ejemplos de condiciones de desigualdad o racismo y marcadas divisiones de clases?

“En Los Ángeles, nadie te toca”, dice uno de los personajes, quien añade: “Siempre estamos detrás de este metal y vidrio”. Su elección de palabras dice que la gente ya no convive, sino que interactúa sólo al colisionar los unos con los otros; lo que las personas a veces olvidan es que todos aquellos con quienes se choca también tienen sus propias historias de vida, con lamentos, problemas, sueños o logros.

¿El mundo es tan impersonal que las relaciones sociales ya no existen sino que se les obliga a existir? ¿O es que el hombre se ha convertido en un ser tan violento y cruel que esa es la única forma como la humanidad sabe relacionarse, a menos que elijan en su lugar ignorarse? Pero el ser humano no puede vivir aislado, por tanto, o modifica su conducta para reorientar hacia un contenido humano sus formas de organización social, o se vuelve a la barbarie (si es que en algún momento se ha alejado de ella). El tiempo lo dirá.

Ficha técnica: Crash - Alto Impacto

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