Las oportunidades no son momentos o circunstancias que llegan de manera conveniente, son elecciones tomadas en el momento preciso de acuerdo con las circunstancias. De ahí la frase ‘uno crea sus propias oportunidades’, porque no se trata ni de un pensamiento mágico ni de suerte, sino de saber reconocer el propósito de los elementos en juego, el conjunto de personas, lugares e ideas que convergen de una forma idónea para lograr algo. En suma, el individuo construye su devenir conforme las elecciones que realiza, mismas que deben responder a la valoración que hace del momento histórico. Cada decisión altera el desarrollo de los acontecimientos y las circunstancias en que el mismo individuo se desenvuelve.
El tema es la idea central de la película Hombre de familia (EUA, 2000), escrita David Diamond y David Weissman, dirigida por Brett Ratner y protagonizada por Nicolas Cage, Téa Leoni, Don Cheadle, Makenzie Vega y Jeremy Piven, entre otros.
La historia sigue a Jack Campbell, un hombre narcisista y egocéntrico que trabaja en Wall Street y para quien lo único y más importante es el trabajo y el dinero. La vida que ha elegido pasa para él sin complicaciones, creyendo que hizo lo correcto para hacer cumplir sus sueños, camino al que llegó luego de abandonar los planes de casarse con su novia 13 años atrás. El día de nochebuena, sin embargo, se encuentra con un hombre que le da la oportunidad de experimentar un vistazo de cómo sería su vida si se hubiera casado con esta mujer, Kate, con quien ahora tendría una familia, viviría en los suburbios en la lugar de la gran ciudad y trabajaría no en negocios, sino como empleado en una tienda de llantas de autos.
Esta posibilidad se convierte en el vehículo a través del cual Jack descubre la oportunidad perdida y lo que pudo significar en su vida. ¿Sería él diferente?, ¿sería más feliz?, ¿sería el hombre que le gustaría ser o eso ya lo es?
Su vida en ambos escenarios no podía ser más diferente. Como hombre de negocios, su mundo es sólo él, su ropa, automóvil, departamento de lujo y los elogios de sus compañeros respecto a su compromiso excesivo con su trabajo; una vida dedicada a generar ganancias a la empresa en que labora y que se traduce para él en ingresos muy elevados, ubicándolo en la cima del consumo suntuario. La otra realidad es casi un antónimo, una vida de familia donde la persona más importante no es uno mismo, sino aquellos quienes le rodean, específicamente su esposa e hijos. No vive para él sino para ellos, lo cual no está del todo mal, o bien, es simplemente la importancia de cómo impacta esto en su propia calidad de vida y en los valores éticos que guían su conducta.
¿En qué encuentra, o podría encontrar Jack plenitud? Por una parte, es un hombre exitoso pero solitario, incapaz de establecer relaciones personales duraderas, por el otro, es una persona rodeada de gente que aprecia los pequeños detalles y disfruta no del materialismo y las posesiones, sino de la calidez de convivencia humana; una realidad, piensa él, marcada por no haber alcanzado todo su potencial.
No hay una vida mejor o peor que la otra, sólo vidas diferentes; la pregunta es en cuál de las dos Jack se siente más feliz consigo mismo y con las oportunidades que ha sabido notar, tomar y elegir, para, en todo caso, saber cómo puede mejorar él mismo como persona, en cada uno de ambos contextos.
Este vistazo de lo que podría ser, permite a Jack el tiempo para reflexionar sobre quién es; pero al final, no se trata de nada más que eso, un imaginario que no es. Jack no puede elegir esta ‘otra’ vida, o quedarse en ella, porque no es la elección tomó. Sus decisiones pasadas lo han llevado al lugar en que se encuentra, social, económica y emocionalmente. Si bien, lo que puede hacer es cambiar el presente que sí eligió. Valorar lo que pudo haber sido, para imaginar la forma de insertar esas vivencias en su presente, mejorándolo. Y es por eso que crece y se transforma, incluso en el mundo imaginario, en el que, a pesar de todo, también comete errores, elije equivocadamente, abre y cierra puertas y debe afrontar las consecuencias de estas elecciones.
“El plan no nos hace fantásticos. Lo que tenemos juntos nos hace fantásticos”, le dice Kate antes de que él viaje al extranjero para estudiar, momento en el que su relación se rompió, porque Jack nunca regresó. “Tengo todo lo que necesito”, le dice por su parte Jack al hombre que le confronta sobre aquello que tiene, no tiene, quiere y no quiere. La arrogancia de su respuesta no está sólo en pensar que lo tiene todo, sino en, de verdad, creerlo, pensando que sus aspiraciones no sólo no deben cambiar, sino que, lo que es como persona y su estilo de vida elegante y exquisita, lo hacen creerse mejor a los demás. ¿De verdad piensa él que no hay nada fuera de su alcance? ¿De verdad piensa que la felicidad sólo puede medirse en el plano material, de posesiones y de aparente éxito y elogios?
Los temas importantes de la historia son tanto las segundas oportunidades como la humildad. La relevancia del contraste entre uno y otro escenario recae en sopesar lo que se gana y lo que se pierde por alguna decisión; por qué Jack eligió valorar los lujos y el reconocimiento corporativo, incluso si eso significaba sacrificar una vida en pareja y en familia, que decía, o creía, o se había convencido que deseaba.
Él decidió estar solo y trabajar para alcanzar éxito profesional; y eso en sí no es un error, es sólo que ahora, viendo ese otro escenario, esa otra posibilidad, se pregunta si estar en soledad, pero rodeado de bienes materiales, es realmente lo que lo hace feliz. Se pregunta, inequívocamente, si eso que dijo alguna vez querer, vivir en familia con la persona amada, no es algo que aún anhela alcanzar. Y de igual forma, rechaza inicialmente una vida en la que no siente haber triunfado, según sus estándares, porque a cambio de ello decidió vivir y compartir con otros los momentos de su vida. Ese rechazo inicial eventualmente se convierte en el lado positivo de aquella vida, el cómo su esposa e hijos lo hacen crecer como persona, cómo con sus acciones puede también ayudar a otros y de qué manera todo ello le satisface consigo mismo.
Jack nunca podría haber sabido lo que perdió de no ser por, precisamente, esta oportunidad que se le ofrece. No hay nadie, no obstante, que le diga que una vida es más ideal o mejor que otra (porque no lo es), y es él, únicamente, quien puede tomar de nuevo una decisión, para potenciar su desarrollo, para enriquecer su vida, para dimensionar esta nueva oportunidad de cambio.
¿Qué hay entonces en el vistazo imaginativo que convence a Jack para dejar de ser el hombre poco comprometido en lo afectivo, ególatra, cínico, superficial y consumista, para elegir un cambio que lo impulsa a alcanzar ese camino en el que el ‘yo’ no es lo más importante?
“No destruyas lo mejor que tienes en la vida, sólo porque no estás seguro de quién eres”, le dice a Jack uno de los personajes de la historia. Esto es lo que realmente resalta, o debe subrayar el relato; no se trata de una familia, no se trata de una pareja, de un trabajo, de una casa o de un auto, por ejemplo, sino de qué tipo de persona Jack elige ser y qué ha hecho para alcanzarlo, frenarlo o, más importante, entenderlo, es decir, conocerse a sí mismo. A fin de cuentas cada persona construye su propio camino y, caminando, va forjando valores, construyendo afectos, estableciendo amistades, abriendo oportunidades, educando a los demás y educándose a sí mismo. Nunca es tarde para intentar nuevas experiencias y para modificar nuestras circunstancias.
Ficha técnica: Hombre de familia - The Family Man