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La joya de la familia

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La dinámica de cada familia es particular de acuerdo con sus propias costumbres, reglas, cultura, contexto social y hasta estilo de vida de cada uno de sus integrantes. No hay dos familias iguales, así como no hay personas iguales. El lazo, la comunicación e interconexión son únicos, no porque sea ‘especial, irrompible o prioritario’, sino porque las familias eligen qué tanto quieren que así sea.

Existen varias formas de desbalancear esa dinámica ya establecida. La llegada de un nuevo integrante o la partida de otro, por ejemplo, que es lo que sucede a la familia Stone, en quienes se centra la película La joya de la familia (EUA, 2005), escrita y dirigida por Thomas Bezucha y estelarizada por Diane Keaton, Sarah Jessica Parker, Claire Danes, Rachel McAdams, Dermot Mulroney, Craig T. Nelson, Luke Wilson, Elizabeth Reaser, Tyrone Giordano y Brian J. White.

Ambientada durante las celebraciones navideñas, la trama se desarrolla alrededor de la visita de Meredith, la novia de Everett, el hijo mayor de la familia Stone, quien expresa sus intenciones de casarse con ella. De mentalidad aparentemente abierta, pero herméticos respecto a sus propios pensamientos (cargan con sus problemas aunque muchas veces sin compartirlos), esta familia no sólo es demasiado unida, sino que conviven en la misma casa una serie de personalidades totalmente opuestas, acostumbradas ya a ese caos que deviene del choque de opiniones. La llegada inesperada de Meredith introduce opiniones y actitudes que alteran todo el trato familiar, a desestabilizar esa dinámica, con repercusión, específicamente, en dos temas importantes: perspectivas a futuro y expectativas de vida. Y en el fondo parece ser predominante la idea de que todo lo que venga de afuera, todo lo extraño que altere la ‘tranquilidad familiar’ o que confronte sus valores, es rechazado.

Los padres de Everett no están convencidos que su novia sea la mejor elección para su hijo, pues la perciben como una ejecutiva perfeccionista que se preocupa demasiado por lo que digan los demás, que sólo quiere complacer y agradar conforme lo cree que se espera de ella, y que, además, es prejuiciosa e inflexible frente a cualquier otra opinión, porque no es ni asertiva ni espontánea. Pero hasta los propios hermanos de Everett consideran que: uno, está tomando la decisión de manera precipitada y por las razones equivocadas y, dos, realmente no conoce ni empatiza o conecta con esta mujer, mucho menos creen que puedan construir un futuro juntos.

La evidente falta de afinidad entre la pareja resulta en otro tema importante del relato: ¿qué tanto se conoce al otro con el que se convive diariamente? Lo que resulta en una interrogante igual de interesante: ¿Qué tan unida es la familia y qué tanta confianza se tienen en ellos?, o lo que es lo mismo, ¿se toman consideraciones entre ellos sólo por la relación consanguínea? ¿No acaso la cordialidad y el respeto sólo funcionan si existen en ambas direcciones? Ambas, cordialidad, respeto, así como confianza, honestidad, consideración, son relaciones humanas que se corresponden continuamente, que se alimentan en reciprocidad, que no derivan inexorablemente de la relación consanguínea y que pueden verse seriamente afectadas si por cualquier impulso surge la violencia, física y/o verbal, como consecuencia de un arrebato emocional. No se trata de guardar o no secretos, sino de elegir qué compartir, con quién y qué debe quedar en resguardo de la intimidad de cada persona.

Entre los Stone algunos guardan secretos creyendo que así protegen a otros, pero otros lo hacen por temor a lo que se pueda decir, pensar o criticar de ellos. ¿No les tienen confianza a los integrantes de su propia familia?, o es porque toman en cuenta sus sentimientos que mantienen la información al margen, y sólo cuando develarla parece lo correcto, en el momento apropiado, para la persona indicada, es cuando se sinceran, dando espacio al intercambio de opiniones y a la expresión de sus emociones.

En este caso, la principal constante en realidad se alimenta en otra situación: esta familia se encuentra permanentemente en un ambiente en el que buscan la aprobación de los otros. De nueva cuenta, un sentimiento muchas veces sustentado en lo que se espera de ellos y las expectativas propias y ajenas, según su función y papel dentro de la dinámica familiar: la madre que decide, la hija que se rebela, el hijo que funge como modelo a seguir o el que rompe con los estándares costumbristas y conservadores, etcétera. Es decir, el cómo se cree que debe ser y actuar un padre, un hijo, un hermano y demás, protegiendo y confrontando dentro de su propia familia, pero también en relación a los demás que se acercan a ella. ¿Quién protege, quién dialoga, quién enmienda o quién sostiene a los demás?

Después de una desastrosa primera impresión y sintiéndose percibida como desagradable, distante y no bienvenida, Meredith llama a su hermana para que la acompañe. Y entonces se hace evidente, tanto que ellas tienen personalidades totalmente opuestas, como que Julie, la hermana de Meredith, es una mujer que empatiza más y mejor con Everett. No es tampoco que una sea mejor que la otra, ni siquiera se trata de que sean diferentes, es sólo que tienen vidas diferentes porque sus anhelos, experiencias, deseos, tropiezos y aspiraciones también lo son. Con habilidades y defectos propios y a su propia manera, la forma en que transcurre su existencia, la vida que esperan vivir, y cómo vivirla, eventualmente tiene un impacto en la forma como son percibidas, cómo se relacionan con los demás y hasta qué se espera de ellas. O, ¿no sería normal que los Stone, suponiendo que Meredith puede convertirse en nueva integrante de la familia, sean más severos en cuanto a su juicio hacia ella?

Y lo mismo puede decirse respecto a Everett y su hermano Ben, otros opuestos absolutos en cuanto a vidas, personalidades, temperamentos y pensamientos muy diferentes, de quienes se piden acciones y comportamientos también distintos. Padres y hermanos no tratan igual al hijo mayor de la familia en comparación con el otro, o en comparación con el resto de ellos, porque cada uno tiene un rol específico que cubrir, lo que hace que actúen de forma distinta, tanto en cosas simples como sus empleos, hasta en cosas más complejas como el legado a futuro que pesa sobre sus hombros y que, específicamente, va ligado a la persona con la que eligen vivir su vida y comenzar una familia propia. Un pensamiento tal vez conservador pero también natural: ¿Quién es mi familia por orden inherente y quién es la persona a la que elijo como familia?

Eventualmente Meredith y Ben van desarrollando una conexión, porque es a través de su interacción que encuentran el motivo y la forma para cambiar, algo que no sucedía entre ella y Everett, quien, a su vez, descubre el apoyo que estaba buscando en Julie, porque entre ellos hay más afinidad, más intereses comunes, conforme, también, con sus personalidades, opiniones y hasta actitud respecto a los problemas.

Los enredos, descubrimientos y autodescubrimientos sólo pueden resultar en algo, un choque de personalidades que, si bien se sostiene en personajes desdibujados en el estereotipo, también demuestran la convivencia social, familiar y relacional en un ambiente en el que cualquier movimiento en falso, cualquier detalle ajeno al ‘mundo ordinario’, entiéndase, en este caso, la visita de Meredith, es un pequeño desequilibrio que se convierte en un enorme cambio, más necesario que problemático, porque reafirma valores, refuerza lazos, provoca debates, fuerza confrontaciones necesarias y promueve el cambio en quienes más lo necesitan.

Equilibrio es armonía, pero sólo cuando se logran conciliar fuerzas que se contraponen. Lograr esa igualdad implica compromiso; sumar fuerzas en lugar de permitir que éstas se destruyan. Meredith en todo caso es ese opuesto que hace evidente la necesidad de adaptación o readaptación, la superación de las contradicciones. Su presencia desata un reajuste, pero no es que ese reajuste no viniera ya arrastrándose desde tiempo atrás. Si las personas crecen, maduran y cambian, las dinámicas familiares también deben hacerlo. No es sólo necesario, sino normal e inevitable.

Ficha técnica: La joya de la familia - The Family Stone

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