La palabra ‘zombi’, utilizada para denominar a ‘personas o creaturas muertas que han regresado a la vida’, tiene su origen en los rituales vudú. El término deriva tanto de la cultura y lengua africana como del folklore haitiano y el ritual en cuestión se llevaba a cabo para intentar devolverle la vida a alguien que había muerto. La intención, aparente, consistía en utilizar al zombi como esclavo, lo cual se facilita por ser el Zombi una creatura sin inteligencia ni voluntad.
El concepto fue evolucionando, con varios ejemplos en la literatura. Una narrativa que contribuye significativamente al género es Frankenstein, de Mary Shelley, aunque hay que apuntar que la novela no aborda en sí el tema zombi, más bien explora la posibilidad de resucitar muertos con base en el conocimiento científico.
El principal impacto cultural zombi para forjarse el arquetipo como lo conocemos ahora llegó a través de la narrativa cinematográfica. Uno de los proyectos más influyentes fue la película La noche de los muertos vivientes (EUA, 1968), dirigida por George A. Romero y coescrita por él junto con John Russo. Esta cinta fue la primera en alejarse del concepto zombi en sus raíces y explicación de ritual religioso, para enfocarse más bien, directa y literalmente, en los muertos vivientes, o personas muertas que de pronto vuelven a la vida, estableciendo con ello un nuevo prototipo o molde de ‘zombi’ como se le conoce comúnmente dentro de la cultura popular. Romero a su vez ha dicho que él mismo se inspiró en la novela Soy leyenda (I am legend), de Richard Matheson, que trata de un apocalipsis global que inicia con una infección bacteriana que se convierte en pandemia y que vuelve a las personas una especie de vampiros.
La noche de los muertos vivientes trata, por su parte, de un grupo de individuos recluidos en una casa, luchando por sobrevivir al ataque de los muertos vivientes que intentan comerlos. A lo largo de la historia nunca se utiliza la palabra ‘zombi’ para describir el fenómeno, en parte porque, al mismo tiempo, la idea se aleja de la explicación vudú prevaleciente para, en su lugar, abordar el escenario de una forma diferente, más científica, menos ‘fantasiosa’. Aquí no se trata de rituales religiosos o mágicos, sino del error humano, o de los efectos impredecibles que la experimentación científica puede provocar en la naturaleza, incluido el hombre como especie.
En la película la explicación es que una sonda satelital que regresa del espacio a la Tierra ha causado una radiación que ha ‘activado’ de nueva cuenta los cerebros de las personas muertas, que lo único que quieren después de ‘despertar’ o ‘revivir’ es comer carne humana. Se plantea así un relato de terror y suspenso pero el escenario va mucho más allá, pues con él, y a través de él, la película se permite hablar de temas sociales como la ineptitud del gobierno, la experimentación tecnológica, el miedo, la desconfianza, el racismo o las fallas en los canales de comunicación, ya sea entre personas o a través de los medios masivos.
Cuando los protagonistas se recluyen en una casa aislada, no sólo luchan por la supervivencia peleando contra los muertos vivientes, sino que luchan el uno contra el otro porque permea el individualismo y choque de opiniones, en lugar del trabajo en equipo y la solidaridad. Todos quieren salvarse, todos anhelan sobrevivir, pero quieren hacerlo bajos sus propias reglas, al amparo de lo que creen, lo que los vuelve vulnerables. Y mientras algunos opinan que la mejor estrategia es encerrarse en el sótano hasta que lleguen a rescatarlos, Ben, el único afroamericano entre ellos, tiene un plan más activo que sumiso, pelear de ser necesario, intuye, para intentar salvarse ellos mismos.
Ambos puntos de vista tienen su propia lógica, así como sus pros y contras. El sótano significa un refugio cerrado, donde defenderse parece fácil, pues consiste sólo en vigilar y defender la única posible entrada, la puerta. Para Ben esto es contraproducente, pues no sólo no hay una salida de escape en caso de ser necesario huir, sino que significa mantenerse pasivos, acorralados, además de ser muy posible que los muertos vivientes logren derribar la puerta. Su plan en cambio es más bien a la ofensiva, pelear contra las creaturas, buscar un vehículo con el cual huir y defenderse con toda arma a la mano o improvisada. Él llama una trampa de muerte encerrarse en el sótano, sin embargo, su propio plan no viene libre de peligros, pues la casa tiene tantas puertas y ventanas que vigilar que lo convierte en un trabajo demandante, comprometido y agotador.
Lo que diferencia una de otra idea es la actitud que se tiene frente al problema y la solución posible a éste. ¿Es que acaso el que se encierra es precavido, o más bien cobarde? ¿Es el que pelea audaz y valiente o, al contrario, inconsciente? Y es entonces cuando la negativa de aprender a trabajar en equipo toma especial importancia, porque cualquiera de ambos planes sólo podrá funcionar si todos aceptan colaborar y ayudar. Cada personalidad es diferente, porque cada persona piensa distinto, pero en lugar de utilizar a favor la fortaleza de cada quien para resolver problemas según las habilidades de cada individuo, los personajes eligen servir sus propios intereses, a expensas de otros y decidiendo no elegir, es decir, esperar a que el problema se resuelva solo.
El gobierno por su parte tampoco tiene mucho hacia dónde moverse con determinación o asertividad. Creen tener la respuesta que explica lo sucedido, el satélite que ha caído, pero no están seguros de la teoría; creen tener un plan de rescate, avanzar ciudad por ciudad matando a los lentos, pero atinadamente inteligentes, seres revividos (que aparentemente no razonan, pero que, si necesitan entrar a una casa, saben que tirando una piedra contra una ventana les abrirá el camino), disparando a todo y contra todo, pero no están preparados para las contingencias o imprevistos y su capacidad operativa de respuesta es insuficiente frente a la presencia zombi; además las autoridades se contradicen en el plan de evacuación y rescate, improvisan y van cambiando sin seguir una estrategia bien definida.
El miedo paraliza a las personas, pero en este caso lo importante es saber utilizar ese miedo como incentivo que dé fortaleza, que el miedo se convierta en una fuerza de autodefensa, que provoque la astucia, valentía, energía que haga a la persona luchar por su supervivencia. Los eventos crean incertidumbre ante lo desconocido, de la que todos se vuelven presa, autoridades y ciudadanía por igual, pero la idea planteada con este panorama es en sí una forma simbólica de hablar de cómo aquello que es distinto puede crear un caos y puede obligar a replantear las cosas cuando desbalancean la cotidianeidad y el mundo ordinario donde el hombre se acostumbra a vivir en la comodidad.
Enfrentarse a algo desconocido implica buscar respuestas y dar soluciones, pensar, trabajar, analizar y decidir. George A. Romero no pone sobre la mesa una mera historia de terror, seres devoradores de carne humana, sino que los utiliza como un trasfondo que permite ayudar a demostrar un proceso de colapso social: una sociedad obligada a enfrentarse al cambio y lo desconocido y nada preparada para responder a las distintas problemáticas que ello provoca. El que Ben sobreviva la noche sólo para morir a manos de los policías que no lo reconocen y le disparan indistintamente, no sólo es una forma crítica-satírica del sistema, sino un medio para demostrar que la actitud humana, de los policías, es más visceral que pensada, disparar primero como demostración de poder, no como solución o defensa, una precaución inventada y disfrazada de autoengaño: disparar primero porque el arma la tengo yo; sumando así además una crítica directa al tema del racismo y el autoritarismo, específicamente en Estados Unidos.
Y sin bien estos zombis, en esta historia, responden a un instinto caníbal, seres violentos convertidos así por una fuerza ajena a ellos, sobre la que no tienen poder ni influencia, y que, al mismo tiempo, elimina su capacidad de voluntad, la idea central: humanos que atacan humanos para sobrevivir y que harán lo que sea por alcanzar a su presa, porque para ellos son el medio que les permite cubrir su necesidad primaria de alimentación, sin detenerse a pensar en las consecuencias de sus acciones, no es más que, en efecto, una forma simbólica, análoga, de representar al hombre en su naturaleza errática e irracional de la que no logra liberarse, más frecuentemente cuando se enfrenta a una situación de crisis.
En la película, aunque los muertos vivientes son la amenaza latente, pues quieren comer carne humana, el gran antagonista entre los sobrevivientes es más bien el hombre mismo, enemigos entre ellos, fallidos en su forma organizacional y hasta divergentes consigo mismos, como se observa en la película, un escenario que parece contradictorio pero que no está tampoco muy alejado de la realidad.
Ficha técnica: La noche de los muertos vivientes - Night of the Living Dead