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Los Guerreros

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Pertenecer a un grupo social es parte del proceso de adaptación del hombre. Es, en parte, a través de ellos que el ser humano desarrolla su identidad, valores, deseos e intereses; conviviendo, compartiendo, aprendiendo, sobreviviendo, enseñando, el individuo encuentra el sentido de su existencia; nace, crece, se reproduce y muere en sociedad, como parte de un grupo al que se afilia por nacimiento, educación, geografía u otras circunstancias. En ellos hay normas y valores, directrices y diferencias de opinión, lo que propicia un ambiente de organización dentro de la sociedad, pero, también y al mismo tiempo, que funge como vehículo para que una persona encuentre su voz, desarrollando su sentido de pertenencia, de socialización y hasta su individualidad.

Una pandilla es un grupo social de personas que se reúnen voluntariamente para un fin común, ya sea con propósitos de recreación y entretenimiento, o de solidaridad por sobrevivencia y autoprotección, o para realizar alguna acción delictiva, o para fines no necesariamente explícitos al conformarse la asociación. La clave de fondo es cómo ocurre esta forma de organización, algo que toma especial importancia en la película Los Guerreros (EUA, 1979), dirigida por Walter Hill, escrita por éste junto con David Shaber, basándose en el libro del mismo nombre de Sol Yurick, y protagonizada por Michael Beck, Deborah Van Valkenburgh, James Remar, Brian Tyler, David Harris, Tom McKitterick, Marcelino Sánchez, Terry Michos, Thomas G. Waites, Dorsey Wright, Roger Hill y David Patrick Kelly.

En la historia, las pandillas de Nueva York se reúnen a petición del líder de la más grande e importante de ellas, los Riffs, en un llamado por la lealtad, la solidaridad y la unidad para hacer valer su fuerza. Todo parece ir conforme lo acordado, a reserva del escepticismo, duda, incredulidad, expectativa o entusiasmo de algunos de los presentes. Sin embargo, cuando Cyrus, el jefe de la pandilla convocante, es asesinado, todo cambia. Uno de los integrantes del grupo conocido como los Guerreros es testigo de lo sucedido y es por ello que los responsables culpan a los representantes de dicha pandilla de traición, desatando la furia y condena de las demás agrupaciones. Ahora, con la policía persiguiéndolos y el resto de las pandillas en busca de ajustar cuentas, en respuesta a un llamado convocado por los mismos integrantes de la pandilla afectada, estos nueve jóvenes deben encontrar su camino de regreso a casa hasta Coney Island, en el otro extremo de la ciudad, de donde son originarios.

Para lograr con éxito su objetivo deberán poner a prueba sus habilidades de lucha, su capacidad de estrategia, pero también de supervivencia basada en la identidad del grupo; y el problema va más allá de la persecución que viene tras ellos por sus cabezas, pues entra en juego también la diferencia de opinión dentro de los propios integrantes para afrontar lo sucedido. Algunos ven la oportunidad de la aventura, del desahogo de toda la energía reprimida, otros consideran un error la huida, otros incluso cuestionan lo correcto de haber asistido, y otros más sólo velan por salvaguardar la seguridad de sus compañeros. En el fondo se plantea la necesidad de establecer un liderazgo sólido que fortalezca la confianza y amistad entre ellos. Se vuelve entonces una lucha de poder, tema recurrente durante todo el relato.

La forma más sencilla de representarlo es a través de la convocatoria de los Riffs, pero no visto como un asalto de opresión, sino como una forma de orden y estructuración donde alguien toma el papel de guía para unir, para trabajar en equipo. Todas las pandillas juntas superarían en número a los policías de la ciudad, lo que les daría ventaja para tomar el control de su territorio. Unirse les daría conciencia de su fuerza, les otorgaría sentimiento de identidad, de poder, de capacidad de transformación social en su beneficio colectivo.

Poder y el liderazgo, confianza y recelo, traición y deslealtad, realidad conflictiva que se presenta desde la secuencia inicial con respecto al conjunto de pandillas convocadas, pero que también se presenta en la travesía de los Guerreros y que desbalancea la armonía entre ellos. No se trata en este caso del poder como trofeo simbólico, tomarlo por el simple deseo de superioridad; se trata en todo caso de asumirlo con responsabilidad para cumplir con los compromisos ligados a él. ¿Quién es el jefe y por qué? El elegido dentro de este grupo es Swan y el motivo es porque en este caso la escala jerárquica y de función de cada miembro dentro del grupo toma aquí su razón de ser. Swan como ‘jefe de guerra’, segundo al mando tras la muerte de su propio líder. Más aún, el liderazgo no se obtiene sólo por la denominación del cargo, se ejerce a partir del reconocimiento de méritos para ejercerlo, y el poder no se obtiene, sino se ejecuta con acciones. Swan tiene que actuar en consecuencia si desea alcanzar el objetivo de llevar de regreso a salvo a sus asociados.

El tópico no se desgasta y se vuelve a hacer presente tanto en el intento de las otras pandillas por capturar a los Guerreros, con engaños, fuerza, manipulación o presión, según sea el caso, pero incluso en relación a otros escenarios en donde la película se adentra, como las diferencias de género (desde la pandilla integrada solamente por mujeres, que los engaña con seducción para atraparlos, hasta la policía que arresta a uno de los jóvenes por caer en insinuaciones inapropiadas en un espacio público). Otro ejemplo sucede dentro de un contexto relacionado con las políticas de orden y control gubernamental, la proliferación de prejuicios sociales, la existencia de grupos y clases sociales, la marginación socioeconómica de grupos juveniles y, específicamente, el papel de las pandillas urbanas dentro de la comunidad, vistas, usualmente, como un grupo marginal en el fondo de la escala social, peleando, usualmente, por sobrevivir, aunque, en la narrativa de este caso, pugnando por orden y respeto.

En entonces cuando el concepto de territorialidad se hace presente con bastante fuerza. Cada pandilla defiende su territorio y lo llama suyo precisamente por un sentido de pertenencia e identidad. Lo que está en el territorio es del territorio; cualquier extraño es visto con desconfianza, como un invasor. Por ello en su andar, los Guerreros enfrentan los riesgos de transitar por territorios que les son ajenos, que pertenecen a otras pandillas. Un poco como los migrantes de todas las épocas que se enfrentan al dilema de mantener su identidad o asimilar la de su nuevo lugar de residencia. Porque cada pandilla es más que su espacio, su nombre, su vestimenta, su forma de hablar y hasta el distintivo específico que los diferencia e identifica, en el caso de los Guerreros, los chalecos con su logotipo, que portan cada uno de los integrantes, y del cual no pueden desprenderse porque sería como renegar de su esencia. De hecho en la narrativa cada pandilla presenta características específicas que le dan identidad y singularidad.

A un grupo social también lo define el espacio en el que viven, la gente con la que se asocian y los valores que defienden. No en vano al encontrarse con el grupo de Los Huérfanos (una pandilla menor, dicen los Guerreros), el choque sucede tanto por la necesidad de cruzar su territorio como por lo que esto representa. El paso libre de conflictos y confrontaciones va más allá de un pacto de respeto (estrategia inicial de los protagonistas), significa también, de alguna forma, sumisión, conforme a un código general preconcebido de conducta de estos grupos sociales, en especial porque la tregua y libre tránsito acordado entre pandillas se anuló en el momento en que Cyrus fue asesinado.

Los Huérfanos buscan reconocimiento, respeto, y el pedazo de papel periódico en que se les menciona y que muestran a los protagonistas es claro ejemplo de ello. El conflicto real no es dejarlos pasar libremente por sus calles, cuando en efecto no tienen nada en su contra, sino que hacerlo puede ser mal visto por el resto de las pandillas que en ese momento quieren atrapar a los Guerreros. El paso libre entonces significaría que cualquiera podría incursionar en este territorio, como antaño los grupos sociales más evolucionados colonizaron por la fuerza territorios habitados por grupos con menor desarrollo militar.

La palabra ‘pandilla’ usualmente está asociada con grupos de personas que se reúnen para realizar acciones delictivas, concepto estereotipado desde el discurso ideológico del poder para condenar a quienes buscan identidad por este medio, pero una pandilla también es un grupo de amigos que se reúnen por otro tipo de intereses comunes. Formar parte de una pandilla es compañerismo, disciplina y honor, lealtad, al mismo tiempo que camaradería. No se trata de individualidades o poderío, sino de trabajo en equipo, a favor de los miembros del mismo grupo, así como su desarrollo y crecimiento. Es una forma de organización social, mayoritariamente juvenil, para sobrevivir en un mundo en donde las oportunidades de desarrollo están sobredeterminadas por el origen de clase social, por el nivel socioeconómico en que se nace, incluso por una identificación de raza, aún en pleno siglo XXI. Y si hablamos entonces de que una pandilla se refiere a un grupo de personas reunidas por sus intereses en común, ¿qué los hace realmente una pandilla? ¿Puede una banda de rock, por ejemplo, ser llamada una pandilla? ¿Puede llamársele así a un grupo de adolescentes que se reúnen a jugar béisbol todos los días durante el verano? ¿Cuándo la palabra se asoció exclusivamente a su sentido negativo, la práctica ilegal y el vandalismo? ¿O es que siempre lo tuvo?

La película fue en su momento criticada por su contenido y en consecuencia parte del material publicitario fue retirado en distintos puntos de Estados Unidos después de reportes de violencia. El fenómeno puede entenderse como una mirada catártica o, en todo caso, como una fantasía convertida en vivencia a través de la pantalla. En cuyo caso no es que la gente anhelara el aparente vandalismo que se mira en pantalla (porque la película nunca profundiza en el hecho de que, por ejemplo, los grupos de pandillas marquen con grafitis su recorrido); es el deseo de la gente, en todo caso, de encontrar a un grupo de personas con suficientes valores, coraje, sentido común y ética, a pesar de todo lo negativo que pueda decirse de ellos, con quienes identificarse. En esencia los Guerreros, mayoritariamente son solidarios, tienen principios, anhelan regresar a “su hogar”, son conscientes de que enfrentan riesgos por incursionar en territorio ajeno, saben de su inocencia y desean tanto limpiar su nombre como dejar constancia de su presencia. Todo ello, ¿no forma parte de la manera de existir cualquier grupo social?

No todas las pandillas son ‘malas’, a pesar de que esa sea su principal connotación o percepción, o acepción, todo depende, como muchas otras cosas en la vida, del propósito por el que se hace lo que se hace; aquí, el por qué se forma una pandilla y para qué. En este caso, es el espíritu de lucha y de solidaridad para el bien común lo que motiva la reunión inicial convocada por los Riffs, principios notables que merecen su grado de valoración y consideración.

Ficha técnica: The Warriors - Los Guerreros

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