El problema en nuestra época es que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes.
Winston Churchill
Eres blanco, estas orgulloso de serlo, perteneces a una casta de privilegio, sustentada en la sangre e ignorancia del pueblo al que tú y todos los que son como tú, les ha convenido mantener así.
Has tenido que lidiar con negros toda la vida, te educaron para gobernarlos, para perpetuarte en el poder, no tú ni tu nombre, sino lo que representas, estás acostumbrado a las batallas, disfrutas la victoria pero sobre todo el acto de la guerra, observar la caída de la primera línea enemiga por la gracia de tus arqueros y en el cuerpo a cuerpo, ver volar los miembros cercenados por la fuerza del hacha, los cráneos aplastados por la pesada maza, los arcos de luz que las espadas de tus hombres dibujan en movimientos circulares que al terminar invariablemente se tiñen de rojo, si, la sangre, líquido precioso que al final alzas en una copa de oro que guardas en tu alforja, en un ritual practicado por los de tu casta para embriagarte con ella, sientes como resbala por tu garganta y esófago hasta llegar al estómago, la fuerza caliente de las vidas tomadas ahora es tuya, viven en ti por ésta y todas las generaciones posibles que buscarás dominar mientras haya una guerra por pelear y un reino por conquistar. La sangre, el único vino que conoces capaz de saciar esa sed que los hombres y mujeres como tú son adictos, la del poder...
Te preparas para la lo que sabes es la batalla final, te aseguraste que el oro esté a buen resguardo, en otros reinos, con monarquías amigas que no por serlo te dejarán de cobrar su protección y eventual cobijo. Te pones tu armadura, la cota de mallas, el peto, el yelmo, el enemigo se acerca, escuchas a lo lejos las cornetas que dan las ordenes; los tambores que sincronizan la marcha de los miles de negros guerreros y otros mercenarios blancos que se les han adherido en los últimos tiempos, tus jugadas, tus opciones en la baraja de cuadros blancos o negros tienen cada vez más barreras, por todos lados surgen piezas enemigas que limitan tu espacio, tus movimientos. Muchos de los que creías tus amigos resultaron no serlo, si algo has aprendido es que el poder y la podredumbre son verdaderos aliados.
Todo es inútil, te escondes entre tus muros mediante un enroque largo en una estrategia defensiva desesperada, dos sendas diagonales una blanca y otra negra apuntan libremente hacia tu espacio. cae uno de tus soldados, irrumpe un caballo, su Rey, mi enemigo, lo monta con ferocidad, ha jurado vengarse, "rayando en la locura", levanta su espada, antes de caer alcanzo a ver en su alforja derecha un destello, es una copa dorada.