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Trascender

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Una idea es una representación mental que se formula a partir de la capacidad humana para razonar, imaginar y crear. Una idea es un pensamiento, entendimiento sobre algo, que se hace tangible cuando se ejecuta en acciones. La brecha que separa un concepto de su resultado puede ser muy amplia, porque en el proceso la idea se alimenta, se adapta, cambia e incluso se redirige, tanto para bien como para mal. Una buena idea no siempre resultará en algo igual de satisfactorio cuando se lleva a cabo. En el cine, esto no es la excepción.

Una película interesante, con ideas propositivas, no siempre termina siendo un producto igual de sobresaliente, lo que por consiguiente resulta ser decepcionante, el desaprovechar una idea porque su desarrollo pierde enfoque en favor de otros elementos, más cliché y menos originales. Este es el caso de Trascender (EUA, 2014), película escrita por Jack Paglen, dirigida por Wally Pfister y protagonizada por Johnny Depp, Rebecca Hall, Paul Bettany, Kate Mara, Cillian Murphy y Morgan Freeman.

La historia trata de unos científicos, Evelyn y Will Caster, que desarrollan en su compañía lo más actual y avanzado en el área de tecnología. Cuando, tras el ataque de un grupo extremista, él queda herido de muerte, deciden que su cuerpo sea transportado a una máquina, o lo que es lo mismo, deciden copiar su mente en forma de algoritmo para depositarlo en el mundo virtual. Después de esto, el programa de software, la inteligencia artificial, comienza a crecer y evolucionar, hasta que su presencia se vuelve un peligro para la humanidad. Desde ese momento tanto su esposa como el gobierno, junto con un grupo ambientalista anti-tecnología, tendrán que trabajar juntos para detener a la máquina.

La idea que plantea Trascender tiene propuestas interesantes, pero su ejecución no es acertada. Porque ‘interesante’ y ‘bueno’ no son sinónimos. La propuesta temática, su premisa narrativa, pretende hablar de los peligros del avance tecnológico que crece sin regulaciones en la era moderna actual; el cómo la tecnología creada a favor de la humanidad puede convertirse en su contra, así como la forma en que la mano del hombre, construyendo inteligencia artificial avanzada, puede errar en su intento por hacer a las máquinas autónomas, porque sin reglas que la guíen, crece sin límites y a favor de unos pocos, aquellos que la saben manipular en su beneficio.

El planteamiento de la historia, en este caso, resulta eficiente, propositivo, relevante y envolvente, porque las ideas iniciales están ahí, presentes y dispuestas para hacer preguntas correctas. La trama, sin embargo, poco a poco va perdiendo de vista la propuesta original para dar paso a otro tipo de factores en la narración. Esto sucede, específicamente, alrededor de la dinámica en la relación de pareja, que se va fracturando entre los científicos, pilar central del relato, que obliga a la película a volcarse hacia el lado emocional de la ecuación para, igual que sucede en muchos proyectos similares, intentar atrapar la atención del espectador a partir del lado sensorial, de las emociones, por sobre la forma crítica o analítica que se pueda tener con los temas planteados.

Es entonces cuando las ideas temáticas sobre la humanidad, la supervivencia, la capacidad por encima del humano que tiene la inteligencia artificial, y hasta el uso de la tecnología en la cotidianeidad, que hace a las personas caer en la trivialidad, pasan a segundo plano, dejando tomar el centro a la menos intrigante trama de melodrama entre los protagonistas.

La mejor opción en todo caso hubiera sido el balance, que estas ideas fueran abordadas a partir de todos sus flancos en favor de la narrativa y desarrollo de la historia, es decir, dejar que se desenvuelvan todas las perspectivas de los personajes y sus respectivas voces, pensamientos, posturas e ideales, para que se conjuntaran, complementaran, debatieran y desafiaran a lo largo de toda la película, no únicamente cuando la historia lo ve necesario o conveniente para crear conflicto dramático, que incluso parece forzado. Por ejemplo, una vez que el gobierno y el grupo anti-tecnología deciden trabajar juntos, determinan que necesitan, para conseguir el código de la inteligencia artificial y poder crear un virus, secuestrar a uno de los trabajadores dentro de la planta de Will, que con su nanotecnología está conectado, vía la red, a ellos. Cualquier estrategia dictaría actuar de manera discreta, para evitar encender focos rojos y por tanto tener mayores probabilidades de éxito, pero se opta por una entrada explosiva, con una confrontación que culmina en peleas y estallidos con la intención de hacer más espectacular, visualmente hablando, el relato, con un dramatismo forzado, exagerado, en su intento por crear tensión, a tal punto que resulta chocante.

Cuando una película carga con temas propositivos como lo hace Trascender, lo que se requiere es que el relato plantee su hipótesis en los primeros minutos de la historia, durante su planteamiento, para después desarrollar objetivamente, con distintos puntos de vista, la realidad del mundo, de ciencia ficción en este caso, que se presenta. Aquí la película plantea una hipótesis alrededor del uso de la tecnología: ¿se puede utilizar en beneficio humano y, en todo caso, cómo hacerlo? Pero el guión no desarrolla estas ideas, sino que las deja estancadas, desenvolviéndose por inercia, escuetamente, con ejemplos que podrían trascender, como el uso de la nanotecnología en medicina, pero que carecen de seguimiento científico en la narración que los haga relevantes.

El problema en esta película es que lo presentado en el planteamiento no está desarrollado una vez que avanza la historia y esto causa atropellos en la trama. Will, el protagonista, es más pasivo que activo; el mundo que le rodea, el tema tecnológico, incluso otros personajes, son más intrigantes que él, o más representativos respecto a la idea original.

En la película Will quiere crear una tecnología con inteligencia artificial que tenga consciencia propia, emociones y pensamientos autónomos; por su parte el grupo anti-tecnología, bajo la creencia de que una super inteligencia artificial es, a largo plazo, una amenaza para la humanidad, decide matarlo. Entonces Evelyn, utilizando tecnología de otro científico, decide que Will incorpore su mente a una máquina. Will no es el creador de la tecnología que ‘lo salva’, ni decide activamente hacer el experimento, por tanto, Will reacciona, no decide; y este es el planteamiento de la historia. El escenario cambiaría mucho, se nutriría más, si Will fuera el creador de esa tecnología y si, apelando por la ciencia, con todas las implicaciones éticas que conlleva, decidiera ser él el primer humano en transportar su conciencia a una máquina, convertirse en su propio primer sujeto experimental. Pero parece que la motivación de Will es complacer a su esposa, darlo todo por ella, convirtiendo este elemento narrativo en un bache, más que en un acierto.

No es que el enfoque emotivo esté mal planteado, es que la historia no compagina sus elementos de forma que se complementen entre sí para darle fuerza a la película. Max, amigo de Will, es secuestrado por el grupo anti-tecnología y años más tarde ya trabaja a su lado, pero cuando al personaje se le cuestiona qué fue lo que lo convenció, evade la pregunta. Este y otros saltos narrativos sin respuesta, situaciones decisivas, importantes dentro del desarrollo de los personajes y de la historia misma, suceden fuera de cámara, para más tarde ser simplemente resumidos por los personajes en lugar de dejarle ver al espectador cómo suceden, por ejemplo el ‘crecimiento’ de la máquina una vez que se conecta a la red, la forma cómo utiliza esta tecnología a su libre albedrío en búsqueda de poder, propenso a utilizarla tanto a favor como en contra del hombre, según su estado “emocional”.

Por otra parte, la decisión de convertir la mente de Will en un programa software, que desencadena la historia, resulta demasiado apresurado como para dejar que la mayoría de los personajes asuman lo que sucede y las consecuencias de sus acciones; esto genera que la justificación de su actuar sea nula y, en consecuencia, la perspectiva crítica que pudo ofrecer la historia se vuelva también inexistente. El contexto de ciencia ficción que rodea al relato se convierte en una burbuja propositiva que se aleja poco a poco de su objetivo conforme se empuja hacia la exageración, el cliché y lo inverosímil.

El hecho de que nadie cuestione que Will dejará de ser una persona, porque su mente trasladada a la máquina no será suya, sino un algoritmo copiado de lo que fueron sus pensamientos, nunca es cuestionado por los personajes, a pesar de ser la idea central alrededor de la que se construye el relato, tal como Will mismo lo propone diciendo: “¿Cuál es la naturaleza de la consciencia? ¿Existe un alma? Y si existe, ¿dónde vive?”

Estas cuestiones éticas respecto a la tecnología son puestas en el aire pero nunca aterrizadas. Max intenta hacer un análisis pero nunca confronta su realidad, porque la función del personaje no es esa y porque él mismo está atado de manos, metafórica y literalmente hablando. El problema es que otros personajes también intentan acercarse hacia la perspectiva crítica del mundo que les rodea, pero son limitados por la trama, que logra evitar que expresen concretamente sus pensamientos. El grupo extremista, por ejemplo, que podría darse a la tarea de explicar más a fondo cómo es que la capacidad de las máquinas podría llevar a la destrucción de la sociedad tal como existe en el presente, superando al hombre y aprendiendo de todo lo conocido por la humanidad, con sólo conectarse a la red (donde la cotidianidad tecnológica elimina la privacidad) es un elemento narrativo relegado a utensilio circunstancial, usado a conveniencia para favorecer las secuencias de acción.

La tesis de la película es que la tecnología puede utilizarse en favor de la humanidad, pero no usarla correctamente también puede resultar catastrófico para el futuro de las sociedades. Este planteamiento temático, en lugar de ser desarrollado, es olvidado. Will es la teoría puesta en práctica. Por tanto, Will debería ser las dos caras de la moneda, directa o indirectamente, pero la historia no logra hilar sus elementos para que esto suceda; la película no se arriesga a mostrar la destrucción que Will puede causar y se limita a hablar de las posibles consecuencias, sin realmente hacerlas una parte del relato, haciendo, como resultado, al gobierno y al grupo extremista unos antagonistas forzados. ¿Y por qué la película convertiría en su voz de la razón, su elemento de crítica social y su herramienta de objetividad, en el malo de la historia? Porque el guión divaga y juega con demasiadas ideas que después no sabe cómo concretar de manera convincente, o al menos coherente.

‘Suspensión de la incredulidad’ es una expresión que se refiere a la habilidad de credulidad o escepticismo que se pide del espectador, o lector (ya sea en cine, literatura, un truco de magia y hasta los videojuegos), para que la persona ignore ciertas incoherencias o imaginaciones a fin de aceptar la realidad del relato. La idea es que el sujeto se desprenda de su sentido crítico para adentrarse en la historia.  Algunos ejemplos son la existencia de magia dentro de un relato, de seres fantásticos, como los unicornios o extraterrestres, con los que se tiene contacto en otros universos.

La herramienta se utiliza de diferentes maneras y en distintos niveles, sin embargo, abusar de ella o llegar a su límite provocará que la persona cuestione aún más la historia que se le presenta. En el caso de Trascender, la película rebasa el punto de credulidad, dando por sentado que la aparente ciencia detrás de la historia será suficiente para convencer del sustento narrativo, pero en realidad se vuelve una exageración irremediable, hasta el punto que la narración se vuelve poco creíble, incongruente, poco consistente con su propio discurso, cayendo incluso en el absurdo.

En el cine una idea es tan importante como su ejecución. Una película no sólo es la interpretación de sus actores, o el trabajo de su equipo de diseño de producción, entre otros factores, es también la historia como semilla inicial que inspira: de dónde viene y qué camino quiere tomar. De ahí la importancia de que todos los departamentos involucrados en una producción estén ‘en el mismo canal’, para que la idea, al ser puesta en acción, mantenga su esencia.

Nada de esto sucede en Trascender; por ejemplo, plantea preguntas críticas, relevantes, pero no da un contexto para el análisis de las mismas o tiempo para pensar en ellas; por el contrario, ahonda en la acción y drama, propuestas más tradicionales y triviales en este tipo de relatos superfluos.

Ficha técnica: Trascender

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