“The purpose of life is not to be happy. It is to be useful, to be honorable, to be compassionate, to have it make some difference that you have lived and lived well.”
Ralph Waldo Emerson
Hola, buenos días, programaremos su operación para el día 7 del próximo mes, habrá de internarse en la clínica desde el día 6, ahí lo esperamos, hasta entonces.
Por fin te decidiste, es una operación menor, se trata de arreglar una úlcera gástrica que te acompaña desde que descubriste el alcohol y la cerveza, se hace especialmente notable en sus molestias cuando pruebas el vino tinto, el delicioso líquido que mantienes en tu boca algunos segundos, antes de tragarlo y tener que pagar de inmediato el costo del efímero placer. Sientes como desgarra la laringe, el esófago y el ineludible pinchazo en el lugar que correspondería a la puerta de entrada al estómago.
Visitaste muchos doctores, tantos que sabías todos los tratamientos aplicables para el caso, probaste de todo, antiácidos, Ranitidina, Pepsid, Tagamet, Omeprazol, Esomeprazol, Pantoprazol, también intentaste otros remedios, digamos que naturales, pera, papaya, plátano, pescado, arroz blanco, papa y muchos más. Eliminaste de tu dieta a los cítricos, las frituras y la carne roja. La cerveza y el vino permanecieron acompañándote. Cuando el ataque de acidez era tan fuerte que parecía traías una daga clavada en medio del pecho, te preparabas un shot de bicarbonato de sodio, a un vaso le ponías un poco de agua y una cucharada del polvo blanco, lo revolvías bien y de un solo trago, violento, lo terminabas, emulando el gesto que seguramente nuestro querido José Alfredo Jiménez debió haber ejecutado muchas veces en los bares de Guanajuato, México. Ahí, casi podías sentir como el trago, rico en sales, al llegar al estómago, entraba en reacción con el ambiente ácido que tu cuerpo generaba produciendo en ti, ipso facto (como diría tu padre), el bienestar que por fin te permitiría dormir, al menos por un rato.
Sabías, sin embargo, que la bomba de sales generaría, como todo, efectos colaterales que te llevarían a lidiar posteriormente con otras especialidades de la medicina y si, con otra familia de remedios.
Cierras tus pendientes más apremiantes en la oficina, desde hace años tratas de resolver lo importante para que lo urgente no termine por dictar tu agenda, digamos, que no siempre lo logras, en muchas ocasiones el caos, tu caos es quien decide, si vas a comer, si podrás dormir, si saldrás a caminar o a jugar ajedrez, tu caos se vuelve el rector de tu vida, te obliga a posponer las llamadas a tus padres, a tus hijos, a tus amigos y es en esas ocasiones, cuando es más poderoso, es que los shots de bicarbonato también se vuelven más frecuentes.
Te encuentras cómodo, estás en el sanatorio, esperas que mañana a estas horas tu úlcera haya desaparecido y puedas beber, sin exabruptos, un gran reserva 3V de la Casa Madero que compraste para celebrar la ocasión.
Estás despierto desde temprano, tomas un baño y esperas a la enfermera, tienes sed pero sabes que no debes tomar líquidos. Por fin vienen por ti, te dan una batita de esas que dejan a la vista tu discreto trasero, subes a la camilla y sientes cómo te mueven por la autopista de pasillos del hospital, por suerte no hay tráfico, sonríes, llegas al quirófano, te piden moverte de la camilla a la mesa de operaciones mientras esperan a tu médico. Vas y vienes en tus pensamientos, es una maravilla la mente humana, casi puedes estar en cualquier parte, sentir la brisa del mar en tu rostro, escuchar los sonidos de las olas cuando besan a las rocas mientras las aves le cantan a la vida, tu médico llega, después de un rato, alguien que te dijo ser el anestesista te dice que sentirás un breve pinchazo y que en seguida dormirás, se parece a uno de tus amigos de la secundaria, piensas, mientras el líquido del sueño entra en tus venas.
Estás tranquilo, sigues durmiendo, el ambiente de la sala de operaciones sin embargo ha cambiado, se encuentra alterado, casi percibes los pensamientos de los doctores y enfermeras en la sala, todos se preguntan qué pudo haber pasado para que este paciente, tú, haya entrado en estado de coma.
Quienes te aman, te bañan, te cuidan, te leen, te platican, todos piensan que estás en un estado profundo de inconsciencia, vives sin embargo, una atemporalidad infinita, la percepción del tiempo ha cambiado para ti, tus segundos se vuelven horas para el resto de las personas, lo cual lamentas, eso les vuelve la espera interminable; aunque saben que lo más seguro es que no despiertes, la fuerza del amor y la esperanza puede ser tan poderosas que son capaces de desdeñar y aún ignorar los datos que arrojan la probabilidad y la estadística.
Aquí, donde yace tu cuerpo, algunos amigos te visitan, otros llaman preguntando cómo sigues, los compañeros de la oficina, del club de ajedrez, del de lectura, todos, en los primeros días reclaman noticias. Poco a poco sus visitas se hacen más escasas, todos viven su caos, entiendes; mientras tanto, tu viajas, eres dueño del tiempo, de tu tiempo, puedes volver a vivir cada momento de tu vida, es maravilloso, el ver el cansado rostro de tu madre después del parto, sentir su abrazo protector, su aroma, su calor, sus palabras en un código que en ese momento desconocías pero que ahora entiendes y valoras y aprecias, infinitamente.
El tiempo te pertenece, eres energía, todo lo que necesitas ser, agradeces la oportunidad de vivir de nueva cuenta tu vida, cada uno de sus momentos, desde los más triviales hasta aquellos a los que les concediste mayor valor, vives tu primera lectura, tu primer jaque, tu primer beso, tu primer desengaño, te encuentras otra vez con cada persona que amaste u ofendiste y no solo eso; tienes la oportunidad de corregir tus errores desde una nueva perspectiva, un tanto egoísta cierto y capitalizar tus 58 años de experiencia en limpiar eventos del pasado para finalmente, sanar, estar en paz, ahora lo entiendes.
Estas aprendiendo, de eso se trata todo.
Con respeto y cariño para mi amigo de la infancia Sergio Espino Ordoñez, que descansa en paz.