La recesión económica es el estancamiento o disminución de la actividad productiva, mercantil y monetaria en un país, en una región en específico o en el mercado internacional. Una riqueza o capital a la baja que afecta el panorama general del país. En general se presenta una disminución de las actividades económicas, impactando el mercado con disminución del consumo, del producto nacional, de la inversión, de la oferta de bienes y servicios, en tanto se genera desempleo e incremento de la inflación.
Recesión por sí mismo significa retroceso, y eso es simbólicamente lo que sucede, porque, aunque parezca una simple pausa momentánea en la economía, las consecuencias que conlleva terminan por afectar negativamente a, por ejemplo, empresas, trabajadores, gobierno y al sistema financiero por igual. Una recesión termina siempre afectando el bienestar social al lanzar al desempleo a trabajadores de las empresas o negocios que disminuyen su actividad o incluso cancelan sus operaciones; la disminución en la demanda provoca sobreproducción y saturación de mercancías en bodegas. El gobierno mismo disminuye sus ingresos al disminuir los derechos e impuestos que recibe, generando una contracción del gasto público, que a su vez afecta la dinámica del mercado interno. Este escenario se ve representado en la película Hombres de negocios (EUA, 2010), escrita y dirigida por John Wells y protagonizada por Ben Affleck, Rosemarie DeWitt, Chris Cooper, Tommy Lee Jones, Maria Bello, Kevin Costner y Craig T. Nelson.
La historia se centra en los trabajadores dentro del área administrativa y de negocios de una compañía de astilleros, GTX (Global Transportation Systems), donde se construyen embarcaciones de transporte de mercancías, y que se ve afectada por una recesión económica en Estados Unidos. Para contrarrestar el golpe, el director ejecutivo James Salinger decide comenzar despidos masivos, a pesar de la negativa de su consejero financiero, Gene McClary, quien ve en esta acción un problema ético y de compromiso con las personas que han confiado en ellos, sus trabajadores. El primero en verse afectado es Bobby Walker, un gerente de ventas acostumbrado a una forma de vida llena de lujos y quien deberá afrontar el cambio en su situación económica de forma súbita y dura, pues tiene responsabilidades para con su familia, que trascienden en deudas de pago por diversos servicios, tales como, rentas, colegiaturas o tarjetas de crédito, por mencionar algunas.
Salinger sin embargo, en su intento por hacer sobrevivir a la empresa y, para él mismo no perder capital, decide que la medida necesaria es continuar con los despidos e incluso probablemente fusionarse con otra empresa. Este proceso se conoce como concentración de capital y es un mecanismo común para subsistir al incorporarse como parte de un capital con mayor presencia internacional. La nueva reducción de personal acaba con la carrera de Phil Woodward, otro gerente, en este caso del área de ventas, que lleva 30 años trabajando en la compañía y quien, debido a su edad, más de 60 años, encuentra imposible conseguir un nuevo empleo. Es de hacer notar que estas liquidaciones de personal directivo se dan casi siempre en los términos que el patrón determina, como una especie de bono por terminación de relaciones laborales, sin pago de pensión por jubilación o retiro, por tratarse de plazas laborales no sujetas a contrato colectivo. Una práctica que se ha extendido a muchas otras categorías de trabajo de niveles inferiores.
Estos diferentes casos, o historias de vida, reflejan la forma como la crisis económica, afectando directamente a una compañía, que se mueve según los altibajos de la bolsa empresarial y de la demanda del mercado (y no puede ser de otra manera), tienen un eco en las condiciones de vida de los trabajadores, independientemente de su nivel de ingresos; personas que se convierten en víctimas directas de dicha recesión económica. Es decir, la recesión económica, operando como mecanismo de ajuste en la economía de mercado, genera afectación en las condiciones de vida y de trabajo de empleados y asalariados, en tanto consolida la acumulación de capital entre las empresas con mayor capacidad financiera que se fortalecen.
Walker tiene que darse cuenta que no puede aspirar a una vida como la que llevaba porque el panorama laboral y económico en general se encuentra en una situación crítica. SI no cambia él, se verá consumido por un sistema capitalista que hace más rico al rico y afecta mayoritariamente a las personas ubicadas en el peldaño más bajo de la pirámide. Walker ve difícil hacerse de un empleo con su mismo salario, porque para empezar no puede siquiera conseguir un empleo nuevo de cualquier tipo. Eventualmente debe vender su auto, renunciar a su membresía del club de golf al que asiste, cambiarse de casa a algo más accesible a sus ahorros, dejar de comprar regalos costosos a sus hijos y conseguir un empleo, cualquier empleo, que le otorgue algún ingreso para subsistir.
Si bien el espectador puede no empatizar con estas personas, o su tipo de vida llena de lujos y gastos superfluos, y más específicamente por la arrogancia de Walker de querer tapar el sol con un dedo, el escenario permite entender varios puntos importantes que suceden a muchas personas en su propio contexto. Uno, el deseo, aparentemente ilógico, de querer o pretender ser una persona que no es, o mantener un estilo de vida que no puede pagar. ¿Por qué esa negativa a aceptar la verdad? ¿Por qué Walker, aún sabiéndose desempleado, sigue vistiendo trajes de marca y asistiendo a un club deportivo exclusivo, gastando dinero que no tiene? “Debo verme exitoso”, es su razonamiento más simple, que puede justificarse en la negativa para aceptar su realidad, pero que también puede deberse o a una actitud infantil, o a una forma de pensar presuntuosa, que prioriza el materialismo consumista creado por un entendimiento social popular de que el éxito se mide en ganancias y lujos.
El segundo punto recae en el problema de la adaptación. Walker aspira a conseguir nuevas oportunidades, sin entender que, por más calificado que esté, vive en un momento de la economía de su país que provoca que muchos otros como él se encuentren en la misma posición. Descubre, por ejemplo, que inclusive siendo la persona más capacitada para un puesto, la empresa donde solicita el trabajo elegirá al aspirante que acepte tomar ese mismo puesto por menos paga. Es lo mismo que hizo Salinger en GTX, sus ingresos personales y los de su compañía se mantienen a flote sólo a expensas de otros, el despido de sus empleados. Ganancia para el dueño, sacrificio para los empleados. “Trabajamos para los accionistas”, se justifica Salinger, quien deja en claro lo que prioriza: el beneficio de la clase poseedora de los medios de producción y el capital.
Walker debe afrontar la realidad y aceptar las oportunidades que se le presenten y como se le presenten. El hermano de su esposa, un constructor, le ofrece trabajar con él. Walker primero declina, en parte porque no está preparado para ello, en parte porque parece sentir que este tipo de trabajo en específico está por debajo de él (de su preparación, de su conocimiento o de ambos). Sólo después entiende, con un poco de humildad, que un empleo es bueno mientras lo haga con dignidad, le haga sentir bien consigo mismo, le otorgue oportunidades, le proporcione un salario y lo mantenga vivo, no en la bancarrota.
El caso de Woodward es un tanto diferente, él no sólo había dedicado su vida a una empresa que ahora, eventualmente y sin reparos, le da la espalda y lo expulsa, sino que se enfrenta a una realidad laboral cruda, que lo descalifica, minimiza o segrega. Su experiencia no es un punto a su favor, al contrario, pero sobre todo, su edad se vuelve una limitante. Por un lado, por ejemplo, alguien le dicen que debería teñirse el cabello, para lucir diferente (más joven); por otro lado, le argumentan que no pueden contratarlo porque requieren a alguien que tenga la capacidad y disposición para salir constantemente de viaje (alguien más joven y sin compromisos).
La situación se vuelve un escenario donde parece que lo más importante es lo que el empleado potencialmente tiene que ofrecer, no en capacidad, conocimientos, experiencia o en preparación, sino en sacrificio hacia la empresa, en sacrifico de otras formas de crecimiento personal, para expresarse sumiso y dependiente de la empresa, del patrón. Una forma de relación también común en el marco de la llamada flexibilidad laboral, en donde el trabajador no se pregunta qué le ofrece el patrón, sino que puede él ofrecer a la empresa, a su contratante, marginando y entrando en competencia con los otros demandantes de empleo. El resultado es siempre en beneficio del dueño del capital, contratando siempre a quien, en igualdad de condiciones de capacidad y experiencia acepta menor salario y ofrece mayor sumisión. Una competitividad que beneficia no al empleado, sino al empleador. Woodward pierde así, más que su empleo, su identidad y hasta su dignidad, lo que eventualmente lo lleva al suicidio. “El mundo no se detuvo. Mi vida terminó y nadie se dio cuenta”, se queja con pesar en un punto de la historia.
Estas realidades son sólo ejemplos de un sistema que colapsa y de cómo el colapso afecta al ciudadano promedio. Durante una recesión económica la bolsa de valores y la economía de muchas empresas pierden, pero los verdaderos afectados son los trabajadores, personas que, además de no planear su futuro para eventualidades de este tipo, no estaban capacitados para reaccionar ante la incertidumbre o ante una disminución brutal de su nivel de vida; y no lo hicieron porque vivían engañados por una pantalla teatral de aparente calma, bajo la ilusión de ingresos siempre crecientes y empleos de por vida. Trabajadores que se sentían seguros, hasta que el capital, los inversionistas, los dueños de los medios de producción, en suma, la clase capitalista les hace evidente que es su propia ganancia lo que verdaderamente les interesa; y que es el mercado, de acuerdo con la oferta y la demanda, la que determina los bienes y servicios que pueden obtener.
El resultado, como se muestra aquí, es un escenario crudo y lleno de obstáculos al que se enfrenta aquel trabajador que es despedido, justamente por la dinámica del mercado laboral. Su fuerza de trabajo es eso, simplemente una mercancía más. Y como trabajadores, por muy ejecutivos que se sientan, son siempre prescindibles.
Ficha técnica: Hombres de negocios - The Company Men